8. El Torneo de los tres magos.

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Hacía ya una semana desde que Cedric había irrumpido en la mesa de Ravenclaw durante el desayuno. Le había dicho a Andrea que tenía que hablar con ella urgentemente, y se marchó alegremente con una amplia sonrisa sobre los labios.

Andrea no se había hecho esperar, y nada más escuchar el ruido de la campana al inicio del recreo, había corrido a buscarle.

— ¿Ves esto? —le había dicho Cedric, enseñándole a su prima un pedazo de pergamino. Andrea, aún con la mochila al hombro y el pelo revuelto por el aire del jardín, le arrebató el pergamino de las manos, y lo comenzó a leer con voz de locutor de radio.

— "Los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegarán a las seis en punto del viernes 30 de octubre. Las clases se interrumpirán media hora antes" —leyó Andrea—. Eh, eso está bien. ¡Media hora menos de clase!

Cedric rió y rodó los ojos: Drea no cambiaría nunca.

— Me voy a presentar.

Aunque Cedric lo había dicho con la mejor de sus sonrisas adornándole la cara, Andrea no fue capaz de sonreír.

— ¿Qué vas a hacer qué? —preguntó, perpleja.

— ¡Me voy a presentar al torneo! —repitió, dejando escapar una risa nerviosa.

— ¿Qué? ¡Cedric Diggory, ha muerto gente en ese torneo!

A Cedric se le borró poco a poco la sonrisa. No esperaba en absoluto aquella reacción por parte de su prima.

— Ahora es distinto. Hay más medidas de seguridad.

— Pero... —empezó a decir Andrea.

— ¿No quieres que me presente? —le interrumpió Cedric—. ¿Es eso?

La chica cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra y bajó la mirada, nerviosa. Se recolocó a mochila, sin atreverse a responder. ¡Claro que no quería que se presentara! ¿Qué clase de pregunta era aquella?

— Drea, respóndeme. ¿No quieres que me presente? —dijo de nuevo, muy serio.

— No es que no quiera. Yo solo... —levantó la vista y miró a su primo. Estaba tenso, con los brazos cruzados. Andrea suspiró—. Es solo que me da miedo que te pase algo. ¡No me mires así! ¡Me preocupo por ti, Cedric! ¿Acaso tú no harías lo mismo si fuera yo la que me quisiera presentar? ¿No te preocuparías?

— Yo no...—Cedric apartó la mirada y relajó su postura—. No me pasará nada.

Cedric hizo una pausa, y volvió la vista hacia su prima.

— Drea, necesito que me apoyes en esto. Por favor. Sé que no hay muchas posibilidades de que me cojan, pero... Si me eligen...

— Si te eligen te apoyaré —dijo, terminando su frase—. Te apoyaré aunque no esté de acuerdo del todo.

"Necesito que me apoyes", había dicho Cedric. ¿Cómo se suponía que iba a apoyarle mientras él se dedicaba a jugarse la vida?

Eran las seis de la tarde. Las seis de la tarde del 30 de octubre. Todos los alumnos estaban en fila frente al colegio, esperando algo que no sabían muy bien dónde, cómo, ni cuándo aparecería. Pero Andrea no estaba de humor para eso.

No podía sacarse de la cabeza las palabras de su primo, ni siquiera cuando un enorme carruaje tirado por caballos alados bajó del cielo. Sophia, por otra parte, se puso de puntillas para escudriñar los rostros de los alumnos de Beauxbatons, ajena a los pensamientos de Andrea. Enseguida se dio cuenta de que todos rondaban los dieciocho años, por lo que era imposible que encontrara por allí a ninguno de sus primos. Sin embargo, siguió buscando. Miraba detenidamente a los alumnos franceses, intentando identificarlos, buscándolos en fotos escolares o cualquier cosa.

Recuerdos del futuro | El Trío de Plata (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora