1-Lo Inesperado

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~PDV NASTYA~

La vida es para mi una simple rutina, algo que hago sin emoción alguna, sin alegría. Hay pocos momentos en los que realmente mis sentimientos más nobles salen a relucir.

Si hay algo que amo, es despertar cuando los rayos de sol se cuelan por mi ventana, sentir esos tibios rayitos sobre mi cuerpo logran generar en mi una gran sensación de calidez. Suerte para mi que soy mi propia jefa.

El levantarme para desayunar e ir a trabajar es un poco más lento, ya que cocinar me da algo de pereza.

La parte favorita de mi departamento es mi armario. Antes, en mi niñez y adolescencia, fui una niña regordeta y nada me quedaba bien, sin contar la cantidad de burlas que recibía por día; gracias a Dios que eso cambió cuando entré a la Universidad.

Al recibirme de psicóloga pude entender un poco mejor lo que pasa por la cabeza de las personas, aunque cada una es un mundo distinto. Mi profesión me brindó algo más que un poco de estabilidad económica, me brindó lo que yo llamó humanidad. Esa humanidad que me ayuda a ponerme en el lugar del otro que pide ayuda, muchas veces sin saber porqué.

La ventaja de tener un consultorio propio y atender particular, es que no tengo que rendirle cuentas a nadie, y puedo manejar mis propios horarios, algo beneficioso para mis ajustadas actividades (nótese mi sarcasmo).

El día de hoy me levanté particularmente bien, la tibieza del sol hizo que quisiera quedarme un rato más sobre la cama, pero habían pacientes que me esperaban, por lo que entré decidida a bañarme.

El camino al trabajo era corto, por lo que siempre iba a pie, el auto lo dejaba para distancias más largas.

Todavía era temprano, pero ya se podía ver el movimiento en las calles de las personas corriendo de aquí para allá, como también el sonido de las bocinas de los autos anunciando que van retrasados; por lo que al salir de casa, automáticamente me puse los auriculares para escuchar música, era mejor que escuchar al mundo.

El día estuvo agotador entre tantos pacientes, aunque la mayoría tienen un poco menos de mi edad, por lo que sus ocurrencias mientras trabajamos son muy graciosas. Hoy en día también trabajo mucho con personas mayores entre los treinta y cincuenta años, debido a que buscan una mirada más fresca a sus problemas yendo con terapeutas jóvenes.

Mientras esperaba a mi siguiente paciente pude ver como el cielo se teñía de gris y amenazaba con llover,  una puntada atravesó mi pecho, como si anunciara que algo fuera a suceder, algo que me dejó con una terrible angustia.

Con la partida de mi último paciente la lluvia no tardó en llegar y esa sensación extraña no salía de mi pecho.

Corrí a mi departamento, quedaba a pocas cuadras del trabajo y no pagaría un taxi, sin contar que amaba la sensación de la lluvia sobre mi cuerpo. Fue tan rápido que jamás lo hubiera imaginado.

Una pared apareció frente a mi de la nada y caí sobre mi trasero en pleno charco de agua. Todas mis cosas estaban desparramadas, siendo mojadas por la lluvia. No quise levantar la vista para no maldecir en voz alta, pero cuando vi que el idiota no se movía para ayudarme, no pude aguantarme.

—¿Es qué acaso la estupidez no te permite moverte? —grité sin más, su falta de reacción me estaba sacando de mis casillas—. ¿No me digas que eres sordo?

—Lo siento, no sé qué es lo que me está sucediendo. —Su voz era carrasposa y gruesa, era sexy.

Cuando estaba a punto de soltarle otro insulto, noté que sus manos estaban ayudándome a recoger mis cosas, y no pude mantener a raya mi curiosidad. Al levantar la mirada quedé prendada de unos hermosos ojos entre azules y grises. Pasó lo inesperado: el amor me abofeteó.

Un Deseo: No OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora