Capítulo 26: Vida

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Kyoya solo podía pensar en poseer ese cuerpo frágil y controlándose como es debido lo lograría. Había extrañado esa sensación, esa ansiedad por tenerlo para él, a su merced. Escuchar el primer gemido le dio la seguridad para continuar con un poco de rapidez, deslizando la última prenda que ocultaba ese cuerpo delgado. La retiró con cuidado bajo la atenta mirada chocolate. El menor se aferraba a sus hombros, ojos entrecerrados, cristalinos, el azabache entendía que su pequeño aún tenía miedo y lo besó para darle seguridad. Jugó con la lengua contraria, disfrutó de ese momento, escuchó la respiración entrecortada en medio del ósculo, lo dejó libre en cuanto sintió que era correcto, se quedó observando el filo hilillo de saliva que los unía.

"Kyoya" su nombre fue susurrado muchas veces, le gustaba escucharlo ya que la voz del castaño era suave. Sentó a Tsuna en su regazo para así poder admirar cada expresión que tendría, los gemidos subieron de tono en cuanto deslizó su mano a aquella parte íntima del más joven, el mismo que se mordía el labio en respuesta. Lo acarició con paciencia observando cada reacción, eran las mismas de la primera vez lo que lo hizo sonreír, jugó con los botones rosas deslizando su lengua una y otra vez, lo mordió con delicadeza escuchando los intensos gemidos que salían de su amante, quería poseerlo una y otra vez

Tsuna se había perdido en la lujuria, olvidando todo, manteniendo su mente en blanco, pues sentir aquellas caricias, la brisa impactar en su desnudez, el calor de su cuerpo mostrándose en una fina capa de sudor, aferrándose a las hebras azabaches, admirando esas iris metalizadas, era Kyoya... SU Kyoya, nadie más que él. Sonrió al darse cuenta que su cuerpo solo reaccionaba ante las caricias del azabache, entendiendo que su alma se envolvía en paz cuando estaba alado de aquel hombre. Lo abrazó para sentirlo más cerca, disfrutando de las sensaciones que por su cuerpo recorrían. Sentía el movimiento sobre su miembro, envolvió al mayor con sus piernas, escondiéndose en el cuello del mayor se dejó llevar. Deslizó su mano hacia la hombría de su compañero e imitó sus movimientos, pues quería que también sintiera el placer que lo recorría

Tsuna escuchó un leve gruñido, una leve mordida en su lóbulo y suspiró profundamente mientras sentía como ambas hombrías se unían, rozándose. Movió sus caderas desesperado por mantener ese delicioso contacto, sintió el apretón en sus caderas para que ambos cuerpos se unieran aún más si fuese posible. Incrustó sus uñas con fuerza sintiendo como estaba a punto de terminar, gimió con fuerza mientras sentía como su espalda se arqueaba, la electricidad lo recorría inundando su piel, y cuando dejó derramar su esencia lo mordió, marcó el hombro de su amante. Lo escuchó gruñir sonoramente también, se dio cuenta que habían llegado al orgasmo juntos, solo se separó un poco para observar el rostro de su gran amor, del hombre del cual no quería separarse, del que nunca debió alejarse. Lo besó, un par de finas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, de felicidad tal vez, poco le importaba, solo sabía que todo el miedo que sentía al estar tan cerca de otra persona había desaparecido, Kyoya era en lo único que podía pensar



—Tsuna... — el atrevimiento... mentiría si dijera que no se sorprendió, dejó que el castaño siguiera a su modo, pero – estás tentándome – susurró en el oído del menor sintiendo aquel estremecimiento en el cuerpo ajeno – no podré controlarme – deslizó sus manos por las piernas del más joven, acarició la espalda, apretó las caderas mientras lo besaba nuevamente

—no... lo hagas – susurró apenas. Sentía el calor en su rostro, aún estaba siendo afectado por el orgasmo temblando ante cada caricia y suspiró al sentir el roce en su parte baja, en aquella zona escondida. Su cuerpo se estremeció al sentir aquellos dedos jugando con su entrada – Kyoya... puedes hacerlo

—seré cuidadoso – lo recostó colocándose entre las piernas de su conejito, lo vio aferrarse a las sábanas y cerrar los ojos – lámelos – ordenó mientras acariciaba los labios rojos de su pequeño. Tsuna solo obedeció, ingresó cada dígito a su boca, deslizando su lengua por cada uno de ellos en movimientos suaves, manteniendo la mirada fija en los iris contrarios, ansioso por lo que vendría – relájate... – quitó sus dedos de aquella boquita cuando lo consideró conveniente, acarició esa zona sintiendo como el cuerpo delgado se tensaba, pero con timidez abría un poco más sus piernas



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