10°: Nunca faltarán detalles

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Día 8

Sally comenzó la videollamada, transmitió el inicio de la ceremonia de graduación.
Mientras veía la pantalla de mi móvil, las lágrimas recorrían mis mejillas. Me encantaría estar ahí, pero no... Estoy haciendo maletas porque Dante ha decidido reemplazar ese tiempo para ir a Honduras. Y ésta fue la razón por la que ayer me llevó con Sally, no era una visita, era una despedida.

Mi móvil vibra y Dante levanta la mirada, decidimos desayunar juntos antes de cualquier otro asunto, inmediatamente siento un cosquilleo de nerviosismo al escuchar una notificación de mi móvil... Duvan es quien me escribe.

- Evita atender esos asuntos frente a mí.

Me limito a sonreír como confirmación a su orden.

- ¿En qué tanto piensas? -Dante me observa curioso-, no me importa, pero te daré razones para que pienses en mí.

Tras guiñar, dio las gracias y se levantó.

- te llevaré a un lugar especial -escucho que pronuncia mientras causa que yo regrese por el pasillo para atender a su inicio de conversación-, y te daré todas las rosas que nunca has recibido.

Lo único que puedo pensar es: el jardín.

Sigo a Dante por el pasillo, Mientras Jack carga sus maletines. Llegamos a recepción, saludó a quien era el gerente, estrecharon sus manos.

Casi en súplica, el gerente pareció hacer unas preguntas, luego el gesto de Dante cambió y giró para verme.

No sé qué dice, pero miente.
Continué observando con él alma en las manos. Dante pronunció un seco y frío "gracias" para luego caminar hacia los autos en la entrada y ni siquiera girar para verme.
Mírame imbécil ¿Estoy pintada o qué?

Los autos fueron hacia el aeropuerto, subimos al Jet y comenzó la trayectoria hacia Honduras.
Normalmente no hablo mucho con Dante cuando estamos de camino porque está arreglando algunas cosas, pero ésta vez él ha tomado iniciativa y está comenzando una conversación que parece llevar un camino agradable.

- ¿Qué hiciste ayer cuando no estuve? –dice con una sonrisa quizá sincera o cínica.
- Salí –y no contigo.
- ¿A dónde fuiste?
- a caminar, ya sabes, conocer el lugar.
- Lo mismo, no sales a caminar cuando tienes a un millonario a tu lado.

Nuestra conversación continúa, me hace reír y hasta hemos tomado nuestras manos en señal de cariño.
Nos hemos sentado juntos en uno de los cómodos sofá mientras él destapa una botella de vino.
Observo las botellas que lleva, son muchas pero al parecer le encanta el alcohol, lo que me hace recordar el vicio de mi madre.
Rechazo cuando me ofrece una copa y prefiero quedarme recostada en su hombro.
Me observa, cierro los ojos esperando una caricia, en cambio me besa... Cosa que no es muy agradable porque ya ha tomado vodka, el sabor amargo de su boca no me agrada.

- vamos a detenernos aquí, Dante, o vas a llegar ebrio a tu reunión. –o podríamos llegar con bendiciones a fin del mes.
- cállate, no me des órdenes. -expresa molesto cuando quito las botellas de la mesa.
- estoy tratando de cuidarte. -respondo irritada.
- ven aquí -de un tirón me sienta de nuevo en el sofá-, mejor dime ¿De dónde era tu madre? Eres tan bonita.
- Venezuela, se casó con mi padre para obtener una residencia estadounidense.
- Venezolanas, siempre tan bonitas y aprovechadas... -Claro, el rico humillando.
- somos más que caras bonitas ¿Sabías?
- Son, tú no. Eres mía y muy bonita, pero más mía. -expresa mientras me da un firme beso.

¿Siempre va a decir que soy suya?
Se levanta sin decir algo más, me quedo sentada en el sofá, mientras siento mis mejillas arder me recuesto para intentar dormir.

Luego de algunas horas escucho ruido y me despierto, Dante ha puesto algo de música.

Me levanto, me recuesto sobre las almohadas y observo las nubes.

- ¿Qué haces? -pregunto entrometida mientras él parece estar molesto.

- ya, nada.

Uy, pues perdón.

Cierra la portátil y se sienta junto a mí.
Me acomodo de manera que su cabeza quede en mi pecho. Acaricio su cabello y observo sus largas pestañas. Más largas que mis esperanzas de vida digna.

- ¿Qué haces para divertirte en estos momentos? Es decir, viajas mucho.

- Esto -toma un cojín y lo estrella contra mi rostro.

- eso dolió -expreso mientras arreglo mi cabello.

- lo sé -volvió a golpearme. Vengativa, tomé un cojín y lo estampé contra su estómago.

- ¡Eso es jugar sucio!

Diría que terminamos en cosquillas y besos, pero en realidad mi codo terminó haciendo que el ojo de Dante llorara.

- lo siento -digo apenada.
- Gracias, ahora estoy ciego.
- no quería golpearte ¿Qué hago para compensarlo?
- ¿Qué tal si me preparas unos buenos besos? Quizá podrías convencerme.

Tomó mi cintura para luego besarme, todo bien hasta que la voz de un hombre nos interrumpió.

- Señor Ivanek, estamos a 15 minutos de llegar al destino -al notar la interrupción indeseada, se disculpó y salió.

- ¿Arreglamos nuestras cosas? -pregunta mientras nuestras narices chocan-, esto queda pendiente.

Termina para luego darme un pico.

- iré a cambiarme, si tienes hambre solo pide algo.

Pasó a la parte de atrás. Ordené Un delicioso sándwich de jamón, porque vamos... No tengo idea de qué lujos se podrían pedir aquí.

Al finalizar el vuelo, Dante me indicó que siguiera a Jack.
Al salir del aeropuerto en un auto, llegué a un hotel. Sorprendida porque Dante ésta vez no había llegado conmigo, observé el hotel mucho más pequeño que los antes vistos.

Y calles, muy distintas a las que antes había conocido.

- Bienvenida a Honduras -un joven me ayudó con las maletas y me llevó hasta la suite más grande.
Al entrar, las rosas de distintos colores adornaban todo rincón y en el aire había un olor dulce.
Había una rosa sobre la mesa con una pequeña nota.

"Conmigo, nunca faltarán detalles

-Dante "
Tras sentir ternura porque el malévolo jefe estaba siento detallista, comencé a observar la suite.
El doceavo piso me dio una placentera vista, el hotel tenía alta demanda por lo que la alberca principal estaba bastante solicitada.
La pérgola afuera de la habitación, por alguna razón tenía prohibido el paso. Y al acercarme, era como un pequeño paraíso por dentro, lleno de flores.

- ¿Asombrada? –pero no embarazada, babe.

La voz de Dante me sorprendió.
Rodeó mi cuerpo en sus brazos y dejó un leve beso en mi cuello.

- Iré a darme una ducha. –dice, con la voz algo ronca.

- Ordenaré las maletas...

- o quizá no lo hagas... –me abrazó más fuerte y algo me dice, que ésta vez Dante está más posesivo.

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