12. Flor de acónito.

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— Buenas tardes a todos, y bienvenidos a vuestra tercera y última clase de baile. Espero que al terminar, las chicas seáis capaces de girar sin tropezar —Flitwick miró a Andrea de reojo—... y los chicos de elevar a vuestra pareja sin tocarla más de lo debido.

Las risas estallaron entre los alumnos, que se señalaban entre ellos, buscando a los culpables del comentario del jefe de su casa. Flitwick apagó las risas retomando su discurso.

— Continuaremos donde lo dejamos en la clase anterior. Colocaos con vuestra pareja habitual, deprisa.

Nora observó a Andrea y Cody colocarse entre risas, deseando poder gritarle a Drea lo que había descubierto hacia apenas unas horas. Aún no había encontrado el momento adecuado, quizás pudiera contárselo tanto a ella como a Sophia cuando acabara la clase.

Trató de apartarlo de su cabeza y se centró en la clase, volviendo a centrar su vista en la pareja de rubios.

A ellos no les preocupaba demasiado el baile, solo procuraban pasarlo bien, sin preocuparse por resultar ser un dúo bastante torpe. No era como si a Nora no le importase bailar mal, pero prefería no obsesionarse con su ritmo lento o sus pasos torpes. Si podía tocar complicadas sonatas a piano, conseguiría coordinar sus pies para bailar un tres por cuatro, por muy complicado que fuese. O al menos eso esperaba.

Un chico de ojos oscuros se acercó a Nora tímidamente, y se colocaron en silencio. Flitwick había hecho las parejas, basándose en sus propios datos, aunque había dejado que quienes ya tenían acompañante para el baile, se colocaran juntos, como por ejemplo había sido el caso de Andrea y Cody o el de Harper, quién aunque no tenía la edad suficiente como para ir al baile, asistía a las clases como la pareja de un enorme chico de quinto.

— Nora —dijo el chico en un susurro, cuando notó que su compañera no había notado el sonido de la música. Estaba demasiado concentrada en el recuerdo de la clase de Pociones, en el libro de Leighton abierto sobre su regazo, en el líquido violáceo derramado sobre las páginas...—. Los demás... Ya están bailando.

Nora abrió os ojos y notó como su pelo se comenzaba a tornar cobrizo por la sorpresa. Asió con algo más de fuerza el hombro del chico y comenzó a ejecutar los pasos de memoria más rápido de lo debido, tratando de pillar el compás.

— Lo siento, Connor —se disculpó Nora, tratando de concentrarse en evitar que su piel se colorease.

Connor sonrió y le quitó importancia.

Nora no entendía en qué se había basado Flitwick para ponerla de pareja con Connor Denman. Connor era demasiado alto, y bailaba demasiado bien para ella. Tenía el pelo castaño claro despeinado y ligeramente rizado. Su rostro tostado estaba plagado de pecas rebeldes que parecían seguir por su cuello hasta sus hombros, y sus ojos exageradamente oscuros se movían constantemente, fijándose en cada detalle de la sala. Evitando mirar a Nora.

Era un chico tímido, y quizás por sus ojos, a Nora le daba la impresión de que también era un soñador. Normalmente se movía de forma torpe, y Nora había escuchado varias veces durante las clases como se le caían los libros y las plumas al suelo una y otra vez.

Pero cuando bailaba era otra persona. Nora jamás había imaginado que se podía mover con tanta seguridad. Probablemente no se habría dado cuenta nunca si no hubiera tenido que bailar con él durante las clases.

Connor alzó uno de sus brazos, dejando espacio a Nora para girar por debajo. La chica tropezó con sus propios pies, y Connor volvió a colocar la mano en su espalda justo antes de que se chocase con la pareja de delante.

— Bailas demasiado bien para mí —admitió Nora, volviendo a comenzar con la secuencia de pasos, preparándose mentalmente para cuando Connor la elevara. Normalmente le costaba seguirle el ritmo, y aquel día era todavía peor. Le estaba resultando demasiado difícil concentrarse en algo que no fuera aquel estúpido libro de Adivinación.

Recuerdos del futuro | El Trío de Plata (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora