Capítulo 06

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Estaba un poco, bueno, muy preocupada por Raúl, no entendía que estaba pasando, ¿por qué lo había encontrado inconsciente? Nadie había entrado al taller, ni siquiera parecía un robo, no faltaba nada de lo que recordaba había el día anterior, todo estaba intacto.

Las enfermeras pasaban una tras otra, algunos camilleros estaban en su hora de descanso, pero nadie me decía nada, nadie me quería dar una explicación, por más que preguntaba sobre el estado de salud de mi jefe, todos fingían no verme, me sentía invisible y desesperada, lo único que quería era saber si él iba a estar bien.

–Familiares del paciente Raúl Ortega

–Es mi jefe ¿cómo está? –pregunté con rapidez mientras me levantaba de aquel gran sillón en el que había estado sentada por horas.

–Logramos estabilizar lo, pero tendrá que quedarse internado, necesitamos mantenerlo en observación, para evitar que no recaiga

–¿Qué es lo que tiene? –pregunté algo aturdida por el bombardeo de información que acaba de recibir.

–El paciente quiere verla ¿me acompaña? –parecía que el doctor se empeñaba en ocultar me algo.

Él doctor me guio por un largo pasillo, estaba algo oscuro y a los costados había un montón de puertas, que parecían ser consultorios; no había muchas enfermeras por ahí, y la mayoría de los consultorios estaban vacíos.

Los minutos aquí dentro parecían ser eternos, la vida aquí parecía estar en pausa, era como estar en una burbuja de cristal.

–Llegamos, es aquí –me señaló una cortina blanca.

Supuse que debía recorrer la cortina y entrar, así lo hice y vi a Raúl recostado sobre una camilla, que por cierto, no se veía tan cómoda.

–¿Cómo está?

No me hagas sentir viejo –me sonrió algo débil –estoy bien, gracias a ti

–¿Qué fue lo que pasó? ¿Intentaron robarle? ¿Alguien lo golpeó?

–Nada de eso, se me bajó la presión, suele pasar a menudo –evadió mi mirada.

–¿Y va a estar bien?

–Por supuesto que si

–¿Y por qué no me dijo esto antes? Para que no me diera un susto como el que me lleve cuando lo encontré tendido en el suelo

–Lo siento, no suelo andar por ahí revelando cosas de mi vida –rio.

–Bueno, tiene razón –le devolví la sonrisa –¿puedo sentarme? –le pedí amablemente acercándome a la camilla.

–Ya te estabas tardando –me hizo un pequeño espacio al borde de la camilla.

–Gracias –me senté a su lado –¿Ya le dijeron que tiene que quedarse esta noche?

–¿¡Qué?! ¿Por qué? –se quejo como si fuera un niño pequeño, eso en hizo reír.

–Porque necesita estar en observación

–¿Te puedo pedir un favor?

–Claro, lo que quiera –mire los dedos de mis manos.

–Deja de hablarme de usted, en verdad me haces sentir viejo

–Pero usted es mi jefe –por primera vez habíamos hecho contacto visual y me percate que tenía unos ojos muy bonitos.

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