21. La tercera prueba.

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Andrea todavía no podía ver con claridad, y no sólo por la densa niebla gris que cubría toda la habitación, sino porque sus ojos parecían haberse acostumbrado a la oscuridad de su visión.

Notó como un par de brazos se cernían alrededor de los suyos, y casi se asustó al notar que perdía movilidad otra vez. Su vista comenzaba a adaptarse a la luz de mediados de mayo que se filtraba por la ventana cuando sintió cómo alguien apoyaba la cabeza en su hombro, con cuidado. ¿Estaba llorando?

Andrea respondió al abrazo, confusa, y pudo ver de cerca uno de los mechones de pelo azul oscuro de Nora.

— Eh... —le dijo, tratando de consolarla. ¿Qué habría visto Nora? ¿Qué podría haber sido tan malo como para echarse a llorar así? Se suponía que al decir la tercera palabra, Nora tendría que haber visto a su familia, ¿no?

Aunque, pensándolo mejor, ella había dicho la primera, y no había asistido a ninguna boda.

Nora negó con la cabeza aún apoyada en el hombro de Andrea, y se retiró bruscamente. Sujetó a Andrea por los hombros, y se secó las lágrimas con el dorso de la mano con violencia.

— Escúchame bien, Andrea —dijo, con la voz temblorosa. Andrea no se atrevió a moverse—. No puedes dejar que Cedric... No le dejes participar en la tercera prueba, ¿está bien? Yo... he visto... —Nora dudó, buscando las palabras adecuadas para construir la frase, y Andrea parpadeó atónita—. No dejes que lo haga, por favor. No dejes que participe.

— ¿Qué has visto? —dijo Andrea, temiendo la respuesta.

Nora tragó saliva, y se dispuso a contar todo lo que había visto. Evitó dar detalles, aunque en su cabeza la escena no hacía más que repetirse una y otra vez. Para cuando terminó, Andrea se había quedado pálida como la cera.

— No. Eso es imposible. Nora... Una cosa es ver un lince que habla, o... a mi supuesto futuro marido, por muy raro que fuera. Pero otra cosa muy diferente es predecir una muerte, ¿entiendes?

— Yo sólo os estoy diciendo lo que vi —se defendió Nora—. Creí que querrías saberlo.

— ¡Cedric es mi primo! ¡Y me estás diciendo que va a morir, me estás diciendo que le has visto muerto!

— Esto se nos está yendo de las manos —dijo Sophia, quién hasta el momento se había mantenido apartada de la conversación—, tenemos que hablar con alguien más, con algún profesor o...

— No, no vamos a hablar con nadie porque nada de eso que hemos visto es cierto, ¿no os dais cuenta? —dijo Andrea. Todas las dudas que hubiera podido tener al respecto se habían despejado, dejando a la vista la evidencia: no podía ser cierto, era imposible—. Sabía que no tenía que aceptar a hacer esto otra vez, os está volviendo locas. Quiero decir... ¿Cómo podéis creer que estas cosas vayan a pasar? Las primeras visiones que tuvimos ya eran disparatadas, ¿no os acordáis? Bueno, las de Sophia suelen ser más... realistas, pero... ¡Qué nargles! ¡Patronus que hablan, y que declaran la caída del Ministerio de Magia! ¿Qué se supone que piense? ¿Que tres brujas ridículas predicen el futuro en su primer año aprendiendo magia? Llamadme incrédula si queréis...

— Drea, precisamente porque es tu primo. Yo no me podría quedar parada al oír algo así —dijo Sophia—. ¡No podemos tomarlo como una locura porque aquí todo es una locura, Merlín!

— No vamos a hacer nada, ¿está bien? —repitió Andrea—. Mi primo va a participar en esa prueba y gane o pierda va a salir exactamente igual que entre.

— ¡Andrea, por favor, tienes que creerme! Tenemos las evidencias suficientes como para creer que esto puede llegar a ser una realidad —habló Nora.

Recuerdos del futuro | El Trío de Plata (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora