V E I N T I U N O

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Min colocó todas las bolsas en el asiento trasero y retomamos el camino.

— Iremos a casa,— murmuró con un tono molesto.

Lo único que quería en ese momento era desaparecer, no quería estar cerca de Min. El coche paró en un semáforo en rojo, pequeñas gotas comenzaron a caer. La escena era deprimente, tanto así que me sentía ahogada. Tomé una gran bocanada de oxígeno antes de hablar.

— Min.

— No quiero oír tu voz.

— Voy a contarle la verdad a Jimin, ya estoy cansada de todo esto.

— No lo harás.

— Claro que sí puedo.

— ¡No puedes! —sus manos se impregnaron sobre el volante.

— ¡Ya estoy cansada de todo esto, sólo quiero vivir mi vida de una forma tranquila, sin tu existencia!

El coche tomó más velocidad.

— ¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo? ¿Por qué simplemente no cierras tú odiosa boca? ¿Tanto te cuesta?— Min parecía apunto de estallar.

Pero aún así no me importó decir lo que pensaba.

— ¿Por qué simplemente no sales de mi vida?

Min golpeó el volante con fuerza.— ¡Porque no puedo! ¿¡Acaso piensas que no lo he intentado, que esto es fácil para mi!?

— ¡Nadie te obliga a que lo hagas! — solté un grito ahogado— ¡Baja la velocidad!

— ¿Por qué? Me gusta sentir la adrenalina y me gusta si estás conmigo.

Llevé mis manos a mis oídos. — ¡ Estás loco!

— Los dos lo estamos, cariño.

— ¡Maldito, detente!

El motor gruñó cuándo Min presionó con más fuerza el acelerador.

Cerré los ojos y tomé con fuerza los bordes del asiento.

— ¡Qué cobarde! —murmuró.

—¡Tú eres un maldito loco! — grité con la voz entrecortada.

Estaba segura que de esta no salía viva.

— No discutas,— gruñó.

— Tú estás discutiendo conmigo, tienes que ir al manicomio.

— Tu lo haces y, ¿cómo supiste que estaba en uno? — dijo de una forma burlona.

Abrí mis ojos sólo unos segundos porque al instante me arrepentí.

Los edificios y las casas eran simples borrones.

Loco, loco y loco.

— Sabes, a Mika le gusta esto de la adrenalina, se la pasa todo el día jugando a simuladores de carreras de coches, son la pareja perfecta,— dije con voz temblorosa.

Estoy segura que a Min no le dio ni una pizca poquito de gracia el comentario que hice.

Pero, ¿qué podía hacer yo? Estoy tan nerviosa que me tiemblan las manos.

— Te prohibo hablar de ella.

— ¡Baja la velocidad, por favor! —supliqué al borde de lágrimas.

Suspiró.— Vale, vale.

El coche tomó una velocidad aceptable y sólo en ese momento pude abrir los ojos. El vehículo se detuvo enfrente de una puerta de garaje, Min presionó un botón y la dichosa pues comenzó a ascender. Intenté abrir la puerta para ir directamente a mi casa pero estaba bloqueada.

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