E P Í L O G O II

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Lenahi observaba a la nada a través del enorme ventanal que tenía su nueva habitación, su mirada estaba vacía, sin sentimientos. Debajo de sus ojos estaban unas muy notables ojeras siendo de evidencia que no dormía por las noches, había adelgazado enormemente, apenas podía estar en pie. Nadie se había atrevido a visitarla. El médico que estaba a su cargo trató de contactarse con algún pariente suyo, pero no consiguió nada más que palabras hirientes dirigidas a la paciente. Seguía repitiendo el mismo nombre desde que llegó a aquel espeluznante lugar. 

— Tienes que dormir, no puedes estar todas las noches frente al ordenador, te hará daño.—le reprochó su prometida.

 El doctor guardó su respuesta y sólo se limitó a asentir con la cabeza. Había conocido a Lenahi antes de su accidente, no se parecía a nada a lo que ahora era.

Al día siguiente se levantó con un leve malestar en el estómago, sería otro día en donde se la pasaría frustrado e impotente por no poder ayudarla del tormento que tenía. Ni bien al entrar uno de sus ayudantes se acercó al doctor con el rostro tenso.

—Buenos días señor, te-tenemos una mala noticia.—tartamudeó.

Frunció el ceño y hizo un gesto con la mano para que siguiese hablando.

—La señorita Park desapareció, no está, alguien se la llevó.

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