10- Vacío

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~PDV NASTYA~

Hace no más de tres años que llegué hasta aquí, aunque no recuerde muy bien el motivo, sin embargo, un vacío en mi pecho no dejaba que me sintiera completa.

La gente aquí es muy buena, son personas muy serviciales y cariñosas por lo que no tardé en hacer grandes amigos.

Gael se había vuelto mi sostén en todo el desastre que me rodeaba. Sus ojos incontables veces robaron suspiros de mis labios, y sus labios más de una vez me vi tentada a besarlos pero en mi interior me recordaba que no era a él a quien anhelaba sino a alguien que no lograba recordar, ni siquiera su nombre.

Su cabello un poco más debajo de sus hombros con alguna que otra trenza era la envidia de varias mujeres, y los expansores en sus orejas junto al pircing en su labio le daban un toque de chico rudo, lamentablemente su personalidad no era así. No era más que un niño tratando de ser un hombre rudo.

Gael era infantil, le gustaba hacerle bromas a los demás, era un tanto caprichoso y demandaba mucho cariño, pero lo mejor de su personalidad era la falta de filtro que poseía a la hora de hablar; podía encontrarse con la mismísima reina y decirle que lo que llevaba puesto era un asco si así le parecía.

—¿Hasta cuándo piensas tenerme esperando una respuesta tuya? —Me preguntó sacándome de mi mundo.

—Hasta que dejes de hacerlo Gael. —Sonreí mientras terminaba de cerrar la puerta de mi departamento.

—Te gusta tener a los hombres al pendiente de ti. —Comenzó a acercarse más a mi hasta que nuestros labios estuvieran a punto de tocarse.

—No, solo me gusta que tú estés pendiente de mi. —Le contesté separándonos mientras me reía por la cara que había puesto.

—Me las cobraré Nastya. —Se había quedado unos metros más atrás mientras meditaba—. Deberás andar todo el día de mi mano como forma de castigo. —Paré en seco para mirarlo.

—Esta bien, pero no es un castigo si me gusta. —Me devolví hasta dónde él estaba y mientras le guiñaba un ojo lo tomé de la mano—. Ahora vamos que se nos hace tarde.

No recuerdo hacia dónde nos dirigíamos, a veces me sucedía que de lo más bien que estaba, mi mente quedaba en blanco y no recordaba ni lo que hacía o con quién estaba conversando, por suerte Gael era mi ángel de la guarda, siempre estaba ahí para salvarme.

Cruzamos a la plaza que estaba en frente del departamento, y debo admitir que una presencia que no conocía me hizo poner algo inquieta, sin embargo, decidí no darle importancia.

—¡Eres mía! —dijeron casi en un susurro.

Volteé para ver quién había sido el que dijo aquellas palabras que lograron que mi cuerpo entero quedara inundado de una sensación de cosquilleo que jamás pensé sentir.

Miré hacia atrás, de dónde había provenido la voz, pero tan sólo encontré un sinfín de personas caminando ensimismadas en sus cosas.

—¿Estas bien Nastya? —La cara de preocupado de Gael era todo un poema, y quizás uno de los que no me cansaría jamás de ver.

—Claro ¿por qué lo preguntas?

—Porque en tu cara se lee fácilmente la expresión de “vi un fantasma”. —Y aunque tuviera toda la razón del mundo jamás lo admitiría, no quería preocuparlo.

—Es sólo que no recuerdo porque estamos juntos. —Esperaba que me creyera lo que estaba inventando, aunque en parte era cierto.

—No te asustes querida. —El agarre de su mano se hizo un poco más intenso—. Vamos a ver a los pequeños de orfanato. —Y aunque no recordara del todo me dejé arrastrar por sus sentimientos y explicaciones.

—No lo recuerdo, pero si tu lo dices de seguro es así. —Le sonreí.

Seguimos como si no hubiera pasado nada, no quise seguir pensando en lo que había pasado, no lo quería preocupar con estupideces mías.

Los niños del orfanato al vernos corrieron hasta donde nosotros estábamos. Las niñas corrían a los brazos del hermoso Gael mientras que los niños lo miraban con recelo.

—¿Y es qué a mi no piensan saludarme? —Hice un puchero y los niños corrieron hasta mi gritando mi nombre.

—¡Nastya! —gritaron.

—Pensamos que no venías. —dijo casi a los llantos el pequeño Thiago reclamando mis brazos.

—¿Y perderme de estar con ustedes pequeños traviesos? —contesté mientras tomaba en mis brazos al pequeño niño de cuatro años y grandes ojos azules—. ¿Ya hicieron la tarea?

—No, las niñas no nos quisieron ayudar. —La voz enojada de Francis hizo que me dirigiera hasta él para tomarle de la mano.

—Pues vamos a hacerla, dejemos que se queden con el aburrido de Gael.

—¡Te escuché! —Y al voltear me encontré con un niño grande rodeado de todas las niñas.

—Lo siento. —respondí mientras sacaba mi lengua y me adentraba con los niños tomados de la mano.

Luego de hacer los deberes jugamos a las escondidas, a las carreras, a luchas en el barro y luego, antes de irnos, me pidieron que les contara un cuento.

—No entiendo por qué siempre terminas llena de barro. —La mirada de Gael era de asco hacia mi estado.

—Porque sino no sería lucha de barro, pero entiendo si no quieres  tomar mi mano. —Sabía que igual lo haría, pero el sólo pensar de que quizás no lo hiciera se me encogió el corazón.

—Eres una loca sin remedio, pero eso no quiere decir que te la vaya a hacer tan fácil. —Su agarre me hizo cosquillas, a lo mejor estaba comenzando a sentir algo por él.

Caminamos de regreso a mi departamento, mientras hablábamos de cosas cotidianos aprecié cómo el cielo se nubló de una manera amenazante.

—¿No piensas darme mi beso de despedida? —Gael sonrió de una manera muy seductora a lo que me vi tentada en hacerlo.

—Tienes razón corazón. —Me acerqué lo más humanamente posible a sus labios y cuando vi que cerró sus ojos lo besé en la comisura de sus labios—. Nos vemos.

Al cerrar la puerta me quedé muy pegada a ella y sentí la carcajada melodiosa de él.

—Me las cobraré Nastya, se que me estás escuchando.

Cuando sentí sus pasos alejarse me arrepentí de no haberlo besado y corrí hasta la salida.

La lluvia golpeó suavemente mi cuerpo y sentí que alguien me miraba, que me observaba como si sintiera que estaba presenciando lo más maravilloso del mundo.

Volteé a todos los lados y no vi a nadie, ¿acaso esperaba que alguien estuviera ahí? El vacío no tardó en aparecer y adueñarse de cada rincón de mi alma.

Un Deseo: No OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora