Cara B (II)

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Nota: Siento haber tardado tanto en actualizar pero espero haber compensado un poquito la espera con estos tres capítulos. Me ha costado mucho dar el paso de escribir sobre el punto de vista de Elettra pero creo que, especialmente estos días, viene bien recordar que toda historia tiene su cara B y que  la cara A sea verdad no impide que la otra también lo sea. Muchas gracias a todos los que me leéis, a los que votáis y a los que me comentáis cosas tanto aquí como por twitter (@aguedavolta). Vuestros comentarios siempre son bien recibidos. Os dejo con el capítulo, el último por hoy. Pd. No he podido revisarlo asi que espero que no haya muchos fallos.  

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Me desperté con una sensación extraña ese día. Llevaba varias noches soñando cosas raras, mezclas de realidad e irrealidad. Daniela Blume seguía paseándose por mi cabeza de vez en cuando, pero esa semana de forma especial. Cuando me di cuenta de qué día era lo entendí: su cumpleaños.

El año anterior, aunque ya no estábamos en nuestro mejor momento, había intentado que se sintiese querida. La organización nos había sancionado sin fiesta así que me ofrecí a hacerle una tarta que le gustase, por tener un gesto en la medida en la que podía. Y cuando por fin pudimos celebrarlo intenté hacerle compañía a mí manera. Me había dolido que me hablase de Andrés, justo ese día, pero intenté bromear y sacarle una sonrisa. Me quedé despierta todo lo que pude, aunque me moría de sueño, para que viese que estaba allí con ella y también para verla bailar. Y reconozco que me fui a dormir ese día con una mezcla de sensaciones, enfadada conmigo misma por no haber podido demostrarle más en un día especial y enfadada con ella por tener la cabeza en otra parte y no verme a mí.

¿Y ahora qué? ¿Debía felicitarla? No habíamos vuelto a hablar desde Nápoles y no sabía qué decirle. Quería dejarlo pasar y casi lo había conseguido, quedaban pocas horas para acabar el día, cuando me vino a la cabeza algo que nos había contado en la casa. Aquel año fue el primero que era más mayor que su madre. Y recordé la ternura que sentí al escucharla, la frustración de no haber sido capaz de abrazarla nunca y pedirle que me hablase de su madre. Alexandra despertaba cosas en mí que sigo sin saber expresar, solo sé que al recordar aquello sentí algo que me obligó a escribirle. No fue por pena, ni compasión ni nada de eso, ella había aprendido a lidiar con la muerte de una forma admirable. Fue algo más. Quizás que sabía lo mucho que significaba su madre para ella, que era su cumpleaños también al día siguiente y que aunque no había sido capaz de hacérselo ver quería cada pequeña parte de su vida que la había llevado a mí.

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En el verano de ese mismo año lancé mi primer single. Por fin había decidido dedicarle tiempo a lo que de verdad quería, que era la música, y en ese aspecto me sentía mejor que nunca. Tengo que reconocer que cada vez que recibía un mensaje de Álex me alegraba el día. Creía que habíamos conseguido esa estabilidad de tenernos sin hacernos daño pero ¿íbamos a conformarnos con eso?

En septiembre empezó mi gira por España, Italia y Latinoamérica y aunque me hacía súper feliz recibir el calor de la gente, no estaba satisfecha del todo. Me faltaba algo. Me faltaba ella.

En un acto inesperado por mi parte, una noche después de un concierto decidí salir de fiesta y beber un poco de vino. Los últimos años había sido muy anti alcohol, pero pensé que por una vez y por un poquito no pasaría nada; me ayudaría a relajarme.

Sobra decir que después de tanto tiempo a la segunda copa ya tenía un punto y a la tercera estaba borracha. Como suele pasar en esta vida, cuando buscas algo de forma desesperada en el lugar equivocado suele devolverte lo contrario. Aquellas copas no me relajaron en absoluto. Estaba en Nápoles y no podía dejar de pensar en ella y en esa noche. Me encendí enseguida recordándola y como no quería hacer ninguna tontería con nadie decidí volver al hotel. Y mientras estaba tirada en la cama, incapaz de dormir y con mi cuerpo hipersensible, decidí llamarla. Nunca habíamos hablado por teléfono pero si no podía tocarla necesitaba escucharla por lo menos. Contestó al instante, sorprendida. Enseguida notó que estaba borracha y me preguntó a qué se debía, si ahora bebía.

Incendios de nieve (Blumettra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora