Desenredados [ViktUuri] |Terminada|

VIII: Espada

—¿A dónde va, su majestad? —preguntó uno de los guardias.

—Quiero ir a pasear por el bosque, y descuiden, estoy bien, no dejaré que nadie me reconozca —expresó mostrándoles una expresión tranquila, a lo que ellos asintieron y la dejaron irse.

Lilia se dirigió al bosque en donde iba a reunirse con su primer y único amor. Tal como había dicho, iba vestida como una campesina, por lo que pasaba desapercibida para los aldeanos y demás personas en el pueblo que tanto la conocían y amaban. Logró salir sin ser descubierta y suspiró cuando se adentró en la arboleda.

Una vez estando lo suficientemente lejos empezó a gritar el nombre de su amado. Unos minutos después, él apareció.

—Hola, Lilia.

—Yakov —sonrió; su expresión se iluminó de inmediato cuando él estuvo cerca y se sentó con ella en un árbol caído.

—Te pedí que vinieras porque necesito decirte algo importante y no quería que nos espiaran —empezó un poco taciturno. Ella lo notó y deslizó su mano hasta ponerla sobre la ajena.

—¿De qué se trata?

Él suspiró buscando las palabras para comunicarle lo que estaba pasando sin que hiciera un gran escándalo. Pero ¿ccomo haría eso? Apenas podía pensar en una forma. Giró su mano, sobre la que ella había puesto la suya y las entrelazó; luego se volteó un poco hacia ella.

—¿Qué dirías si encontráramos a tu hijo? —cuestionó.

—¿Qué...?

—Solo respóndeme —pidió nervioso.

Lilia frunció el ceño confundida. ¿A qué venía esa pregunta?

—No lo sé, yo estaría muy feliz de verle después de tantos años —sinceró bajando la mirada y medio sonriendo—. Pero ¿me vas a decir por qué preguntas eso? Nadie sabe en dónde está Viktor...

—Yo sí...

Hubo un pequeño momento de silencio, en el que ella intentaba procesar la reciente revelación. Entonces, de golpe, se levantó soltando su mano y se llevó ambas a la cabeza, agitada.

—¿D-Do... Dónde...? —pudo decir, con sus ojos completamente abiertos y su corazón latiendo presuroso.

—No puedo decírtelo aún...

—¡¿Por qué?! —gritó exaltada—, ¡es mi hijo, debo verlo! ¡han pasado veinte años sin verlo o saber nada de él desde que nació!