LA PRISIONERA

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La mujer tenía el pulso débil y estaba tan pálida como una vela. Norma trataba de darle de comer pero ella pidió agua, tenía los labios secos. Parecía tener alrededor de sesenta años. Estaba atada de pies y una mano. Al parecer le soltaron una mano para que comiera. Comencé a quitarle las ataduras.

--Iré a la cocina, ahora vuelvo, voy por agua -me dice mi hermana saliendo rápidamente.

Miro a la mujer con pena. No sabía porqué motivo la tenían en esas condiciones.

--¿Quién eres, muchachito? -me pregunta con una voz casi inaudible.

--Me llamo Ever y estoy buscando a Noelia.

Cuando dije el nombre de Noelia, la señora comenzó a agitarse, abrió los ojos muy grandes y respiraba con dificultad.

--Tranquila, señora. Cálmese o se va a poner mal -le dije- respire hondo.

Estuvo callada y tratando de reponerse hasta que regresó Norma con el agua. Como pudimos le dimos de beber. Después de un rato comenzó a comer muy despacio.

--Así que dices que andas buscando a Noelia... ¿y de dónde la conoces?

--Lo que pasa es que ayer ella me... -Norma no me dejó terminar.

--Somos amigos de ella -le dice.

--¿La conocieron en la prisión?

--¿En la prisión?... Ah... sí... sí... estuvimos con ella en la prisión. Salimos los tres el mismo día.

A mi hermana se le facilitaba mentir. Lo estaba haciendo muy bien.

--¿Salieron? ¿Cómo que salieron? ¿Dónde está Noelia? ¿Por qué no está con ustedes? -las preguntas de la mujer nos agarraron por sorpresa. Ella no sabía que Noelia estaba libre.

--Lo que pasa es que ayer... -Norma no me deja terminar, me da un golpe en la espalda.

--Lo que pasa es que ayer... -la interrumpieron.

--Aquí estoy, nana -los tres volteamos a la puerta y vimos a Noelia. Llevaba la misma ropa de un día anterior y en las manos tenía su diario. Supongo que Norma lo había dejado en la cocina cuando fue por el agua.

La recién llegada se aproximó a la mujer y le dijo algo en el oído; ella le contestó que creía en su inocencia. Luego Noelia se incorporó y nos pidió que la ayudáramos a sacar a su nana de la casa.

Mi hermana y yo estábamos en shock. Nos dábamos real cuenta de que lo que leímos en el diario era verdad.

Me puse a pensar en todas las cosas feas que le sucedieron en prisión. Sentía mucha pena por ella.

Norma me sacó de mi ensimismamiento

--Muévete, Ev, tú eres el hombre y tienes más fuerza que nosotras dos. Ayúdanos.

Es mejor llevarla como en una camilla, les dije. Así que la levantamos junto con la cobija que cubría la cama. Yo la llevaba por la parte de la cabeza y las chicas por la parte de los pies.

Caminábamos lo más rápido posible pero sin hacer mucho ruido pues no sabíamos si nos toparíamos con algún desconocido.

Salimos de la casa y Noelia nos indicó hacia las caballerizas. Pero antes de llegar:

--¡Hermanito, no me siento bien! -fueron las palabras de mi hermana y cayó al piso, desmayada.

Se me había olvidado que estaba embarazada.




DIARIO DE UNA EX-PRESIDIARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora