II. Recuerdos

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No dejó de verse en el espejo, se quedó pensando y estaba más que dispuesto a tomar aquellas pastillas que consiguió fácilmente en uno de sus viajes al extranjero

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No dejó de verse en el espejo, se quedó pensando y estaba más que dispuesto a tomar aquellas pastillas que consiguió fácilmente en uno de sus viajes al extranjero. Sabía de la efectividad que tenían para cumplir su propósito, lo había investigado, y no había dudas.

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Estaba en aquél viejo bar, celebraba su cumpleaños número 15 y no era sorpresa que a su edad ya estuviera tan ebrio. No recordaba realmente la edad en que empezó a embriagarse para olvidar y dejar atrás sus dolores, aunque estaba consciente de que emborracharse le hacía recordar con más intensidad pero le hacía sentir menos sucio y desdichado. Su madre le decía que era normal, que debía ser fuerte si quería seguir con ella o que decidiera irse sin mirar atrás y aceptar su cobardía. Amaba a su madre por sobre todas las cosas, sabía que ella había sufrido por su causa pero no comprendía cómo la mujer que lo trajo al mundo era capaz de obligarlo a acostarse con cualquier hombre, sí, hombres.

- ¡Vamos mujer, es mi cumpleaños!, sírveme otra copa -demandó a la mujer en la barra. Estaba ebrio, completa y totalmente ebrio. -Quiero divertirme más, sírveme, por favor.

- ¡Mujer!, ¿acaso no escuchas al chico? -dijo un hombre de edad que parecía muy divertido al ver a Victor tan ebrio -Sírvenos otra copa, yo pago- demandó, tomando la barbilla del menor.

- ¿Qué quieres Orel?, ¿acaso no puedes dejarme en paz ni en mi cumpleaños?

Estaba harto, quería olvidar todo con más prisa y bebió con fuerza el trago que le acababa de pasar la mujer de la barra. El viejo no lo soltaba, era más de tres veces mayor que él y no lo dejaba tranquilo.

- ¡¡¡Suéltame, te dije!!! - reclamó dándole un golpe en la mano que le sujetaba la barbilla, sin lograr nada. La borrachera no le permitía defenderse como quería.

El hombre lo tomó con más fuerza y acercó sus labios, intentó zafarse pero no pudo, el agarre del viejo era fuerte y no pudo evitar que este le besara. Se sentía sucio, era su cumpleaños y ni siquiera ese día podía sentirse tranquilo.

- ¡Te dije que me sueltes! -escupió logrando escapar de aquél asqueroso beso pero el viejo sólo sonreía sin soltarlo... Empezó a patalear sobre su banquillo y el viejo se pegaba más y más a él. Estaba desesperado y sabía que lo que imaginaba no tardaría en pasar.

- ¿Acaso no escuchas al muchacho? -demandó una voz desconocida.

-Y a ti qué te importa lo que yo haga. -Orel bufó molesto al verse interrumpido por el extraño -métete en tus asuntos y no molestes a los demás, a menos que lo que busques sean problemas.

El silencio inundó el bar, aunque era tarde aún tenía un par de clientes que no pensaban irse pronto y que frecuentaban el lugar, todos veían la escena y al extraño, pues era raro ver a un desconocido por el lugar y menos en época de fiestas. Aquél era un hombre alto, fornido y se veía elegante, no parecía un hombre que frecuentara los bajos mundos en los que ahora se encontraba, era un hombre de unos cuarenta y tantos años que no parecía querer irse sin lograr su cometido.

-Deja en paz al muchacho- demandó sin siquiera moverse y manteniendo la postura seria con la que había entrado. -Victor, ¿estás bien?

- ¿eh?, ¿me conoces? - resopló un ebrio y confuso Victor, que, aunque agradecía que el extraño lo defendiera no podía evitar sentirse incómodo con el hecho de que ese mismo extraño le conociera.

Orel soltó al muchacho dispuesto a enfrentar al extraño, este sólo se hizo a un lado y le dio un puñetazo en el estómago. -No vales la pena -dijo el extraño sin quitar el puño -estás ebrio y eres basura -lo enderezó y le obligó a verlo a los ojos -nunca más vuelvas a acercarte al muchacho o te las verás conmigo. ¡Eso va para todos! -gritó eso último, estaba dispuesto a enfrentarse a cualquiera sin importar el precio.

Victor se quedó sentado, confundido y extrañado por el acto de aquél hombre, este se acercó a él y le pidió que le acompañara afuera, accedió por la curiosidad aunque el hombre le daba cierto aire de confianza.

-Han pasado muchos años, Victor. Esperaba que me reconocieras pero veo que no- el extraño calló, como esperando alguna reacción. Victor sólo podía observarlo, no sabía lo que estaba pasando y lo que dijo el extraño sólo lo confundía más.

-Victor, soy Anton, ¿no me recuerdas?, ¿en serio? -continuó, sonaba algo herido pero sincero -Victor, soy Anton, Anton Nikiforov.

La bomba estalló, no lo recordaba pero sabía lo que significaba ese hombre para él. Lo creía perdido, muerto; su madre nunca hablaba de él y a decir verdad, Victor a duras penas recordaba cosas de su infancia, quizá sólo recordaba los últimos y duros dos años atrás.

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Ese había sido el primer encuentro que recordaba con aquél hombre, su salvador y la persona que le demostró a pulso que lo quería y lo protegería a pesar de todo. El extraño de esa noche no era más que su padre, el padre que una vez había estado con él pero que por cosas que nunca supo tuvo que dejarlo, el padre que le mostró el lado amable que el mundo tenía por darle, el padre que lo alentó a continuar en el mundo que le había dado todo y por el que ahora había estado de nuevo en el podio. Recordaba perfectamente esa noche, su padre llegaba a rescatarlo de la desdicha en la que su madre lo dejó. Sólo recordaba algunas cosas de su tío Yerik, quien lo introdujo al patinaje diciéndole que llegaría lejos algún día y que, aunque no tuviera a su padre, lo tenía a él. El tío Yerik se limitaba a decir que su padre volvería, que no fue su decisión irse pero que lo amaba por sobre todas las cosas.

Victor no conocía a ese hombre, Yerik era más su padre que su tío pero desde esa noche, su vida cambió y la visión del desconocido cambió por completo cuando lo rescató de las garras de la perdición. Le agradecía, lo hacía sinceramente pero era tiempo de seguir adelante con su decisión, era hora de decirle adiós a ese mundo que tanto daño le había hecho y a ese otro que tanto le había dado, simplemente su vida no tenía sabor, no tenía motivo ni razón. Victor decidió. Victor tomó aquellas pastillas. Victor cayó al pie de su cama. Victor empezaba a dormir por siempre.

Estaba en la cima del mundo, "la leyenda viviente Victor Nikiforov", y estaba solo

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Estaba en la cima del mundo, "la leyenda viviente Victor Nikiforov", y estaba solo.

** Y aquí el segundo capítulo, la imagen no me pertenece, créditos a su autor. Espero les guste. **

Sasha |YOI| [Victuri] ||En Pausa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora