D I E C I S E I S

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  Kyung Soo lanzo una maldición al comprender que Sal se había llevado el Mercedes. Claro que, por otra parte, no había tenido elección. La batería del Blazer se había gastado cuando Megan lo dejo en la zanja.

Eso le dejaba solo con el Thunderbird del 57 que había sido el orgullo y la alegria de su madre. Sabía que el deposito estaría lleno y que arrancaría a la primera, pero no estaba tan segura de sí podría circular por las carreteras cubiertas de barro.

Al menos sabia adonde la habían llevado. Aunque no se lo hubiera dicho Joseph, se le habría ocurrido a él solo. Había elegido cuidadosamente el lugar para la construcción del centre de investigación, planeando instalarlo en el mismo sitio en el que los antepasados de los habitantes de Oak Grove solían llevar a cabo sus aquelarres. Era lógico suponer que los seguidores del pastor Lincoln elegirían aquel lugar para vengarse.

Con el viento moviéndole el pelo y los relámpagos brillando sobre su cabeza, Kyung Soo podía ver la colina en la distancia. Pero estaba demasiado lejos para saber si allí había gente o no, Al poner en marcha el enorme coche, lanzo un juramento. Maldijo a su madre por su adicción a las cosas bonitas e inútiles y su rechazo a su deforme hijo. Maldijo a su padre por su debilidad. Maldijo al pastor Lincoln por su fanatismo y a los habitantes del pueblo por su estupidez. Maldijo a Megan por haber abandonado su habitación, por haber aparecido en su casa, alterando sus planes. Pero, sobre todo, se maldijo a si mismo porque la mujer que amaba podía morir por causa de sus ansias de venganza.

Tenía que detenerlos. Tenía que llegar allí antes de que le hicieran nada. Tenía que terminar de una vez por todas con la locura que infectaba aquel pueblo. Lo haría o moriría en el intento.

Sus ojos, tan acostumbrados a la oscuridad, vieron las luces de los faros desde una distancia de kilómetros, dándole tiempo suficiente para girar el volante, meter el viejo coche en el bosque y apagar el motor. Se quedó allí sentado, apretando el volante con las manos, esperando y escuchando.

Conocía el ruido del autobús del pastor Lincoln. Cuando llego a su altura, vio que estaba lleno de hombres. Algunos se sentaban en el techo o colgaban de las ventanas. Al parecer, volvían a su casa. Detrás iba un convoy de camionetas viejas, y reconoció a la mayoría de los habitantes del pueblo. Todos los rostros se parecían pálidos, con aire de hipnotizados, en ellos no había ninguna señal de vida aparte del odio que expresaban sus ojos.

Espero a que pasaran. Megan no estaba con ellos. Eso lo sabía sin necesidad de verlo. Debían haberla dejado en la colina para ir a buscarlo a él.

No lo encontrarían. Iba a ir a salvarla. La encontraría, se marcharían de aquel lugar y no volverían nunca.

Giro la llave en el motor y no ocurrió nada. Probo una y otra vez con el mismo resultado. El motor parecía estar muerto. El coche no funcionaba y él estaba allí parado, con Megan a un lado y una horda de maniacos asesinos al otro.

Nunca en su vida había corrido en otro lugar que no fuera la pequeña pista que había construido en el ala este de la casa. Nunca había corrido al aire libre, donde la gente podía verlo. Pero eso fue lo que hizo en aquel momento. Empezó a correr, sin saber muy bien cuanto tiempo podría mantener aquel paso. La natación y el ejercicio lo mantengan en forma, pero no sabía si podría recorrer los diez kilómetros que lo separaban de la colina a tiempo de sacar a Megan de allí. Lo único que podía hacer era intentarlo. Siempre le había gustado la noche, el manto negro que lo escondía. Pero ya no. La oscuridad ocultaba el mal, tapaba las perversas acciones de Lincoln y sus seguidores. Mientras durara la noche, Megan estaría en peligro. Cuando saliera el sol, estaría a salvo. A salvo de los locos habitantes de Oak Grove y a salvo de él.

El Fantasma de la Noche ( con Do Kyung Soo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora