Sábado, 1:02 a.m.
Richard estaba sentado en el sofá del dormitorio de su suite, su teléfono móvil y un cuaderno de notas a su lado, mientras cambiaba los canales en la televisión de plasma. Cada vez que cambiaba de canal aparecía la hora al pie, y había estado contando cada minuto.
Finalmente, algo después de la una de la madrugada, se abrió la puerta a su espalda y seguidamente se cerró.
—Hola —dijo por encima del hombro.
—No hacía falta que me esperases despierto —dijo Samantha, arrojando el bolso sobre la mesa auxiliar y hundiéndose en el sillón junto a él—. Mañana tienes un día importante. Bueno, más bien hoy, quiero decir.
—¿Y enfrentarme a tu punzante sarcasmo cuando hubieras llegado y hubieras tenido que despertarme? —replicó, relajándose al fin cuando ella se acurrucó a su lado y le echó el brazo libre sobre los hombros.
—¿Hay algo nuevo?
—No podemos sacar a Walter de la cárcel hasta el lunes, como muy pronto. Es cuando le llevarán ante el juez y le acusarán formalmente. Es entonces cuando su abogado pedirá la libertad bajo fianza y...
—Fui a verle —le interrumpió.
—¿A Walter? —De pronto parecía que la realidad se hubiera desenfocado. Samantha había visitado la comisaría de forma voluntaria dos veces en esa semana—. ¿Averiguaste algo nuevo?
Ella se encogió de hombros, acercándose un poco más a él.
—Tan sólo que está muy asustado por estar allí y que quiere salir ya.
—Lo siento —respondió en voz baja—. Con el fin de semana, pueden retenerle un día más sin presentar...
—Me conozco el procedimiento. —El contorno de sus hombros siguió erguido y tenso. Samantha había tenido una larga noche.
—Tom tiene a Bill Rhodes en el caso. Conseguirá la fianza el lunes.
—¿No crees que tal vez sea demasiado llamativo que uno de los socios de mayor antigüedad de un prestigioso bufete represente a un perista?
Richard se encogió de hombros.
—Tal vez. Pero puede jugar en nuestro favor. Donner, Rhodes & Chritchenson no arriesgaría su reputación por un matón.
—«Un matón» —repitió—. No dejes que Stoney te oiga decir eso. Herirías sus sentimientos.
—He dicho que no era un matón, cariño.
—Lo sé. Creo que se me ha agriado el sentido del humor.
—Lo que pasa es que estás cansada. ¿Qué te parece si lo solucionamos por la mañana?
—Stoney dijo que el tipo que concertó la cita nunca apareció, y luego la policía irrumpió en su casa y encontró el Giacometti en el armario de su entrada. ¿Ha descubierto alguna otra cosa Donner?
—Sí. —No quería responder, porque eso daría inicio a toda una nueva serie de preguntas, y ambos necesitaban dormir un poco. Asimismo, se daba cuenta de que no iban a ir a ninguna parte hasta que le contara todo lo que sabía—. La policía recibió un chivatazo anónimo de que el tipo que había matado a Charles Kunz había vuelto a entrar a por otra pieza y, además, les proporcionó la localización de Stoney. Él estaba allí, y ellos encontraron el Giacometti que había mencionado la persona que les llamó, y...
—Y un rubí Gugenthal, ¿no?
El frunció el ceño. Tom había tardado tres horas en descubrir lo que la policía había incautado durante el arresto.
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No bajes la vista - S.E
RomanceSamantha Jellicoe ha decidido dejar su vida delictiva y montar una agencia de seguridad. ¡Quién mejor para proteger a sus clientes que una ex ladrona de guante blanco! Richard Addison, el atractivo millonario con el que ahora comparte su vida y su c...