12- Un Salto

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~PDV ELIAN~

Volver a verla me recordó porqué fue que me enamoré de ella, aún no conociéndola, pero incluso sus ojos decían más de lo que su alma callaba.

El día continuaba igual de gris que ayer, estuvo lloviendo toda la noche hasta que a primera hora de la madrugada todo cesó.

Estoy decidido a reconquistarla nuevamente, en tres años no creo que la enfermedad halla avanzado demasiado, pero nada importaba, estoy dispuesto a todo por ella.

Salió de su casa aparentemente sin rumbo fijo, se notaba algo distraída, era como ver a una pequeña explorando un nuevo lugar. La seguí lo más cerca que pude sin que lo notara, si las personas se daban cuenta pensarían que soy una especie de acosador.

La vi llegar hasta el borde de un acantilado y por un momento mi corazón se detuvo, sin embargo, volví a respirar cuando noté que se había sentado, era mi oportunidad de actuar.

—Disculpa ¿estas sola? —pregunté mientras me acercaba lentamente por miedo a su reacción.

—Creo que me he perdido. —contestó tras tomarse unos minutos inspeccionándome, no me reconocía y eso dolió.

—No creo poder ser de ayuda, soy nuevo por aquí. —Le sonreí—. ¿Puedo? —Señalé un lugar a su lado.

—Claro. —Se removió algo incómoda.

—¿Cómo te llamas?

—Nastya ¿y tu?

—Elian. —Volví a sonreirle, poder hablarle luego de tres años era maravilloso.

—Creo que ese nombre es perfecto, va con tu personalidad. —Recordé que fue lo mismo que me dijo la primera vez que le dije mi nombre.

—¿Y eso cómo sería?

—Bueno. —Su modo pensativo era muy atractivo—. Primero te dejas ver de una manera muy brillante, es cómo si no tuvieras miedo de expresarte. —Si supieras lo nervioso que estoy—. Y segundo… —Se detuvo unos segundos como analizando lo que diría y simplemente sonrió—, me reservo el derecho de opinión.

—Y con ésta van dos veces.

—¿Cómo? —La expresión de confusión en su rostro era notable.

—Nada, sólo pensé en voz alta. —Tendría que cuidar mis palabras, confundirla sería contraproducente si no estaba en tratamiento—. ¿Y qué haces por aquí si estás perdida?

—La verdad es que no lo se, comencé a caminar al salir de casa y llegué hasta aquí, me pareció un lindo lugar para descansar. —Sus pies se hamacaban uno detrás del otro sobre el precipicio.

—Veo que tienes un buen gusto para los lugares.

—Es imposible no detenerte a presenciar la inmensidad del mundo desde aquí. Simplemente puedes notar qué tan pequeño eres y que todo puede cambiar con un salto.

Se puso de pie, retrocedió unos cuantos pasos para luego acelerar corriendo y saltar. Mi vida se acortó en ese mismo instante, jamás pensé en ver cómo la mujer que amo se quitaría la vida, y lo que es peor, no hice nada.

Sólo se escuchó el golpe del cuerpo sobre el extenso manto de agua. Me desplomé a llorar sin consuelo alguno.

—¡Elian! —Había enloquecido, oía su voz gritando mi nombre—. ¿Es qué no piensas saltar?

Esa pregunta me desconcertó, me arrastré hasta el borde y vi su diminuta figura agitando sus manos, invitándome a seguir sus locuras.

Junté valor, limpié mis lágrimas, sonreí al saber que estaba viva y que yo estaba locamente enamorado de ella, me impulsé y salté.

Mientras caía todo fue liberador, en aquél risco quedaron los tres años sin ella, quedaron las noches de soledad y llanto desesperado, dejé mi angustia por su diagnóstico, dejé el miedo a no volverla a ver, mi vida antes de ella quedó atrás.

—Pensé que no saltarías. —Sonrió mientras nadaba.

—Y yo pensé que te habías matado . —Le reproché enojado y asustado.

—¿Por qué lo haría?

—Pensé que estabas deprimida por no acordarte de nada.

—En realidad. —Colocó su rostro hacia un lado clavando sus bellos ojos azules en mi—. Ese no es un motivo tan desgarrador para hacerlo.

—¿Y cuál sería uno? —La curiosidad ante sus palabras calaron hondo.

—Enamorarse y perderlo todo. —Su brillo se opacó, algo estaba queriendo salir y su enfermedad se lo impedía.

—Vuelve a mi, yo te esperaré. —Dije en voz alta sin pensar y nadé hasta la orilla.

Ella se quedó pensando en mis palabras y luego de un rato se acercó hasta donde me encontraba. Verla con la ropa pegada al cuerpo solo incrementó mi deseo de hacerla nuevamente mía en ese instante.

Lentamente me acercaba hasta ella observando la sencillez de su alma reflejada en sus ojos. La tomé por el rostro acariciando cada parte de él y en respuesta ella cerraba sus ojos dejándose llevar por el momento. Nuestros labios se reclamaban, se buscaban, se deseaban.

—¡Nastya! —Su estúpida voz arruinó todo—. Te estuve buscando todo el tiempo.

—Te pido que vuelvas a mi por cualquier medio. —Susurré en su oído y me marché.

No dejaré que nuestros recuerdos sean remplazados por otro amor, ya di el salto definitivo.

Un Deseo: No OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora