2. ¿Qué clase de broma es esta?

190 9 0
                                    

Nada más ver a su primo, Anne y Axel saltaron de sus camas, y como si fuera algo habitual, corrieron a abrazar a Cedric como si no hubiera aparecido de la nada.

Andrea se había levantado por puro instinto. Aunque había agarrado un bolígrafo de la mesilla de noche y parecía estar dispuesta a defenderse con él, permanecía paralizada frente a su primo y le miraba asustada. Cedric le sonrió un instante, divertido, y luego bajó su mirada para devolverles el abrazo a sus primos pequeños.

— ¡Cedric! —gritó Anne, abrazándole con fuerza, como si temiera que se escapara—. ¡Has vuelto!

Cedric rió y alzó en brazos a la niña y le revolvió el pelo a Axel. Andrea bajó el bolígrafo, sorprendida por la impasividad de sus hermanos.

— Pero Axel, ¿cómo has crecido tan rápido? —preguntó. Axel se limitó a sonreír orgulloso—. ¿Qué tal llevas lo del equipo de Quidditch?

— ¡Genial! —exclamó el niño, emocionado—. ¿Y tú? ¿Has traído tu escoba nueva? ¡Déjame verla, por favor!

— La tengo en casa, pero no te preocupes, cuando vengáis te dejaré usarla —Axel sonrió conforme, y sólo entonces, abrió mucho los ojos, se tapó la boca con las manos y se giró bruscamente mirando a su hermana.

Andrea pestañeó un par de veces, y Axel decidió actuar como si no hubiera dicho nada en cuanto escuchó de nuevo la voz de su primo.

— ¿Sabéis qué? Os he traído algo a vosotros dos —ágilmente, dejó a Anne en el suelo de nuevo y rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta—. Quizás estén un poco... deteriorados por el viaje...

Entonces, Andrea reunió el valor para responder a Cedric.

— ¿Viaje? ¿Cómo que viaje? —exclamó, apuntándolo con el bolígrafo—. ¿Llamas a eso "viaje", Cedric?

Cedric volvió a sonreír, y finalmente les entregó a los dos niños un par de paquetes pentagonales idénticos. Cuando los abrieron, una pareja de ranas de chocolate huyeron de la caja y comenzaron a saltar por toda la desordenada habitación del hotel, siendo perseguidas por Axel y por Anne.

Andrea no pudo hacer otra cosa que abrir mucho más los ojos, y apartarse torpemente cuando una de las ranas hizo un ademán de saltar hasta su pie.

— ¡Cedric! ¿Quieres hacerme el favor de explicarme qué hacen dos trozos de chocolate saltando por mi habitación?

Cedric se quedó un instante mirándola en silencio, tratando de contener la carcajada que se le escapaba de los labios.

— Ya sé lo que te pasa —concluyó—. Crees que no te he traído nada.

— ¿Pero cómo puedes pensar en regalos ahora? ¡Cedric, esto es serio! ¡Has aparecido de repente y has soltado a dos... dulces saltarines que han vuelto locos a mis hermanos! ¿Sabes lo que significa eso? ¡Que van a comerse algo que, técnicamente, ha estado en el suelo!

Cedric, sin poder contener más la risa, le tendió un sobre amarillento a su prima más mayor.

— ¿Qué...? —preguntó cogiéndolo extrañada.

— ¿Pero qué es este escándalo? —la señora Diggory irrumpió en la habitación, seguida de su somnoliento marido. Tanto Anne como Axel se pararon en seco y miraron a su madre asustados—. ¿Acaso queréis que nos echen del hotel?

El señor Diggory, por su parte, no tardó ni un segundo en advertir la presencia de su sobrino.

— ¡Cedric! —dijo, dándole un abrazo.

— Traigo buenas noticias —comentó Cedric, señalando a Andrea con la cabeza. La chica examinaba con curiosidad la carta, y abría con cuidado el sobre rompiendo el sello.

Recuerdos del futuro | El Trío de Plata (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora