—¿Cómo que Alba? —repitió Carlos. Sus ojos se turnaban para mirar incrédulos entre Alba y Francisco, parándose finalmente en Alba. O, como él la conocía, Lidia.
Alba trató de pensar rápidamente en alguna escusa. Alguna razón con la que explicar porqué Francisco la había llamado como a su amor de la adolescencia. Pero todas las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
Hace unos días se había decidido a contarle todo a Carlos y, aunque todavía no hubiese tenido la oportunidad de hacerlo, desde luego no quería sumar una mentira más a la pila que ya llevaba a sus espaldas.
Francisco, por su parte, no podía abrir la boca sin decepcionar a su mejor amigo, a su hermano. Por un lado, estaba claro que no podían seguir pretendiendo que Alba Romero era Lidia Aguilar. Por otro, estaba seguro de que Alba tenía algo que ver con la desaparición de los planos de la máquina que había ideado Carlos: el Rotary. Una máquina que revolucionaría la telefonía, empezando por su empresa.
Cómo explicar algo de esto a Carlos era inimaginable. El hecho de que ahora Alba y Carlos estuviesen comprometidos complicaba su situación enormemente.
—Carlos— era lo único que salió de los labios de Alba. Tenía que medir perfectamente sus próximas palabras. No podía mentirle más, pero tampoco quería perderle. Y contándole la verdad, esa era la posibilidad que cada vez veía más clara. Lidia Aguilar era la mujer perfecta para Carlos, pero no sabía si Alba Romero estaría a la altura. Alguien con su pasado, su antecedentes, su historia. Su historia con Francisco. Él también había mentido, pero para protegerla a ella. Y ella a él.
Ahora estaban tan atados en su telaraña de mentiras que no podían moverse sin estrangularse aún más.
Carlos les miraba. Estaba tenso, esperando a que alguno de los dos se atreviera a contarle algo. Cualquier cosa. Estaba desesperado. Se sentía como si estuviese en el más profundo pozo del mundo y la única cosa que le podía elevar a la superficie era el conocimiento. Lo que él no sabía es que también le podía enterrar aún más profundo.
—Señor Gómez— una voz rompió el silencio del trío, haciendo que Francisco dejase de sostenerle la mirada a Carlos para coger la nota que el recepcionista le estaba ofreciendo. La leyó rápidamente y la sangre abandonó su cara. Su mirada de culpabilidad fue sustituida por una de profunda preocupación.
Lo que sea que se le hubiese comunicado en aquella nota era un terrible problema más que añadir a su lista de prioridades: el Rotary, Alba, Carlos. Y, ahora, una amenaza que podía destrozarle.
Miró su reloj y con toda la compostura que pudo reunir dijo:
—Disculpadme, he de irme. Alba, acompáñame.
Alba le miró como si estuviese loco. ¿Cómo podía siquiera pensar en dejar la situación así? ¿Por qué la había llamado Alba delante de Carlos? ¿Acaso había decidido romper el velo y actuar como si no tuviese importancia? ¿Como si ella haciéndose pasar por otra mujer fuese una nimiedad? ¿En qué demonios estaba pensando?
Pero él no esperó a una respuesta, la cogió del brazo y la guió por la sala. Sin embargo, Carlos tenía otra idea. Cogió el otro brazo de Alba y les detuvo.
—Francisco— dijo —¿Qué está pasando? — Miraba a Alba con ojos suplicantes, exigiendo una respuesta que ya sospechaba. Su cara delataba cuán profundamente traicionado se sentía.
Ella trató de abrir la boca, de contarle la verdad.
—Hablaremos mañana, Carlos— interrumpió Francisco— Lo prometo.
Y tiró de Alba.
Ella seguía mirando hacia Carlos, y no paró hasta que los reporteros le rodearon, como si engulléndole, tratando de conseguir una exclusiva sobre los planes que la empresa tenía con el, ahora construido, Rotary.
¿Qué hemos hecho?, se preguntó cuando ya no pudo encontrar los dolidos ojos de Carlos entre la multitud.
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Las chicas del cable - Lucía
Fanfiction*Spoilers de la primera temporada* El encuentro entre Francisco, Carlos y Alba se ve interrumpido cuando Francisco recibe una terrible noticia. Algo que no solo le pone en peligro a él, sino potencialmente a toda la familia Cifuentes, a la empresa y...