XV

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Me había quedado helada. Las manos me temblaban al igual que mis piernas, el tacto de sus manos sobre mi cintura y su respiración agitada detrás de mi nuca era desesperante.

Me solté de su agarre y me di la vuelta para quedar frente a el.

Sus ojos estaban rojos e hinchados, su nariz roja y sus mejillas del mismo color.

—Escúchame— suspiró —Yo, de verdad fui un idiota contigo, ¿de acuerdo?— puso su mano en mi mejilla.

Yo no respondí. Mantenía mi mirada fija en cada una de sus expresiones.

—Te echo de menos— susurró con la mirada en el suelo.

—Yo te eché de menos en un principio y a ti no te importo— puse mis manos en su pecho. 

Inconscientemente apreté la tela de su camisa con fuerza, mi vista se nublo, las lagrimas aparecieron de nuevo y con mas intensidad.

  —¿Por que a mi debería de importarme?—  susurré mientras levantaba mi mirada hacia a el.

El abrió sus ojos con confusión. Sus labios temblaban como si trataran de decir algo.

En un movimiento rápido me acorraló con sus brazos a la pared.

Su rostro estaba a unos centimetros del mío, oligándome a mirarlo de frente.

—Deja de mentirme, joder— dijo en un grito —Deja de mentirte a ti— habló de nuevo mientras bajaba la voz.

—Basta— lo empujé lejos de mi —Solo dime que es lo que quieres, ¿a qué diablos veniste? Por si no recuerdas el que tiró todo por la borda fuiste tú. Tienes una relación, eres feliz, ¿por qué vienes a joderme a mi?— grité.

—Yo no quiero a Antonella, ______. ¿Me escuchas?— gritó de vuelta —Te quiero a ti, tonta— me señaló —Te e querido a ti siempre, ¡siempre! Yo soy un cobarte y ese es el maldito problema— pasó sus manos por su cabello.

Lucía desesperado, pedido.

En mi vida había conocido alguna persona tan drástica, tan tequiosa.

Tan bipolar como él lo era.

Me dolía pero no podía, no podía aceptarlo con los brazos a biertos, como si nada hubiera pasado.

Como si estuvieramos meses atrás, en Japón, dónde ambos ibamos por el buen camino.

Pero él no lo quiso así. Y yo no hice nada para cambiar los hechos, no tenía un porqué más sólido.

Sus palabras no tenían sentido.

Y el no tenía ningún derecho.

—Solo vete, ¿está bien?— le dí la espalda —No quiero verte.

—No iré a ninguna parte, no hasta que me digas que es lo que de verdad piensas, no a hasta que dejes tu orgullo de lado y dejes de mentirme, de mentirnos a ambos— habló con más tranquilidad —Por favor, dime que sientes por mi, ______.

—Te voy a decir lo que pienso si así lo deseas— me volteé hacia él —Pienso que eres un maldito idiota, que no sabes lo que quieres y todo esto no es más que un capricho de tu parte. Y dejame decirte, las cosas no son así. Quizás estoy hablando de más, pero por un momento pensé que me querias, ¿sabes? Tú creaste que lo pensara, como también hiciste pedazos ese pensamiento, te quise, te aprecié como una obra de arte inigualable— hice una pausa —"El magnifico Yuri Plisetsky"— reí —Si claro.

—Lo siento— susurró —Lo siento, lo siento, en serio lo siento— desvió la mirada —Lamento haber sido tan injusto contigo. Lo reconozco, solo pensé en mi en ese momento, y joder, cuanto me arrepiento— apretó sus puños.

Analizé su estado. Estaba tratando de tranquilizarse a sí mismo.

Pero no funcionó.

Se acercó a mi a toda velocidad, regresandome a mi estadía en sus brazos.

—Escuchame bien, Katsuki—  su voz se escuchaba quebrada, pero a la vez segura —Me enamoré de ti, incluso tuve la tonta idea de recurrir a Viktor en ese momento. Me volví loco después de volver a Rusia y no haber cumplido mi palabra, todo en mi carrera se había complicado, no quería saber nada de ti porque pensé que tú eras la culpable, cuándo el imbécil aquí siempre e sido yo. Antonella llegó a mi vida y se convirtió en mi distracción, hace unos días me enteré de tu estadía aquí, hablé con Viktor y decidí que esto sería lo correcto. Te juro que puedo mandar todo a la mierda en este momento, por tí.
Solo dame la oportunidad de continuar, de reparar el daño que hice, como debí hacer meses atrás— me miró suplicante.

No pude evitar envolver mis bazos en su cuerpo, dejando mi cabeza en su pecho.

No necesitaba más.

Sus tontas pero entendibles palabras habían tocado mi corazón, me parecía de lo más tierno.

Pero seguía siendo un idiota.

—¿Puedo tomar eso como un sí?— acarició mi cabello.

Negué con la cabeza a lo que el me tomó por los hombros y me obligó a mirarlo a los ojos.

—Por favor— suplicó.

¡Kya! Siento que voy a morir de la ternura.

—Eres un imbécil, Plisetsky— solté una risa. Puse mi mano en su mejilla y comencé a acariciarla sin dejar de mirarlo.

Después de todo si podía aceptarlo con los brazos abiertos, como si nada hubiera pasado.







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Draw ➵ Yuri Plisetsky y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora