Capitulo 3

69 20 4
                                    

Mi infancia.

Mi primer ataque de asma.

Ese día jamás podrá ser borrado de mi mente, lo recuerdo a la perfección, como si una escena se repitiera una y otra vez en mi cabeza, como si fuera ayer, como un tatuaje en mi memoria, el final de mi inocente niñez y el comienzo de una nueva y más realista vida.

En ese entonces tenía amigos, muchos, y es un poco difícil de creerlo ya que todos creen que siempre fui muy antisocial, pero no es así, no era así, yo fui feliz con amigos, con personas, no me molestaba su presencia, antes era muy social.

Era un día común en el jardín de niños, tenía alrededor de 6 años, y como la niña normal que era, jugaba a las escondidillas, con todos los niños de mi curso, era mi juego preferido, y era muy buena, siempre era la última en ser encontrada, es curioso, hay costumbres que no se pierden, el no ser encontrada era una de ella.

Me escondía en muchos lugares, pero mi preferido y el que más frecuentaba, era un gran árbol, que estaba en una esquina del patio de juegos, era algo alto, tenía que escalar para llegar al punto perfecto donde nadie me viera, solía ver desde ahí los escondites de todos los demás, pero nadie sabía o veía donde estaba el mismo. Era gracioso ver las caras de todo gritando mi nombre, y sus impresiones al verme de la nada frente a ellos, pero era inteligente, me escabuia por otros lugares para no dar ideas de donde estaba mi escondite, era todo risas y felicidad de una pequeña niña inocente que no conocía la realidad de la vida, pero pronto se enfrentaría a ella, aunque no supiera que sería su ultimo día así, feliz

La pequeña niña que buscaba a los demás, aún recuerdo su nombre Gabriela, le décimos Gaby, ella corría entre los arbustos y juegos del patio, en busca de todos los niños y sus escondites, muchos de ellos eran muy predecibles, eso no era lo mío.

Apoyaba mis pies en las gruesas ramas, asegurándome de no caerme en ningún momento, sólo esperaba el momento perfecto para salir y sorprender a todos como siempre. Poco a poco la pequeña Gaby iba encontrando a todos y cada uno de los pequeños, y yo seguía sin hacer aparición. Por un momento todo el grupo se fue a buscarme al lado contrario de donde yo me encontraba escondida e iba aprovechar el momento.

-¿Qué haces ahí arriba?- dijo un niño apareciendo de pronto frente al árbol y tomándome por sorpresa completamente.

Jamás lo había visto en mi vida, a mi parecer era nuevo.

Muy pronto, cuando lo observe bien el aire dejo mis pulmones y no podía respirar, lo que hizo que perdiera el control de mi agarre en el árbol y resbale, cayendo en el suelo, lastimándome mis piernas al caer.

Ni siquiera podía gritar, la falta de aire me lo impedía, no sabía que me pasaba, y el pánico me invadió al sentirme completamente asfixiada.

Divise a lo lejos a mis amigos y compañeros corriendo hacia mí y las maestras intentando comprender que me estaba pasando, llamaban a las ambulancias desesperadas, y mantenían a los demás niños lejos de mi débil cuerpo.

Escuche las ambulancias llegando, sentí a los medicaros tomando mi cuerpo y poniéndolo en una camilla para llevarme al hospital, después ya no supe nada más, caí inconsciente.

Nunca supe realmente cuanto tiempo estuve inconsciente, pero si hubo algo diferente en mi cuerpo, no sentía las piernas.

Los doctores dijeron que por la forma en la que caí perdí la movilidad en las piernas, estuve casi dos años en silla de ruedas, y con terapias pude volver a caminar como una persona normal, nunca me dieron muchas esperanzas, y hasta cierto punto creyeron que era un milagro que estuviera caminando.

Cuando llegue a la escuela en silla de ruedas, absolutamente todos los niños se apartaban de mí, nadie se me acercaba y todos los amigos que tenía nunca más me volvieron a hablar, me quede sola, encontré cariño en mi madre, ella fue quien me ayudo a salir adelante, eran difíciles los días en la escuela, pero comencé a ignorarlos.

Mi carácter comenzó a cambiar, no buscaba amigos, me concentraba en la escuela, mi mentalidad cambio mucho.

Luego llego Josh, un día en el jardín, y decidió acercarse a mí, yo le era totalmente indiferente pero él no se rindió hasta que llego a ser el amigo que es hoy para mí.

Así es, soy como el típico chico malo con un pasado terrible, un gran cliché, pero a mí no me gustan los clichés, no cumplo los estándares que los chicos malos tienen, soy solo yo.

Tal vez piensen que es muy ridículo cambiar por algo así, pero era una niña, no sabía lo que hacía, y ese estilo de vida fue haciéndose más parte de mí, hasta gustarme.

Y aprendí a no esperar nada de nadie.

VibrantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora