20. Varitas preparadas.

25 5 0
                                    

Se estaba moviendo. Todo su cuerpo se estaba moviendo, caminando deprisa, sin llegar a correr. Las manchas borrosas que veía frente a ella se fueron definiendo, hasta formar las espaldas de un grupo de chicos, que caminaban apenas un metro por delante de ella.

Sin embargo, no estaba caminando la última ella sola. Podía sentir como otras dos chicas caminaban una a cada lado. Aunque no había girado la cabeza, Andrea sabía que esas dos chicas eran Sophia y Nora. Probablemente una versión futura de ellas.

Andrea trató de reunir los datos que sabía hasta el momento, sin poder dejar de moverse. Aquella mañana, nada más levantarse, habían dicho el hechizo exactamente en el orden planteado. Primero ella, después Sophia y para terminar, Nora. Tal y como habían esperado, las tres desaparecieron en ese mismo orden. El hechizo había vuelto a funcionar, y para su fortuna, no estaba viendo lo mismo que la vez anterior. Seguía sin hacerle ni pizca de gracia el tema de desvelarse a sí misma su futuro, sobre todo después de leer lo que leía la carta de Sophia, pero hizo un esfuerzo en centrarse en la visión.

Se preguntó si Nora y Sophia estarían viendo lo mismo que ella, notando como sus tres cuerpos avanzaban a la vez, balanceando los brazos. De cualquier forma, no había manera de que se comunicaran entre ellas mientras no pudieran moverse por sí mismas.

Andrea sentía cómo su corazón palpitaba con fuerza, e intuyó que estaba pasando algo importante.

— Es esta —dijo una voz entre el grupo que se alzaba frente a sus ojos. Sus rostros se afirmaron un poco más en la seriedad, si es que eso era posible. El portador de la voz, que parecía el líder de la expedición habló de nuevo—. Es por aquí...

El líder, que encabezaba al grupo, se giró hacia ellos, y entonces Andrea supo porque esa voz le resultaba familiar. Reconoció su cicatriz al instante: era Harry Potter.

Su mano se cerró un poco más fuerte a su varita, y por primera vez fue consciente de que todos sujetaban sus varitas de la misma forma. Sus nudillos estaban comenzando a adquirir un color blanquecino por la presión. Andrea estaba comenzando a asustarse. El grupo se había parado frente a una puerta. Segundos después, escuchó el chirrido que emitió la puerta cuando Harry la empujó.

Parecía que su destino era aquella sala oscura, de techo elevadísimo, como el de una gran iglesia muggle. Estaba plagada de estanterías altas cuya distribución recordaba a la de la biblioteca de Hogwarts. Solo que en las estanterías no había libros, si no unas extrañas y polvorientas esferas de cristal, iluminadas débilmente por una serie de candelabros.

Tras posar su mirada en la sala, Andrea se fijó en el extraño grupo. No habían cambiado demasiado en comparación con su visión anterior, apenas tendrían uno o dos años más.

Andrea localizó a un par de Weasleys junto a Harry, que probablemente serían Ronald y su hermana. La chica de alborotado cabello castaño debía ser Hermione Granger, y junto a ella un chico de apariencia torpe al que no reconoció.

Una chica de cabello rubio y aspecto soñador se acercó a ellas tres. Llevaba puesto el uniforme de Ravenclaw, y Andrea la conoció casi en seguida. Era Luna Lovegood. La conocía vagamente, de verla por la sala común, y desayunaba cerca de ellos. Además, Mia Thomas le había hablado de ella y de sus extrañas costumbres en más de una ocasión.

Andrea se estremeció. Hacía frío, podía sentirlo aunque no estuviera realmente allí. Las llamas azuladas de los candelabros, que le recordaban al fuego de la sala común de Ravenclaw, no hacían nada por evitar aquella sensación.

— Dijiste que era el pasillo número noventa y siete —susurró Hermione, mirando a Harry. Andrea alzó la vista hacia la estantería más cercana, que tenía grabada el número cincuenta y tres en una placa plateada. El grupo comenzó a moverse cuidadosamente hacia la derecha, buscando la estantería que Hermione había dicho. Andrea intuía que esta era tan solo otra de las muchas aventuras en las que, según le habían contado, estaban inmersos Hermione, Ron y Harry, pero no entendía qué pintaban ellas tres allí.

Recuerdos del futuro | El Trío de Plata (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora