2- Caricias

87 23 47
                                    

~PDV NASTYA~

—Yo...lo...lo siento. —comencé a tartamudear al sentirme observada por esos ojos llenos de vida propia.

—No te preocupes, fue mi culpa por andar distraído—. Cuando sonrió supe que mi mundo entero quedó a sus pies.

Mientras recogíamos mis cosas, al tratar de agarrar la última hoja toda mojada, nuestras manos se rozaron suavemente, y las nubes se dispersaron dejando colarse entre ellas un suave rayo de sol.

—Veo que la lluvia por fin a cesado—.  Su voz me sacó de mis pensamientos hundidos en lo que provocó su tacto en mi cuerpo.

—¡Por Dios te has mojado entero! —exclamé al centrar mi vista en su cuerpo.

—Creo que no soy el único—.  Sin poder esconderlo soltó una carcajada melodiosa que generó que mi cuerpo entrara un poco en calor.

—Tienes razón. —respondí un poco avergonzada por mi actitud y mi respuesta. —Vamos a mi casa para que al menos te seques, no acepto un no por respuesta, de hecho mi casa está a dos casas de donde estamos. —me adelanté a lo que de seguro sería una queja por su parte.

No entiendo cuál fue mi impulso por invitar a un extraño a mi casa, de seguro me estaba volviendo loca, pero algo en su mirada me generaba confianza.

—Y si no vas a dejar que me niegue, pues te sigo—. Sus ojos se volvieron a encontrar con los míos y sentí en ese instante que moría.

Caminamos hasta mi departamento, y  por alguna extraña razón él caminaba muy cerca de mi provocando que nuestras manos de vez en cuando se tocaran.

—Pasa. —lo invité a entrar. —Prometo que no muerdo—. He hice una mueca de sonrisa.

—No pareció lo mismo hace un momento—. Replicó mientras entraba. Pude notar como su vista se posaba en cada rincón del lugar.

—Es cierto, no puedo negarlo, pero en mi defensa solo diré que ésta no es la misma situación.

—Tienes toda la razón.

—Espera iré por algo para secarte—.  No podía creer lo que dije, morí de la vergüenza, ahora iba a creer que lo iba a violar. —Perdón, para que te seques. —traté de corregir mi error y comencé a rezar a todos los dioses del mundo para que no lo notara.

—No me quejaré si es lo primero—.  Me guiñó un ojo. ¿Pero que clase de pervertido he traído a mi casa?

Después de ese momento desaparecí para cambiarme y buscarle algo a él.

No podía comprender cómo es que yo había actuado de es forma tan...tan inconsciente. No sabía nada acerca de ese tipo, ni su nombre...¿y si era un pervertido sexual o un asesino? Eso ya no importaba, estaba dentro de mi hogar, tratando de defender mi incoherencia diré que en sus ojos se podía ver que no era una mala persona.

Me sequé y cambié lo más rápido que pude. Busqué entre mis cosas algo que le pudiera quedar, era muy alto por lo que tenía miedo que nada le entrara, menos mal que siempre me ha gustado tener ropa de hombre para cuando estoy en casa.

Al volver al comedor lo vi observando cada una de mis fotos.

—¿Por qué en ninguna sales sonriendo?.— preguntó sin siquiera voltear a verme.

—¿Cómo es que supiste que estaba aquí?.— pregunté a medida que me acercaba con las cosas en las manos.

—Fácil, tu perfume inunda todo el lugar cuando estás en él. Pero aún no me has contestado.

—Fácil —. Repetí su expresión. —Nunca me he sentido completa como para sonreír—. Esa era la verdad, pero no me importaba que pensara que era patético lo que acaba de decir, por lo que simplemente coloqué una toalla sobre su rostro para evitar que me viera con lástima, pero la verdad es que no pude, ni en mil años, haber estado preparada para lo que hizo.

Con sus manos hizo la toalla hacia atrás dejando al descubierto su rostro cubierto de su pelo húmedo y tomó el mío acunándolo en suaves caricias. Su mirada intensamente dulce y amorosa,  sus manos tibias, a pesar de que no se había cambiado, encendieron una pequeña llama en mi interior.

—Yo te haré sentir completa.

Un Deseo: No OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora