El recorrido turístico fue muy divertido, lleno de selfies y de risas. Spencer lo grababa todo con su cámara. En algún momento del tour Spencer capturó el rostro de Billy mientras éste manejaba y hablaba (no escuchó lo que decía porque se concentró en mirarlo, pero supuso que le contaba algo sobre el lugar al que iban). Había algo en Billy: esa chispa en sus ojos; o su cabello negro revoloteando en su rostro; o esa cosquilla en su comisura izquierda, como una palabra que no había dicho, o como un beso que no había dado. Ese algo..., lo volvía tan diferente y tan igual a como lo recordaba. Ahora, después de tanto tiempo de estar lejos el uno del otro, Spencer podía ver que su primo mayor se había convertido en un hombre más responsable de lo que hubiera pensado. Conservaba esa parte traviesa e inmadura, porque finalmente estaba en su naturaleza, pero percibía una sensatez en él que lo hacía..., imposible de ignorar..., lo volvía irresistible. Cada que reía su blanca sonrisa resplandecía bajo el sol y deslumbraba como el relámpago en el oscuro cielo. El pequeño estaba tan privado del mundo contemplando la boca de Billy que abrió apenas la suya. Seguía los movimientos de esos carnosos labios hasta que notó que pronunciaban su nombre. Entonces meneó la cabeza y recuperó el control de sus sentidos.
—¿Eh? ¿Qué decías? —dijo el castaño.
—Preguntaba si te molestaría que hiciéramos una parada para comer —respondió el otro mirando el camino—. Me muero de hambre.
—No hay problema. Yo también empiezo a sentir hambre.
Billy buscó un restaurante de comida rápida y se estacionó. Ambos entraron al establecimiento y se dirigieron al mostrador.
El mayor pidió una hamburguesa de triple carne, queso extra y salsa barbacoa y, luego de dudarlo un momento, el menor hizo lo mismo.
—...Y por eso me dieron esta tarjeta. Ahora puedo comer cualquier cosa gratis en cualquier franquicia alrededor del mundo.
—Wow... ¡Eso es asombroso! Aunque ahora que veo la hamburguesa..., creo que es más grande que yo —rió el más joven mientras ambos se sentaban en una mesa.
—Tranquilo. No te morderá. Si no te la terminas puedo pedirla para llevar.
Comieron, platicaron, preguntaron la clase de cosas que uno quiere saber de un viejo amigo: "¿qué has hecho?", "¿te siguen gustando estas cosas?", "¿viste tal o cual película?".
El cantante terminó su comida sin problemas, pero su primo parecía tener dificultades con la hamburguesa. Volvieron al auto, esta vez iban rumbo a la mansión de Billy.
—¡Es enorme! —gritó Spencer en cuanto pudo ver el frente mientras se acercaban más a la inmensa casa.
—Espera a que la veas por adentro.
Entraron por la parte lateral de la casa y un pequeño túnel los llevó al estacionamiento que Billy tenía en el sótano. Ahí, aparte del Lamborghini, había un BMW en color azul eléctrico con acabados plateados, un Camaro negro de colección, una motocicleta Ducati y una Honda con el número 46 al frente.
—¿Valentino Rossi? —preguntó Spencer sonriendo, señalando el número 46.
—¡Ha, ha! Claro. Valentino es el mejor del mundo. No pensé que fueras a notarlo —respondió el de ojos azules.
—¿Puedo preguntar..., por qué la Honda y no la Yamaha?
—Porque a mí me gusta más correr una Honda. Me acomodo mejor.
Spencer estaba fascinado de ver tantos vehículos bonitos en perfectas condiciones, aunque hubiera apostado su colección de tarjetas a que Billy guardaba más autos ahí.
Después pasaron al primer piso, que era bello pero no tenía nada de gran interés. Eso era porque Billy organizaba fiestas enormes que podían salirse de control, y no quería poner cosas importantes ahí, como fotografías, o floreros, o demás objetos. Lo que más le llamó la atención al pequeño invitado fue la piscina en la parte trasera de la casa.
En el segundo piso todo era más cálido. Como si se tratara de otra casa. Había, entre muchas otras cosas, un cuarto de lavandería, una pequeña sala de cine, un arcade, el salón tiki, un comedor menos grande que el del primer piso, y una preciosa cocina muy moderna y bien equipada.
Ahí, Spencer conoció a la mayor parte del personal de la casa, incluyendo a Rodrigo Vega, el chef mexicano que fascinó a Billy en una de sus paradas por Latinoamérica.
Finalmente llegaron al tercer y último piso, que era como una habitación enorme con recámaras más chicas adentro. El último cuarto del pasillo hacia la derecha era el de Marcy, estaba perfectamente organizado y parecía la extensión pura de la señorita.
Unas puertas a la izquierda estaba la recámara de Spencer, que se veía como un libro para colorear nuevo: con los espacios definidos y sin creatividad que los llenase aún.
En la puerta contigua a ésa estaba la habitación de Billy, limpia y con un gusto particular en la decoración, pero siempre con un desastre en alguna esquina, justo como su dueño.
Después de la habitación de Billy había un último cuarto adaptado como estudio de música. La puerta de ese cuarto rara vez se abría, por lo que no todo el personal conocía el interior. Las paredes eran a prueba de sonido; ni el ruido de afuera entraba ni los sonidos de adentro molestaban a los demás. Muchas veces Billy despertaba en medio de la noche a tocar algunos de los instrumentos ahí guardados; así escribía la mayoría de sus canciones.
En cuanto Spencer entró a su nueva recámara, se apoyó contra la pared un momento. Era espaciosa, limpia, todo olía a nuevo, y lo que le gustó más de todo fue que el odioso cobertor de carritos rojos había desaparecido. En lugar de eso había un precioso edredón blanco cubriendo su cama —la cuál, consideró, era demasiado grande para él solo—, y varias almohadas bien mullidas y amontonadas unas sobre otras. No pudo resistir mucho el deseo de arrojarse sobre esa enorme nube. Cuando estuvo sobre ella se percató de que el colchón era ortopédico y debía medir unos treinta centímetros de alto cuando menos, y que tenía base de cajón. «Así debe dormir un príncipe», pensó contento.
Encontró sus maletas al pie de la cama y una puerta junto al vestidor que no vio al entrar.
Al abrirla descubrió que era su baño personal. Por primera vez en su vida no tendría que esconder su cepillo de dientes o su tubo de dentífrico, ni ganarle el baño a Jessica por las mañanas. Se emocionó como nunca en su vida lo había hecho. ¡Tenía un baño para él solo! Buscó en su maleta sus artículos de higiene personal y entró a darse una ducha.
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Documentando Nuestro Amor ...~Ectofeature~... [Yaoi Hard] ♥
FanfictionBilly Joe Cobra es un cantante de veinte años de edad que recibe en su mansión a su primo Spencer Wright desde Florida. Billy ha vivido atormentado los últimos meses de su vida por terribles pesadillas que deberá aprender a usar a su favor para prot...