Capítulo 4

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Observando la puerta metálica que solo había traspasado para quitar sus puntos y hacer sus curas en las últimas tres semanas, Lauren dio un suspiro desolado mientras la brisa invernal movía la falda negra de su uniforme que le caía hasta las rodillas y a su misma vez, las hojas del árbol bajo el que descansaba.

Releyendo por segunda vez Sebastian Darke, Príncipe de los Exploradores, el libro favorito de Nathaniel que éste mismo le había regalado, escuchaba de fondo al resto de niños que estaban viviendo su misma situación, solo que éstos al menos se relacionaban entre sí.

Desde el primer día dónde le asignaron una cama en la amplia habitación exclusiva para niñas, éstas, las cuales eran en su mayoría extranjeras, le hicieron cientos de preguntas. Sin embargo, Lauren ni pudo, ni quiso responderlas al sentirse cohibidas por todas ellas. Por desgracia, lo único que consiguió fue que 'mudita' fuese su nuevo mote.

Notando las cortezas del roble en su espalda, con cuidado de no rozar la quemadura tapada por la venda, se levantó del césped dispuesta a volver al interior al sentir el frío sobre su pálida piel. No obstante, por mucho que quiso aligerar su paso, un chico la detuvo, concretamente el mismo que se había propuesto molestarla todos los días.

-  "Vaya, mudita, ¿Qué llevas ahí?" dijo, arrebatándole el libro de las manos. "Oh, la misma basura de siempre" rio amargamente, mostrando sus dientes doblados. "Supongo que te gustará mucho, ¿no?" preguntó, consiguiendo que Lauren asintiera con miedo. "Sería una pena que alguien lo destrozara" añadió.

No. No puedes hacerlo, Damian. Es un regalo de Nathan.

-  "Te propongo algo" siguió, colocando el objeto bajo su brazo. "Yo te lo devuelvo intacto, pero a cambio tú tienes que suplicarlo" explicó, conociendo perfectamente el problema de la menor. "Tienes 20 segundos, hoy me siento generoso" sonrió con malicia.

Nada más escuchar la aguda voz del pelirrojo, lo miró fijamente e intentó suplicar sin éxito, tal y como éste le había obligado. Las palabras estaban agarrotadas en su garganta y estar contra reloj tampoco ayudaba. Fue entonces cuando se puso de rodillas y juntó ambas manos a la misma vez que el menor, quien tendría la misma edad de su hermano, terminaba de contar.

-  "Muy astuta, mudita" dijo, consiguiendo que Lauren no entendiese el significado de la palabra. "Pero vigila bien tu libro, tal vez la próxima vez que lo veas habrá sido usado para otras cosas más divertidas" añadió, señalándose el trasero antes de irse.

Consiguiendo que la de ojos verdes comenzase a llorar, cogió el regalo de Nathan y huyó de allí antes de que otros de sus muchos compañeros pudieran alcanzarla. Sin embargo, se topó con alguien por los blancos pasillos. No una persona cualquiera, sino una conocida.

-  "¡Lauren!" exclamó la asistenta social, elevando el rostro de la aludida. "¿Han sido ellos otra vez?" preguntó, consiguiendo que ésta se limitase a apartar la mirada.

Ella no era una chivata, nunca lo había sido y por lo tanto no iba a modificar aquello. No obstante, aferrándose al libro recordando las palabras del pelirrojo, acabó finalmente asintiendo. Shonda Clilfford, quien a pesar de su fría actitud sintió pena al respecto, se apoyó en sus rodillas como pudo y quedó a la altura de la de ocho años.

-  "Nadie merece verte llorar" le susurró, antes de permanecer escasos segundos en silencio limpiando el rastro de lágrimas de sus mejillas. "¿Sabes qué? Precisamente te estaba buscando. Adivina quién ha venido a verte" dijo al incorporarse.

- "¡Alex!" exclamó Lauren con una enorme sonrisa, cambiando completamente su estado de ánimo.

-    "Ya sabes dónde encontrarla" añadió, provocando que la menor comenzara a correr de nuevo por los blancos pasillos.

Incondicional | Camren FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora