Capítulo 19: Instinto

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Cierto hombre de patillas se sintió un poco inquieto, necesitaba ver a su sobrino una vez más. Con rapidez se adentró en la habitación, ahí descubrió la causa de su malestar, Tsuna no estaba y el pequeño tampoco. Reborn preguntó a las empleadas, al mayordomo sobre el castaño y empezó el pánico, pues nadie los había visto desde que desaparecieron después de la comida



—búsquenlos, no es normal que solo duerman un par de horas — toda la mansión fue revisada, las afueras también, pero no había señal alguna. El azabache de ojos metálicos sentía cierta incertidumbre, revisó la casa con cuidado sin entrar en desesperación y se dio cuenta de que la puerta de cierto cuarto estaba un poco abierta. Esa era la habitación de Reborn

—herbívoro encontré algo — anunció, los que estaban cerca se quedaron quietos — hay un mensaje para ti — le dio el papelito al hombre de patillas y se retiró. Ya sabía en dónde buscar

—...— Reborn se quedó estático lanzando un gruñido de enfado — ¿cómo te atreves dame-Tsuna? — le dejó el mensaje a una de las empleadas para que diera la información al dueño de la casa y el pánico parara. Castigaría al menor en cuanto lo encontrara



"Necesito viajar. No te preocupes no saldré de Italia. Me robé tus tarjetas de crédito. Me encontrarás pronto"





Tsuna...



Era demasiado relajante, no tenían nada más que las tarjetas y huir fue fácil. Caminar hacia la entrada con los mismos harapos que usaban al principio les autorizó a salir de inmediato, el viejo guardia le sonrió como despedida "muchas gracias señor, cuídese mucho". Buscar transporte no fue tampoco un reto, le bastó quitarse el abrigo y verse un poco mejor. Ocultando su apariencia con simples complementos le daba la seguridad de no ser reconocido.

La palabra robar era muy dura, pero era exactamente lo que había hecho. A hurtadillas entró en la habitación de su tío, extrajo la billetera, dinero en efectivo y tarjetas, demasiado fácil, solo esperaba que cuando fuera encontrado no lo castigara tan cruelmente. Mediante los débitos bancarios de esas tarjetitas de plástico, su localización estaría a la mira instantáneamente, así que tenía que usarla con precaución solo en el momento en que de verdad lo necesitara. Teniendo a su lado a Fuuta el tiempo era bastante divertido, pues jamás tuvo hermanos menores, lo más cercano fue el hecho de que compartió la crianza de uno de sus vecinos, pero no era lo mismo. Tener que cuidar de un niño de apenas seis años era un reto, lo sabía muy bien, pero ya lo había decidido. Nunca apartaría a Fuuta de su lado

Cuando llegaron a Venecia empezó su pequeña diversión. Tsuna ya no sabía cuánto tiempo habían viajado y poco le importaba, la única razón por la que regresó a la mansión más rápido de lo planeado, era para hacerle saber a su familia que estaba vivo, nada más. Tsuna tenía otros asuntos que resolver. Llegaron a aquella ciudad hermosa, las casas de tres pisos, los anchos canales, las góndolas, era demasiado bonito y era la primera vez que lo veía, también lo era para Fuuta. Recorrieron las calles con calma, comieron en los restaurantes que parecían más cálidos en ambiente, compraron un par de juguetes, pues siempre vivió una vida sencilla, así quería seguir. Las riendas de Vongola nunca estuvieron en sus planes, pero ahora tras aceptar esas responsabilidades debía retomarlas. Con el tiempo desaparecido ya había perdido la oportunidad de igualarse en la universidad, los negocios familiares habrían cambiado, su familia habría sufrido mucho, Hibari... el castaño tenía que pensar en cómo explicarle a su pequeño ese asunto y al final estaba... sus perseguidores. Los había perdido, pero no sabía por cuanto tiempo y era muy complicado todavía

Pronto la noche llegó y el momento de usar la dichosa tarjetita también. Era un hotel ni muy lujoso y tampoco un hostal demasiado humilde como las que utilizaba normalmente. Simplemente necesitaba pasar desapercibido, aunque ahora ya podía darle pequeños gustos a Fuuta, se lo merecía. Cenaron pizza por un simple antojo, por un día no les haría daño, conversaron un poco ya que aún era temprano, apenas las ocho de la noche



Ayudándote a superar tu claustrofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora