Narra Juan.
— Juan... ¿Estas bien?
Mire a mamá y sonreí.
— Si solo... Algo triste.
Me abrazó.
— Imagino que pensando en ella...
— Le dije a Anabella.
Mi mamá se separó.
— ¿Como reaccionó?
— Solamente lloró conmigo, me abrazó y contuvo... Esa mujer vale oro.
Sonrió con picardía.
— Sabia que estabas Enamorado...
— No es eso... Sino que... Ahg. No se.
— Anabella hizo un gran cambio en ti. Eras muy duro, seco y jugabas con Las chicas. Ella llegó y te sacó eso. Estas mejor.
Era cierto.
— Además, Anabella si me cae bien. No como Damaris.
— Yo te dije que lo de Damaris no era serio.
— ¿Y lo de Anabella?
— No se... Tengo que pensar.
Sonreí y suspire.
— No juegues con ella. Chicas así ya no se consiguen.
Mamá salio de la cocina. Fui detrás de ella hasta llegar al living. Donde Anabella y Manuela estaban hablando.
— Ana ¿Vamos? Estoy algo cansado y tendré días largos...
— Mmm... Si. Vamos.
Sabia que no me creía en lo absoluto. Desde hoy me provoca y ya no puedo mas. Necesito sentirla.
Nos despedimos de mi familia y nos fuimos.
Apenas llegamos a casa, la abracé y me apoye en su hombro.— ¿Habitacion o Rojo?
Rió.
— Rojo. No te sobrepases.
— Aprendí a contenerme cuando te fuiste.
Se dio vuelta y me miró con una sonrisa.
— Creo que eso ya es demasiado como para ir al rojo.
— ¿Vainilla esta bien?
Sonreí.
— Mezclemos el vainilla con el rojo.
— Si se mezcla no es vainilla ni rojo. Solo normal.
Subí una ceja, haciéndola reír.
— Okey... Entonces normal.
Entre cerré mis ojos.
— Pero me tienes que alcanzar.
Corrió subiendo las escaleras. Yo detrás de ella. Cuando llegó al último escalón, se resbaló y la sostuve para que no cayera mas abajo.
— Auch...
La levanté.
— ¿Te duele el tobillo?
— Toda la pierna.
Gimió del dolor. De inmediato la llevé a la habitación, la acosté en la cama y la revisé.
— Llamaré a un medico. Ahora te daré una pastilla de todas formas.
Le sonreí y acaricie su pelo para tranquilizarla.
— Lo siento... Yo se que tu querías y por mis juegos infantiles lo arruiné.
Seguí acariciando su pelo y le sonreí un poco mas.
— No importa Ana, todo bien. Y no está mal hacer lo que hiciste, de hecho ha sido divertido hasta que caíste -Reí- Será en otro momento.
— ¿No iras con Thalia o Leila? Digo, son tus sumisas.
Negué.
— Leila era solo mi sumisa. Yo soy, o era, sumiso de Thalia. Ya sabes como fue.
Dejé un beso en su mejilla.
— Y además, jamas te dejaré sola en ese estado por una calentura. Esperaré y ya. Ya no necesito de otras cuando tu complementas todo eso que deseo.
Sus ojos comenzaron a brillar, haciendo que sonriera.
— ¿En verdad?
— Si... Iré a llamar un médico y te traeré una pastilla. Y algo de comer para que no te destruya el estómago.
Besé sus labios y me levanté. Apenas llegar a la puerta, la escuche llamarme
— Dime.
— Gracias... Por todo.
Sonreí.
— No es nada.
La miré una ultima vez y me fui.