Capítulo 11

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Narra Juan.

— Juan... ¿Estas bien?

Mire a mamá y sonreí.

— Si solo... Algo triste.

Me abrazó.

— Imagino que pensando en ella...

— Le dije a Anabella.

Mi mamá se separó.

— ¿Como reaccionó?

— Solamente lloró conmigo, me abrazó y contuvo... Esa mujer vale oro.

Sonrió con picardía.

— Sabia que estabas Enamorado...

— No es eso... Sino que... Ahg. No se.

— Anabella hizo un gran cambio en ti. Eras muy duro, seco y jugabas con Las chicas. Ella llegó y te sacó eso. Estas mejor.

Era cierto.

— Además, Anabella si me cae bien. No como Damaris.

— Yo te dije que lo de Damaris no era serio.

— ¿Y lo de Anabella?

— No se... Tengo que pensar.

Sonreí y suspire.

— No juegues con ella. Chicas así ya no se consiguen.

Mamá salio de la cocina. Fui detrás de ella hasta llegar al living. Donde Anabella y Manuela estaban hablando.

— Ana ¿Vamos? Estoy algo cansado y tendré días largos...

— Mmm... Si. Vamos.

Sabia que no me creía en lo absoluto. Desde hoy me provoca y ya no puedo mas. Necesito sentirla.

Nos despedimos de mi familia y nos fuimos.
Apenas llegamos a casa, la abracé y me apoye en su hombro.

— ¿Habitacion o Rojo?

Rió.

— Rojo. No te sobrepases.

— Aprendí a contenerme cuando te fuiste.

Se dio vuelta y me miró con una sonrisa.

— Creo que eso ya es demasiado como para ir al rojo.

— ¿Vainilla esta bien?

Sonreí.

— Mezclemos el vainilla con el rojo.

— Si se mezcla no es vainilla ni rojo. Solo normal.

Subí una ceja, haciéndola reír.

— Okey... Entonces normal.

Entre cerré mis ojos.

— Pero me tienes que alcanzar.

Corrió subiendo las escaleras. Yo detrás de ella. Cuando llegó al último escalón, se resbaló y la sostuve para que no cayera mas abajo.

— Auch...

La levanté.

— ¿Te duele el tobillo?

— Toda la pierna.

Gimió del dolor. De inmediato la llevé a la habitación, la acosté en la cama y la revisé.

— Llamaré a un medico. Ahora te daré una pastilla de todas formas.

Le sonreí y acaricie su pelo para tranquilizarla.

— Lo siento... Yo se que tu querías y por mis juegos infantiles lo arruiné.

Seguí acariciando su pelo y le sonreí un poco mas.

— No importa Ana, todo bien. Y no está mal hacer lo que hiciste, de hecho ha sido divertido hasta que caíste -Reí- Será en otro momento.

— ¿No iras con Thalia o Leila? Digo, son tus sumisas.

Negué.

— Leila era solo mi sumisa. Yo soy, o era, sumiso de Thalia. Ya sabes como fue.

Dejé un beso en su mejilla.

— Y además, jamas te dejaré sola en ese estado por una calentura. Esperaré y ya. Ya no necesito de otras cuando tu complementas todo eso que deseo.

Sus ojos comenzaron a brillar, haciendo que sonriera.

— ¿En verdad?

— Si... Iré a llamar un médico y te traeré una pastilla. Y algo de comer para que no te destruya el estómago.

Besé sus labios y me levanté. Apenas llegar a la puerta, la escuche llamarme

— Dime.

— Gracias... Por todo.

Sonreí.

— No es nada.

La miré una ultima vez y me fui.

50 Sombras mas OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora