Especial. Y que a pesar de la distancia te voy a querer.

2.1K 159 23
                                    

—En serio odio esto—murmuré mientras que Amélie ajustaba el vestuario.

—Quédate quieta, pequeña.

—Fácil para ti decirlo, no tienes a alguien clavando alfileres a tu cuerpo.

Ella soltó una carcajada y siguió haciendo su trabajo mientras que Raquel me observaba divertida.

—No está clavando alfileres a tu cuerpo, sino al vestido que llevas puesto.

Miré a Raquel con confusión. La verdad me importa muy poco si los alfileres iban al vestido a mí, solo sabía que me ponía de nervios tener algo puntiagudo tan cerca. —Si me picas yo te picaré con uno.

—Siempre tan bromista, Alexandra—respondió Amélie soltando otra carcajada.

Por su parte Raquel comenzó a reír con ella sabiendo que lo que yo decía era verdad.

—Listo, ahora quítalo con cuidado.

—Gracias Amélie, no merecemos tus dones.

Ella me sonríe y seguidamente entré a un vestidor y en un par de segundos el glamour se fue de mi apariencia para ser reemplazado por una sudadera que me quedaba bastante grande y legins. Salí con decisión y una vez que nos despedimos de la modista, nos encontramos con Ana y Sara.

—¿No te picó? —preguntó Ana tocando mi cara con dramatismo, haciéndome reír.

—En serio deben de superar su miedo a las agujas.

—¿Disculpa? Yo no amenace a una modista por estar haciendo su trabajo—comentó Sara divertida.

Señalé a Raquel e hice un ruido de indignación, haciéndolas reír: —¡Traidora!

Subimos al taxi y recuerdo mirar por la ventana en todo el trayecto al aeropuerto, estando demasiado cansada como para mantener una conversación con las chicas, quienes no paraban de hablar.

Habían pasado dos meses desde que el tour había acabado y casi tres desde que había conocido a Sebastián. Me había vuelto más cercana al colombiano desde entonces; luego de pasar una semana en México por tour de ambos tuvimos que separarnos y seguir con nuestro trabajo, sin embargo, la comunicación nunca se cortó y la ausencia del otro no se hacía notar pues parecía que no nos habíamos separado.

Me gustaba y mucho, pero a pesar de haber compartido aquel beso en Colombia, el chico y yo no habíamos vuelto a hablar del tema, o en su defecto tampoco habíamos compartido otro beso. Si bien seguíamos siendo cariñosos con el otro, Mia me había advertido que no me ilusionara, pues quizá el solo quería mantener una amistad y siendo sincera yo estaba bien con eso.

En fin, luego de la gira mi trabajo no paro pues tuve que entrar al Jingle Ball y decir que estaba drenada de energía era poco.

Luego en el vuelo lo único que hice fui dormir, hasta que el capitán informó que llegaríamos a Pittsburgh en unos minutos.

—Sara estas empañando la ventana con tu aliento—dije en un bostezo, pues la situación me divertía muchísimo.

—¡Es que ya quiero ver los regalos! —con Ana y Raquel la miramos con una ceja alzada y ella se sienta bien en su asiento cual niña regañada—. Eh digo, a mi familia, sí eso.

Rodamos los ojos divertidas cuando el avión comenzó a aterrizar. Era 24 de diciembre, razón por la cual volvíamos a casa por un buen rato; con Simon había hecho un trato: grabaría otro disco, pero tendría un descanso de un año o podría olvidarse de su mina de oro, así que esperaba poder relajarme un poco estando ahí.

—¿Sabían que pasaremos navidad juntas? —cuestionó Raquel viendo su teléfono, mientras que la última maleta de Sara sale de la banda.

—Mis padres comentaron algo—Ana tomo sus maletas y comenzamos a caminar a la salida—. Creo que será en tu casa Sara, porque es la más grande.

Evolution| Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora