09.- Tercera lección

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—Duff, ¿podrías hablar con tu prima y preguntarle si quiere ir a cenar conmigo por última vez? —cuestionó Axl, pues sabía que Isabell no duraría muchos días más en la ciudad.

—Seguro —fue lo que obtuvo de respuesta por parte del rubio, quien subió las escaleras para fingir que le marcaría a su familiar.

—Así que, mañana será tu última cita, ¿eh? —cuestionó Izzy con curiosidad a la vez que se paseaba por la cocina para despistar.

—Sí, la última —contestó el pelirrojo con tristeza— pero eso no significa que no vaya a utilizar otro truco.

—¿Ahora que vas a hacer?

—Izz, estoy decidido, le diré que tiene una basurita junto al ojo o algún cliché del estilo y la voy a besar.

—¿La vas a besar? —preguntó el de cabellos azabaches con nerviosismo.

—Si todo sale bien, sí.

—Pero, ¿crees que de verdad vaya a fun...

—¡Dijo que sí va! —interrumpió el bajista en la plática.

—¿Te dijo dónde quiere que sea?

—Mmm... dijo que tú decidieras el restaurante, y ya después yo le marco y le digo dónde va a ser.

—Bueno, entonces me daré una vuelta para ver uno que otro lugar —mencionó el vocalista a la vez que se encaminaba a la puerta principal.

—Sí, sí, ve y encuentra un restaurante bonito.

—Eso haré.... ¡Ah! Y tú, — se detuvo antes de salir para dirigirse a Stradlin— probablemente esa sea la última lección que te daré —y dicho esto, salió de casa.

La cabeza de Izzy daba vueltas, sus pensamientos eran un nudo tremendo, ¡no podía dejar que Axl besara a Isabell! ¡No podía dejar que Axl lo besara! Sería aprovecharse de él más de lo que ya lo estaba haciendo, y ese no era el objetivo de sus planes.

Ni la mano que Duff le pasaba por en frente de su mirada lograba sacarle de sus pensamientos; realmente tenía que evitar ese beso.

Tal vez se estaba asustando demasiado por algo que aún no pasaba y que aún podía evitar, pero Izz nunca pensó que las lecciones de casanova de Axl llegarían tan lejos.

—¡Pareces imbécil con la mirada en la nada! —le gritó McKagan, logrando que saliera de su trance momentáneo.

—¿Qué se supone que haga cuando intente besarme? —ignoró los comentarios de su compañero para cuestionarle lo que realmente le importaba.

—Yo qué sé.

—No ayudas mucho, ¿sabías?

—Bueno, bueno, entonces corresponde al beso— pronunció el alto mientras alzaba los hombros sin preocupación alguna.

—No.

—¿Por qué no? Yo sé que lo quieres.

—No... Bueno, sí.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—Que sería como si me aprovechara de él y de lo ilusionado que está con Isa.

—Y hasta ahora te pones a pensar que lo estás ilusionando, bravo —habló Duff en voz baja para que el guitarrista no le puediera escuchar.

—¿Qué dijiste? —preguntó Stradlin, que en realidad había oído todo, pero quería ver si el más alto tenía el valor de repetirlo en voz alta.

—Que tan sólo lo detengas cuando sientas que te va a besar y salgas con alguna tontería, qué sé yo, improvisa, cuéntale un chiste para que se sienta incómodo.

—Duff, no todo se soluciona con chistes, lo sabías, ¿no?

—Agh, olvida lo de los chistes, sólo improvisa, amargado —contestó un tanto ofendido el de mayor estatura.

—De acuerdo, ya veremos qué pasa mañana...

Para conquistar a una mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora