Missing

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El 17 de diciembre fue la fecha elegida para publicar el libro, próxima a las Navidades por temas de lanzamiento y de marketing pero al mismo tiempo en un número que me gustaba y me representaba.  Habíamos decidido hacer una presentación en Barcelona por la mañana y otra en Madrid por la tarde, aprovechando para quedarme allí unos días. Sospechaba que vendrían unos cuantos fans por las experiencias que había tenido en las estaciones de tren en varias ocasiones, pero no alcanzaba a imaginar ni de cerca la cantidad de gente que vino a apoyarme y a comprar mi libro. Estaba flipando, me sentía agradecida y abrumada. A algunas fans ya las reconocía después de estos meses interactuando, pero había también muchas caras nuevas que me miraban como si hubieran visto un fantasma casi, supongo que es lo normal después de pasar de tres meses pudiendo observarme las 24 horas a no verme apenas en la tele. 

Si se había liado tanto en las presentaciones no quería ni pensar lo que iba a pasar cuando leyesen algunas cosas que había escrito. Me moría de ganas pero también de nervios. Había tomado una decisión que creía que era valiente, ya no el incluir finalmente lo que escribí sobre Elettra si no el concepto en general. Pero también creo que en su momento la idea de entrar en Gran Hermano fue arriesgada, a nivel personal e incluso profesional. Si hasta mi representante creía que me echaban al principio... Pero bueno Alexandra, el que no arriesga no gana. Y aunque yo no gané el concurso gané muchas otras cosas, algunas incluso que no esperaba. 

Dicho esto y puestos a ser sinceros, aunque había unos cuantos pasajes polémicos o incluso sorprendentes para quienes no me conociesen bien, lo cierto es que el que me tenía más nerviosa seguía siendo el de esa niña italiana que convivió conmigo tres meses en la sierra madrileña. Y ya no por la reacción de los fans o de los medios, aunque creía que generaría revuelo puesto que llevaba un tiempo sin hablar del tema, si no por si ella lo leía y por si había alguna reacción por su parte. 

Pero si llegó a leerlo, si algo se le movió por dentro al ver mis palabras impresas, si se tomó el tiempo de recibir lo que le decía, de combinarlo con lo que ella sentía y procesarlo, yo no lo supe. Ni una reacción, ni una declaración, ni un mensaje... nada. 167  fue un éxito de ventas y con la crítica no me había ido mal pero el no tener ninguna noticia suya ni pese al ruido que esto había generado empañó un poco el momento de satisfacción profesional y personal que tanto había esperado. Un poco bastante. 

Los fans estaban eufóricas con la posibilidad de que nuestra historia resurgiera de sus cenizas, los más fieles a esa conexión que habían visto en su momento se reafirmaron en su idea, los que habían abandonado el barco cuando hubo marejada o el mar estaba demasiado tranquilo habían vuelto a los puertos a ver si les readmitían, y los que nunca creyeron en la magia de lo que un viaje así te puede aportar quiero creer que se lo replantearon, que supieron ver que las historias más bonitas no son siempre las más visibles ni las más perfectas. 

Mis amigos y mi familia me llamaban para felicitarme durante esos días posteriores a la presentación del libro y yo lo escuchaba todo como un ruido de fondo, como cuando tienes la televisión encendida pero no le estás prestando atención. Había mandado un mensaje al aire y la persona que tenía que recibirlo estaba apagada o fuera de cobertura; no lo recibió, no lo quiso recibir, no le dio la importancia a mis palabras sinceras, o lo que es peor, lo recibió todo y le dio igual. No podía saberlo. El caso es que yo por fin, a mi manera y con mis tiempos, había dado un paso y había hecho ALGO. Y eso era lo único que necesitaba desde esa madrugada de verano: no dejar que todo se quedase estático y acabase en silencio. Si esta idea que tenía en la cabeza sobre ella no se ajustaba a la realidad, si lo que nos pasó no fue tan fuerte como yo creía, si todo había empezado y había terminado con un sueño, prefería saberlo ya y no aferrarme más a algo que no estaba ahí. Si esta esperanza que aún tenía dentro tenía que estallar de alguna forma prefería que fuera de esta manera, a lo grande. 

Esos días tras la promoción del libro aproveché para perderme por Madrid, para hacer las paces conmigo misma en el Retiro, beber y bailar en Chueca y La Latina y recuperar el tiempo perdido en Malasaña. Uri me acogió en su casa y me llevó a sitios nuevos que había descubierto desde que yo vivía en Barna. Quedé con Aless y Marco para ponernos al día y Aly me llevó a su casa una noche que se nos hizo de día. Con los tres Elettra era un tema que evitaba, especialmente con Aless y Aly que sabía que seguían manteniendo relación con ella; si yo no iba a tener contacto no quería intermediarios tampoco. Aylén y Marco se habían vuelto a dar un tiempo pero ella seguía en Madrid, así que quedé con ella a solas para poder hablar más tranquilas. Teníamos una conexión muy especial ya antes de conocernos y nos entendíamos bien. Curiosamente Aylén fue de las que menos tiempo convivió conmigo y de las que más me caló allí dentro, aunque jugaba con la ventaja de que había visto muchas cosas estando fuera de la casa y tenía una perspectiva de la que nosotros carecíamos. Y quizás en ese momento en que estábamos pasando situaciones similares en nuestras vidas, lo que más nos hubiese hecho falta era la perspectiva de alguien que lo hubiese observado todo desde fuera... pero para bien y para mal la vida no es un reality show, aunque a veces lo parezca. 

Aylén y yo hablamos de muchas cosas durante horas esa tarde y en algún momento de la conversación surgió el tema de que yo había insistido durante el concurso en que tenía muchas ganas de ir a Nápoles, que creía que tenía algo que hacer allí aunque todavía no supiese el qué. Ambas estábamos, salvando las distancias, en un punto de nuestras vidas en el que teníamos que dejar ir las cosas que no eran para nosotras y después de nuestra charla lo vi claro, quizás escaparme unos días sola y desconectar era la mejor idea, la mejor salida de emergencia. Al día siguiente recogí mis cosas de la casa de Uri y compré un billete a Nápoles. Pero a veces la vida es un poco puta o muy irónica y cuando quieres huir te recuerda que no puedes escapar de ti mismo, y cuando quieres escapar te atrapa. Y así fue cómo me vi atrapada en un giro inesperado del universo, como si los astros conspirasen, como si la vida se hubiera detenido para decirme: Nena, aquí mando yo. 

Llevaba mi mochila a cuestas, un libro en la mano y una cara de perros porque apenas había dormido. Buscaba un refugio en aquel aeropuerto donde pasar el tiempo hasta la hora de mi embarque y justo en ese momento en mi mente sonaba la canción que le encantaba a mi madre: "And I miss you like the desserts miss the rain"  Y entonces sucedió algo que no sé ni describir. Entre toda aquella gente que iba y venía, que esperaba, viajaba, huía o llegaba, entre todas las despedidas y los reencuentros, la vi a ella. Elettra Lamborghini. Tan preciosa como siempre. Tan inoportuna o todo lo contrario. Tan inesperada. Tan ella. Me estaba mirando, me había visto primero. Y cuando nuestros ojos se encontraron no tengo ni idea de lo que vi en los suyos. 


Incendios de nieve (Blumettra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora