Capítulo 11: Explicaciones

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¿Cuántas veces se había corrido esa noche? ¿Cuántas veces gritó el nombre de su amante? ¿Cuántas veces perdió conciencia de lo que sucedía a su alrededor debido al placer? Sentía su cuerpo arder mientras las manos expertas tocaban cada trozo de su piel. Tanto tiempo a su lado y jamás dejó de sentir aquel mar de emociones que lo embriagaban llevándolo a la desesperación. Amaba a ese hombre, se lo había dicho en contadas ocasiones, muy pocas ya que al parecer al mayor no le gustaba escuchar esa pequeña confesión, pues su expresión se tornaba seria y un poco dolorosa. El más joven jamás tuvo la dicha de escuchar palabras dulces o siquiera una declaración, pero él tenía suficiente amor para ambos, eso era suficiente... así lo había decidido



-no sueltes tus piernas – la orden fue acatada como en todas las veces anteriores. Sostenía sus piernas por detrás de las rodillas, manteniéndolas flexionadas y abiertas, mostrando su intimidad despierta en todo su esplendor. Su cuerpo temblaba ligeramente debido a las sensaciones. El sudor se esparcía por su piel debido al esfuerzo de esa noche. Sus cabellos desordenados se esparcían en las blancas sábanas. Mantenía sus ojos semi abiertos para disfrutar de la visión de aquel cuerpo escultural enfrente de él. Respiraba con dificultad, ansioso por sentir lo que el otro le haría – eres tan sumiso – esa voz burlona lo desesperaba ya que era clara señal de que lo haría esperar demasiado, torturándolo para que le rogara... y al final terminaba haciéndolo, no podía resistirse

-Re... Reborn – susurró pero solo escuchaba leves jadeos. La falta de caricias o penetración lo estaban poniendo ansioso – hazlo – su voz suplicante, suave

-¿qué... cosa? – sonrió de forma altanera. Disfrutaba de someter a aquel jovencito de mirada verdosa, se relamió los labios al escuchar un leve susurro "tó...came" pero la vista que le daba debía ser degustada con calma – tu entradita se ve linda... desde aquí – jugaría un poco más con su pequeño amante.



Acercó una de sus manos al miembro erecto del más joven, deslizó sus dedos en una caricia lenta, sonriendo ante el temblor de aquel frágil cuerpo, le encantaba esa dulce voz que suplicaba que lo embistiera. Jugó, masajeó, pellizcó un poco más antes de detenerse repentinamente, lo llevaba a un estado de excitación máxima y cuando percibía que su amante estaba a punto de correrse se detenía. No lo dejaría tener placer, al menos no solo



-no jue... gues – estaba desesperado, sus caderas se movían ante la expectativa. Quería sentirlo dentro, invadiendo sus entrañas con fuerza – por favor... embísteme – le importaba un carajo el hecho de tener que rogarle a ese hombre altanero que lo torturaba sin piedad. Sabía que el único capaz de encenderlo y darle placer, era ese sádico hombre de patillas

- lo haré... has sido un buen niño – se posicionó entre las piernas abiertas del jovencito y sin consideración ingresó su falo en aquella rosadita entrada.



Su miembro era apretado deliciosamente al mismo tiempo que el otro gritaba de placer, arqueando su espalda y tirando su cabeza hacia atrás. El de ojos verdes nunca abandonó su posición, a Reborn le gustaba lo sumiso que podía llegar a ser su joven amante. Su mayor placer era molestarlo, torturar aquella criatura pura e inocente. Pervertir esa mente sin manchas fue su labor desde que empezó aquellas sesiones de sexo con aquel adolescente inexperto, ahora podía decir que Lambo había aprendido a la perfección



-gime mi nombre – ordenó el mayor cuando empezaba a embestirlo con fuerza incrustando sus dedos en las caderas para llegar lo más profundo que podía, dándole al más joven en aquel punto que hacía que sus entrañas se contrajeran, apretándolo deliciosamente. Lo escuchaba gritar su nombre, gemir con lujuria, perderse en aquel pecado carnal y lo disfrutaba inmensamente. Cada vez era como si fuera la primera y le encantaba – mastúrbate... si quieres llegar... al clímax – ordenó mientras tomaba las piernas del menor y las colocaba en sus hombros. El chico llevó sus manos a su propia erección moviéndolas al mismo ritmo de las penetraciones que se daban en su cuerpo. Su ritmo frenético aumentaba sin consideración, estaba a punto... y de pronto Reborn detuvo cualquier movimiento, obligó a su cuerpo a parar de nuevo

Ayudándote a superar tu claustrofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora