Sábado, 7:15 p.m.
Richard estaba sentado en una de las elegantes sillas de hierro forjado de la zona de la piscina y observaba a Samantha, junto con Mike y Olivia Donner, tirarse en bomba en el extremo que más cubría de la piscina. Por lo que había dicho Samantha, no había tenido una buena infancia, pero se compensaba cuando estaba con los hijos de los Donner. Reparó en que Chris Donner, el mayor de los hermanos, había de pronto decidido que no era tan maduro y digno como para no darse un chapuzón en la piscina... y sabía que eso había tenido lugar en cuanto el estudiante de derecho de Yale había visto a Samantha con su biquini rojo.
Esa noche formaban un variopinto grupo: la ladrona, el detective de policía, el abogado y el aristócrata inglés. Rick tomó un trago de cerveza. Era sumamente extraño y, sin embargo, durante los tres últimos meses todo se había vuelto bastante... normal.
—Oye —dijo Samantha, subiendo rápidamente para echarle agua en el hombro—, ¿es que vas a quedarte toda la noche ahí, sentado, a darle vueltas a la cabeza?
—Estoy cocinando.
Sus fríos labios le besaron la oreja.
—Que sólo se trata de un asesinato y algo de jaleo —susurró—. Se está convirtiendo en mi especialidad.
Rick torció la cabeza para alzar la vista hacia ella.
—Tendrás que perdonarme si no estoy alegre como unas castañuelas por el modo en que te pones en peligro.
—Tranquilo. Ni siquiera me ha llamado. Podría no hacerlo.
—¿Y si no lo hace? —Durante un breve momento tuvo la esperanza de que Laurie y Daniel hubieran decidido huir del país en vez de acercarse a Samantha Jellicoe. Si la conocieran tan bien como él, podrían pensárselo dos veces.
—He estado pensando en eso —dijo, bajando la voz un poco más—. Lo apropiado sería un simple allanamiento por una buena causa.
Se le quedaron las manos frías.
—Sam, promet...
Ella le puso un dedo sobre los labios.
—Ya no se trata sólo de Charles. Se trata de salvar a Stoney. Y nunca lo prometí. Dije que lo intentaría.
«¡Joder, maldita sea!»
—No...
—Te lo diré antes. —Se enderezó de nuevo—. Al menos consigue un bañador para Frank. Seguís siendo compañeros, ¿no?
Richard lanzó una fugaz mirada al detective, que tomaba té helado en una de las mesas de madera y reía con los niños en la piscina. Se había hecho cargo del teléfono móvil de Samantha, y éste estaba junto a su codo, cargado y listo para sonar si alguien llamaba.
—Cierto. Seguramente se irá directo al fondo, pero le preguntaré si le apetece.
Sam lo besó de nuevo, esta vez en la boca.
—Gracias, cielo. Llamará. Entonces sólo tendrás que preocuparte por mi seguridad. Y dale la vuelta a los perritos.
Mierda. Se puso en pie y fue a ver cómo iba la barbacoa. Mike y Livia habían pedido perritos calientes en lugar de bistecs, y después de un mero segundo de caos instigado por Samantha, la cena se había transformado en perritos y hamburguesas, dejando a Hans ocupado en la cocina preparando algo llamado ensalada de macarrones.
Richard dio la vuelta a las hamburguesas y a los perritos, luego se fue hacia Frank.
—Tengo montones de bañadores de más, si quieres darte un chapuzón.
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No bajes la vista - S.E
RomanceSamantha Jellicoe ha decidido dejar su vida delictiva y montar una agencia de seguridad. ¡Quién mejor para proteger a sus clientes que una ex ladrona de guante blanco! Richard Addison, el atractivo millonario con el que ahora comparte su vida y su c...