Billy seguía en la cama, ni dormido ni despierto cuando sintió un frío inusual en la piel. En sus ojos se extendía una bruma de un color celeste muy débil, como un sol invernal emergiendo de los lagos cristalinos en el norte. Calculó que eran entre las cuatro o las cinco de la mañana porque no veía otra cosa que esa extraña luz en sus párpados.
Ya estaba demasiado consciente, así que intentó volver a dormir: se colocó en posición fetal sobre su lado derecho y alargó la mano para buscar a Spencer pero no lo encontró. En ese momento le pareció que su cama desierta era más grande, más dura e incluso un poco hueca, como si el colchón estuviera hecho de madera. Se incorporó para averiguar qué ocurría a su alrededor y se quedó pasmado al percatarse de que no podía abrir los ojos porque sus párpados estaban pegados. Acercó sus dedos con cuidado de no lastimarse la cara y notó que era una sustancia espesa lo que le impedía pestañear. Se preguntó si en días anteriores había hecho enojar a Marcy o a Spencer, temiendo que aquella situación no fuera otra cosa que una broma de mal gusto, pero no dio con ninguna causa aparente. Tocó la cosa desagradable con la yema de sus dedos para identificarla pero no se sentía como pegamento, gelatina o aceite. Consideró que sería útil olerla pero nada mas pensarlo le producía arcadas y al final lo más sensato que se le vino a la mente fue lavarse la cara. Como no quería tropezar en su propio cuarto se fue a gatas hasta el baño y se apoyó del gabinete para ponerse de pie frente al lavabo; abrió la llave y con ambas manos se enjuagó lo mejor que pudo. Un aroma subió hasta su nariz, le revolvió el estómago y lo obligó a retroceder de manera violenta. Sacó una toalla del gabinete a tientas para retirar el agua y la materia extraña que le quedaba en las cejas. Cuando al fin abrió los ojos deseó que estos hubieran permanecido sellados: su blanco lavabo estaba salpicado de pesadas gotas rojizas, negras y marrones que desprendían una peste muy acorde con su aspecto; sin embargo, ese no era el olor que tanto le incomodó. Encendió la luz un segundo y la lámpara explotó, pero apenas eso fue suficiente para que Billy pudiera ver la sangre en descomposición sobre el lavamanos.
El pánico, el asco y los escalofríos le hicieron presa y le atormentaron con terribles alucinaciones. Su voz interna creció y se multiplicó hasta convertirse en gritos incomprensibles, que volvieron a unirse en una sola idea: "¡Spencer!". Quiso abrir la puerta, pero la perilla ni siquiera giraba, ni siquiera se oía el clicar del pestillo atorado. El misterioso hedor seguía llenando el baño como el miedo llenaba el pecho de Billy. El corazón le latía de tal forma que el joven podía sentir su cuerpo sacudiéndose con cada pulsación. Estaba mareado, tenía la piel fría y su respiración estaba tan acelerada que casi parecía que estaba gritando. Pensó que podría forzar la chapa con alguno de los objetos a su alcance pero todos y cada uno de sus intentos fueron en vano. La desesperación empezó a devorarlo, asfixiándolo mientras aquella peste se hacía imposible de ignorar. El maldito lavabo, todo lleno de esa repugnante sangre, parecía volverse cada vez más y más grande, hasta ser lo único en ese lugar. Billy ya no escuchaba, se le habían tapado los oídos y solo percibía el flujo de sangre que pasaba por su cabeza. El aire del cuarto estaba demasiado caliente y contaminado para poder respirarlo, y pronto Billy tuvo la impresión de que los pulmones se le habían llenado de lodo. El techo y el piso se veían más cerca uno del otro, las esquinas del cuarto intentaban tocarse entre ellas, y Billy supo que si no lograba salir de ese maldito baño quedaría triturado entre aquellas paredes, presionado contra el odioso lavabo del infierno del que se desbordaba la espesa sangre mezclada con coágulos y demás cosas que definitivamente no quería ver. Empezó a golpear la puerta, a patear, a rasguñar e intentar llamar la atención de quien pudiera oírle. Gritó desesperado, víctima del terror que lo arrastraba poco a poco hacia la locura. Pidió auxilio hasta que sintió que las cuerdas vocales se le desgarraban, transformando su voz en un alarido monstruoso que no podía reconocer, pero no se detuvo; siguió llorando y suplicando por ayuda mientras se azotaba contra la puerta esperando poder moverla, hasta que dejó de sentir el brazo izquierdo por completo. Pensó en destruir la perilla en lugar de solo forzar la cerradura, y decidió usar un cajón del mueble como herramienta. Billy sentía que el cajón apenas se había movido con el primer jalón, así que tiró de este con más fuerza para sacarlo y acabó tirándose encima el contenido. Y ahí estaba la fuente de la pestilencia: la nariz de Billy rozaba con la cabeza de un cadáver. Está de más señalar que el resto de la desafortunada víctima no se encontraba en el interior del cajón. Era imposible saber si se trataba de un hombre o de una mujer dado que la piel y parte del tejido muscular se habían desprendido casi por completo, esto pudo ser cuando se le forzó en el interior del mueble. Donde alguna vez hubo ojos no quedaba más que una baba maloliente llena de grumos y larvas, y de cada orificio se desbordaba un espeso líquido negro. Había un par de orificios a cada lado de la cabeza, a la altura de la sien, y Billy sintió como si un taladro estuviera perforando su cráneo en esos puntos. La terrible punzada lo hizo gritar en agonía con la garganta deshecha, una descarga eléctrica le recorrió la columna vertebral hasta paralizar su cuerpo y hacerlo llorar, cada que tomaba aire las costillas se le encajaban en los pulmones. El cuerpo se le partía en dos y no podía hacer más que gemir desesperado. Convulsionó en respuesta al dolor que lo había sometido e hizo acopio de su poca fuerza para arrodillarse, empujó lejos la sesera para no derramar su contenido estomacal encima de esta, después de todo aquella persona ya había tenido suficientes desgracias. Cuando terminó de vomitar siguió llorando a lágrima viva, las cataratas de sus ojos crecían el charco de sus jugos gástricos que hicieron peor el aroma del baño.
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Documentando Nuestro Amor ...~Ectofeature~... [Yaoi Hard] ♥
FanficBilly Joe Cobra es un cantante de veinte años de edad que recibe en su mansión a su primo Spencer Wright desde Florida. Billy ha vivido atormentado los últimos meses de su vida por terribles pesadillas que deberá aprender a usar a su favor para prot...