Capítulo 32: Tu mirada final

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Hibari llegó a casa encontrándose con Fuuta llevando una bandeja con bocadillos. De inmediato se pudo imaginar lo que ocurría



—Basil me está ayudando a estudiar. No te preocupes oto-san, obtendré buenas calificaciones — inocente, ingenuo, se parecía a Tsuna y fue por eso que Kyoya se encariñó tanto con aquel niño,

—...— era una de las cosas que le gustaban del pequeño. Le dio un leve —hum — mientras se retiraba con su castaño en brazos para llevarlo a su habitación



Había visto a Tsuna trasnocharse demasiado últimamente. El castaño estaba tan cansado que apenas sintió como lo cargaban llevándolo a casa, ni siquiera sintió cuando lo sacaron del auto o cuando lo desvistieron para ponerlo más cómodo mientras Kyoya terminaba de asearlo. El azabache dejó que su pequeño esposo descansara mientras acariciaba aquel rostro pacífico. Desde la primera vez que lo vio... sintió esa calidez

Hibari vigiló un poco al invitado en la mansión, nunca dejaría que el tal Basil estuviera cerca de su pequeño hijo, pero por ahora no podía hacer anda. Se aseguró que el herbívoro se fuera e incluso ordenó a su chofer que lo llevara, era demasiado cuidadoso con esas situaciones, demasiado tarde como para dejar a un chiquillo o adolescente solo. Ya libre de todo, se relajó. Los demás habitantes de la casa estaban ya acomodándose para ir a la cama, excusó a Tsuna durante la cena ya que no tenía intenciones de despertarlo y cuando llegó la hora, se recostó con el castaño. Lo rodeó con sus brazos y dejó que el agradable aroma lo llevara a relajarse por completo, suspiró al imaginarse al par de chiquillos que estaban por nacer y dejó que sus sueños le presentaran millones de posibilidades

Tsuna sentía los brazos de su esposo rodearlo, se acurrucó feliz de tener a Kyoya a su lado. No sabía qué hora era, pero imaginó que la madrugada estaba por la mitad de recorrido. De pronto sintió el ruido de su celular, quiso ignorarlo, pero algo le decía que debía contestar con prisa. Se alejó del azabache despertándolo en el proceso



—lo siento, pero puede ser importante — y sí que lo era. Alguien un poco alterada le informaba que estaban en camino al hospital

—señor, las contracciones empezaron así que llevo a la señorita al hospital — Tsuna agradeció la brillante idea de poner a una enfermera a servicio de cada madre sustituta.

—... — No supo reaccionar por un par de segundos, pero después solo miró a Hibari — ya es hora — todo fue un lio



Se cambió con rapidez mientras Hibari preparaba el auto. Tsuna avisaba a los empleados que se habían despertado por el alboroto lo que ocurría en ese momento. Lo bueno de conducir en la madrugada era que podían pasarse los semáforos en rojo, así que fue un viaje corto el que los tuvo en el hospital en quince minutos. Tsuna encontró a la mujer que pronto traería al mundo a su hijo, le sonrió dándole confianza, pues el parto se había adelantado así que la sorpresa era general.

La castaña se veía adolorida y desesperada. Hibari observaba todo desde lejos y aunque la ansiedad también lo invadía, no lo demostró, por el contrario. Su esposo tenía el pánico encima mientras escuchaban a la mujer quejarse por el dolor del proceso y el mayor de los hombres no ingresó a la sala de partos, no se sentía capaz de aguantar todo. Tsuna, por el contrario, decidido a ver a su hijo por primera vez e ingresó acompañando a la mujer que tenía una semejanza en sus facciones, algo que solo fue coincidencia

Fueron horas largas para ambos. El castaño sostuvo la mano de aquella mujer durante todo el proceso, diciéndole palabras de aliento cada cierto tiempo, limpiándole el sudor que por su frente recorría, desesperado por ver al pequeño cuyo padre biológico era Kyoya. Los gritos, la desesperación, todo valió la pena cuando el llanto de un infante adornó la sala. Tsuna se quedó mirando a la mujer que ahora le sonreía débilmente



Ayudándote a superar tu claustrofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora