T R E S

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  Cuando Meg se despertó unas horas más tarde, la fría habitación de piedra parecía más una tumba que una mazmorra. La pobre luz de las velas oscilaba en la oscuridad movida por un viento invisible. La joven se quedó inmóvil, temblando bajo la manta.

Se sentó, se apartó el pelo de la cara y se apretó el albornoz contra el cuerpo. La poca luz que antes entraba por los ventanucos había desaparecido, Esperaba que su carcelero se dignara verla pronto.

Se vistió y estaba sentada sobre el colchón intentando leer a la luz de las velas cuando oyó el ruido de una llave en la cerradura. Al ver una sombra, contuvo el aliento hasta que vio la inmensa mole de Salvatore y respiro aliviada.

—¿Ha descansado bien? —le pregunto el hombre.

—No —repuso, con voz tranquila. No tenía intención de demostrar lo asustada que estaba. —Supongo que su Alteza estará ya dispuesto a concederme audiencia.

—No suponga nada, muchacha. Voy a cambiarla de habitación.

Megan enarco las cejas.

—No me diga que tienen más mazmorras.

—Esta casa tiene tantas habitaciones que podría pasar meses aquí sin dormir dos veces en la misma cama.

—No pienso quedarme meses aquí —-dijo, incapaz de ocultar un temblor de pánico.

Salvatore le dedico una sonrisa malévola.

—Eso depende de Kyung Soo. Al menos en su nueva habitación tendrá una cama de verdad. Y libros.

—Creo que me quedare aquí.

—Muchacha, eso no depende de usted. Si cree que no puedo llevar a la fuerza a alguien tan pequeño como usted, es que no sabe nada de nada. Sera mejor que se levante y me siga.

—No me llame muchacha. Mi nombre es Meg. Para usted soy la señorita Carey.

Espero un tiempo prudencial para salvar su orgullo y luego se levantó y metió la novela en su bolso.

—Eso esta mejor. Le gustara su nuevo cuarto. Tiene una vista preciosa de este campo dejado de la mano de Dios. Es decir, cuando afuera no está lloviendo.

—Preferiría poder ver Chicago, ¿Cuándo poder verlo al?

—Cuando él lo diga. Y ni un momento antes. Yo, en su lugar, no tendría tanta prisa —salió del cuarto y ella lo siguió —. ¿No ha oído lo que dice de él la gente del pueblo?

— ¿Y por qué cree que yo he hablado con la gente del pueblo?

— Se detuvo a echar gasolina en el surtidor de Fredy. Y no creo que ese viejo bandido la haya dejado marchar sin llenarle la cabeza de historias.

— ¿Cómo sabe que me detuve allí?

El hombre seguía andando y a la joven no le quedo más remedio que seguirlo.

— Tengo mis fuentes. Apuesto a que le conto que la señora Maclnerny se había vuelto loca al ver a Kyung Soo. ¿Y le hablo de las vacas? Las pocas que quedaban en la zona se secaron cuando él se instaló aquí. ¿Y lo de los niños?

—¿Los niños? — pregunto Meg, temblorosa.

— Ha habido algunos que han venido aquí y nadie los ha vuelto a ver nunca más.

— Todo eso lo está inventando usted.

— Esa es la clase de historias que cuenta la gente como Fredy. En el pueblo creen eso y cosas peores.

El Fantasma de la Noche ( con Do Kyung Soo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora