Capítulo 18. Eres un ser humano despreciable.

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Un sonido constante en la puerta es lo que me despierta en la madrugada, y veo como Mia se lleva un cojín a la cabeza, lo que significaba que tendría que abrir yo.

—¿Qué hacen aquí?

Sara decide ignorar mi pregunta y entra como si se tratara de su propia habitación. Ana y Raquel me miran esperando invitación y les sonrió haciéndome a un lado mientras escucho a Mia gritar porque Sara se ha acostado sobre ella.

—¿Por qué me trajiste aquí, Sara? —pregunta Raquel sentada en el piso y yo me le uno recargándonos en la pared mientras nuestras amigas están en la cama.

—Son las cuatro de la mañana—expone Mia con reproche.

—En Los Angeles son las siete de la noche—dice mi estilista con una sonrisa inocente que solo se gana odio de nuestra parte—. De acuerdo, lo siento, pero esto es urgente.

Comienza a sacar su celular del bolsillo de sus shorts y todas la miramos esperando a que hable... la verdad es que tenemos tanto sueño que nuestro cerebro no logra modular nada.

—James me escribió.

La sorpresa ha hecho que el sueño se vaya, pues nos acercamos a la castaña en cuanto reaccionamos a la noticia.

—¿Qué dice?

—Al parecer, Shawn los invito al hotel para poder verlos—explica mientras nosotras leemos el mensaje—. Solo me contacto para avisarme y así que no fuera una sorpresa, y que no hubiera tanta incomodidad.

—Connor no mencionó nada—comenta Raquel y yo suelto una risa.

—Seguro quería sorprenderte y ahora Sara lo ha arruinado.

La respuesta parece tener sentido para mi amiga también, pues juntas comenzamos a reír.

—¿Cómo te sientes, nena? —le pregunta Ana, quien está acariciando su espalda como consuelo. En definitiva, su instinto maternal ha aumentado.

—Tengo miedo—responde con la mirada perdida—. Hace tres años que no lo veo, pero sé que su presencia me recordara varias cosas.

—No tienes que verlo.

Niego rápidamente hacia el comentario de Mia. —No, ella necesita hacerlo, necesita enfrentar ese miedo. La única manera de que el dolor se vaya es que hagas la paz con lo que pasó.

—¿Te consideras a ti misma una buena amiga? —pregunta con una mueca y yo le doy un zape que le hace reír. Masoquista—. Tienes razón, es momento de cerrar esa etapa. Además, soy una mujer adulta y madura.

—Sí, claro—el sarcasmo de Raquel es notorio, lo que hace que termine con ella en el piso—. Era broma.

—Además, si te llegas a sentir mal siempre le podemos echar la maldición del chupa cabras.

Las tres miran a Mia confundidas mientras yo suelto una carcajada. Cuando era pequeña y solía enojarme con mis amigos los amenazaba con lanzarles la maldición de un ser mitológico de Latinoamérica, y como ellos nunca habían escuchado sobre que era una leyenda, se lo creían. Novatos.

—Por favor dime que no sigues creyendo eso—pido con diversión y su cara de confusión me confirma todo—. Mia, esa maldición fue producto de una Alexa de once años.

—Toda mi infancia es una mentira ahora.

—Oh vamos, no es para tanto.

—¡¿Me estás diciendo que pude haber ganado las escondidas sin que una maldición me cayera?! —cuestiona un tanto alterada.

Evolution| Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora