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Emma

El tiempo pasaba de una forma tan rápida, que era imposible detenerlo al menos un segundo. Porque después de que hicieras un solo movimiento nada volvía a ser igual y no podrías repetirlo jamás, era por eso que me aferraba fuertemente a los recuerdos que tenía de él.

-¿Qué haces?-Alcé mi mirada y contemplé unos segundos la suya, pero no respondí.

Quería estar callada al menos unos momentos, porque este era su cumpleaños y no podría celebrarlo.
Mi cuerpo aún cosquilleaba cada vez que recordaba mi sueño la noche anterior.

Estaba en un campo lleno de flores, corría sin dirección alguna y mis pies estaban cansados.
Me tiré al suelo y cerré mis ojos por la fuerte luz del sol, fue en ese momento en que unos suaves pasos llegaron a mis oídos y… era inconfundible, no necesitaba abrir mis ojos para saber que ese olor tan característico pertenecía a él. Pero aun así los abrí, porque era imposible, simplemente improbable.
Pero no, una sonrisa radiante adornaba su rostro, mi corazón se comprimió al verlo ahí parado esperando con su mano extendida para ayudarme a levantarme.

Temía tomar su mano y que la mía no sintiera nada.

Se sentía tan real, tan perfecto, que dolía.

-¿Cómo has estado cariño?

¿Cómo? Mal, terriblemente mal, jodidamente destruida por tu partida.

-Creo que sabes esa respuesta.-Él rio suavemente, cerrando por un momento sus preciosos ojos.

Extrañaba tanto cada parte de él.

-Se feliz, por mi.-Besó el dorso de mi mano, la piel ahí se había puesto caliente cual fuego.
-Aunque vayas a ser feliz solo con él.

Tomó mis mejillas y me besó lentamente.
¿En serio esto era un sueño? Porque se sentía malditamente real, sus suaves labios, su cuidadosa voz y las lágrimas que mojaban mis mejillas.

-Yo estoy bien-Susurró

-Esto es solo un sueño, en la mañana regresaré a la cruda realidad y ni siquiera estarás.

-¿Quién asegura que los sueños solo sean eso? Los sueños son la realidad que quieres ver. Yo solo estoy aquí complaciendo todos los deseos de mi flaquita.

Y así había despertado, con un hormigueo en mi estómago, mis labios y mis manos.

-Emma.

-Luke.-Mordió ligeramente su labio, miró a otro lado y suspiró.

-Sé que todo esto te está afectando pero por favor, necesito que salgas de ese estado de…

-¿Depresión?-Pregunté molesta-Lo siento Luke, no sabía que tenía que estar feliz de que Scott muriera.

Él negó, se puso de cuclillas frente al sillón en el que estaba sentada.

-Te necesito, a la Emma que conocí.

-¿A la insegura? Esa hace mucho ya no está, cambié Luke. Las personas cambian.

-No entiendes, te necesito conmigo.-No obtuvo respuesta alguna, ambos nos mirábamos a los ojos en silencio.-Te lo suplico.

Sus ojos se cristalizaron. De mi garganta no salía ni una sola palabra, no podía responder nada de eso y menos cuando sus manos se acomodaron en mis mejillas.

-Te amo, angelito. Te amo y te necesito.-Sus labios se juntaron con los míos de una forma lenta y delicada. Él mismo se separó de mí, rompiendo así la conexión que había comenzado entre ambos.

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