iv. casi

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Lo que aprieta no mata, o eso quería creer yo.

Me sorprendí por los repentinos golpes en el pecho. Esto no sucedía hace mucho tiempo. Quiero culpar a las noches en vela por los malditos ensayos. La escuela terminaba temprano, pero la academia de danza terminaba consumiéndome completa y ya ni quedaba fuerzas para la escuela. Era como un círculo vicioso.

¿Cómo lo estaría llevando Taeyong?

Unas siluetas largas y delgadas empezaban a vislumbrarse en las paredes de los vestuarios, dando lugar a las normales voces chillonas de cada día, cosa que me recordaba el por qué llegaba temprano y trataba de cambiarme lo más rápido que podía. 

— Es ardiente en todos lo sentidos.

— ¿Viste su rostro?

— Uf y otras cosas más.

Sabía de sobra de quién hablaban. Lo más extraño era que yo sentía lo mismo. Es decir, compartir tal sentimiento con aquellas chicas desbordando hormonas no era algo común en rutina.

Luego de finalizar la práctica habitual, salí rumbo al ascensor. Si me apuraba, podía llegar a tomar el autobús de las once. Tenía que llegar temprano o George no me dejaría volver sola otra vez. 

El ascensor abrió sus puertas y dejó a la vista a la persona que también había ingresado a la academia conmigo. Con la mirada a un lado, di un paso a la pequeña área cuadrada de aquel incómodo espacio metálico ¿Nos saludamos? ¿Y si empiezo yo? Aunque ya nos habíamos visto y recordé que el día de la audición ni siquiera me llamaba por mi nombre. No. Solo eramos conocidos.

Los segundos que tardaba el ascensor en bajar eran ridículamente largos. Sabía que me miraba, aunque sonara una exageración. Posiblemente, ni siquiera le importaba mi presencia. Luego de unos minutos más de martirios mentales, habíamos llegado al recibidor. Salí primero e, inconscientemente, me giré con la intención de saludarlo. Antes de decir palabra alguna, las puertas empezaron a cerrarse. Otra vez, de manera inconsciente, paré las puerta con mis brazos. Fue con tal ímpetu que hasta, así como él, yo me quedé perpleja.

— Eh... -balbuceó algo, pero lo corté antes de que terminara.

— Déjame hablar primero -tomé aire-. Creo que ahora deberíamos llamarnos por nuestros nombres o al menos saludarnos. Digo, somos compañeros de salón y estamos en la misma academia de baile. No tendría sentido si solo yo...  

— Gracias, Kira –pronunció antes de salir del ascensor y caminar rápidamente al pasillo de los dormitorios. Vivía ahí. 

— De nada – dudé que pudiese escucharme. Era mejor así, porque sino también hubiese escuchado tartamudear al recordar como la esquina superior derecha de sus labios quisieron curvarse hacia arriba. 

dark eyes ➳ l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora