ix. zanahorias y cebollines

363 58 10
                                    

No ha venido hoy.

Tampoco vino ayer.

Y dudo que venga mañana.

Volteo una vez más hacia su pupitre, esperando verlo recostado como estos últimos meses. Recuerdo cuando aún me embargaba el temor de solo mirarlo, no a él, sino enfrentar su potente mirada. Ahora al menos puedo soportarlo más de diez segundos.

¿Por qué estoy preocupada? O mejor dicho, ¿por qué no estarlo? Es normal. Ha dejado de venir estos días no solo a las clases, sino a la academia. Confieso que estuve bajando y subiendo por el ascensor, tratando de al menos toparme con él en nuestro sitio habitual. No hay noticias de él y, ni Yuta y Mark muestran gran interés en ello. Suena la campana y corro a la academia en un santiamén. Hoy les preguntaré qué está pasando.

- ¿Dónde está Taeyong?

- Está resfriado -Mark termina de amarrar los cordones de sus zapatillas y se une a la charla- ¿Por qué recién preguntas por él?

- ¿Eh? Pensé que no era nada grave ya que ustedes se veían tan tranquilos.

- Nosotros quizá, y eso solo porque lo vemos todos los días, pero tú... -Mark y Yuta intercambian miradas y asienten- ¿Sabes cómo hacer un consomé de pollo?

- Un poco

- Esta noche, Mark y yo estaremos ocupados haciendo algo ¡Necesitamos tu ayuda!

- ¿Yo qué?

- Podrías quedarte cuidando a Taeyong. Solo serán unas horas. No tienes más que alimentarlo y verlo dormir -Yuta contiene una risita-. No creo que eso signifique gran problema para ti.

En efecto, no lo es. Mirar a Taeyong se había convertido en un hábito muy extraño para mí. No podía evitarlo.

- El único problema es que una chica no puede entrar a los dormitorios -Yuta me mira preocupado- ¿Y ahora qué hacemos contigo?

- No es para tanto, me pongo una gorra y paso con la cabeza gacha por el pasillo.

- No creo que sea suficiente -pronuncia un poco dudoso-. Creo que mejor te acompañaré hasta la puerta.

Esa tarde los tres nos separamos saliendo del ascensor. Mark lleva mis cosas a George, a quien ya le avisé que llegaría muy tarde también. Yuta y yo nos ubicamos sigilosamente a un costado del pasillo, para evitar encontrarnos con algún personal de la academia.

- No hay moros en la costa ¡Ve!

- ¿No dijiste que vendrías conmigo?

- No seas miedica, son solo unos pasos -me guiña un ojo-. Además, sé que no te escaparás.

No me da ni tiempo de pensar en sus indirectas, cuando me encuentro frente a una puerta oscura. Saco la llave que me entregaron hace unos minutos y la introduzco suavemente en la cerradura. Con cuidado, entro y evito que la madera emita algún sonido de la persona a quien estoy contemplando ahora.

¿Cómo puede alguien verse tan malditamente perfecto durmiendo en un viejo y minúsculo sofá?

Es una nueva escena para mí. Bajo aquel rayo de sol que se cuela tras las cortinas cerradas del cuarto, su rostro y algunos mechones que caen en este, adquieren un tono ámbar. Inclinado hacia un lado, sus hombros suben y bajan de la manera más tranquila. Así, todo él, emite un aura de ingenua inocencia juvenil. Me duele despertarlo y a la vez, arrancar esa imagen tan enternecedora frente a mis ojos.

- Taeyong -susurro.

Su cuerpo se sacude un poco y abre los ojos. Nos quedamos un buen rato intercambiando miradas. Él despertando poco a poco de su letargo y yo, tratando de controlar nuevas sensaciones.

- Kira, no quiero contagiarte. Deberías cubrirte la boca -murmura y se dispone a levantarse.

- Espera ¿A dónde vas? Tienes que descansar -balbuceo.

- Dormiré en la cama -se dirige hacia una esquina de la habitación, donde hay un camarote-. Tienes que taparte la boca, en serio -habla entre bostezos.

- ¿Tengo mal aliento? -me preocupo. Es la segunda vez que hace referencia a un cubrebocas.

- ¿Qué? No. No es eso. Olvídalo ­-voltea y se da cuenta de la situación-. Un momento, ¿qué haces aquí?

- Yuta y Mark salieron -encuentro un delantal y empiezo a ponérmelo-. Cuidaré de ti hoy -no tengo idea de donde salió esa frase, simplemente quise decirla.

- ¿Qué haces? -pregunta curioso.

- Un consomé ¿Dónde están las cerillas?

- Tiene hornillas eléctricas -enciende una y se pone a hurgar en un armario mediano-. Cortaré el pollo mientras tú preparas el caldo ¿de acuerdo?

- Hey. ¿No deberías estar en la cama?

Él solo me ignora y se pone a lavar y retirar el pellejo de algunos pedazos de pollo.

- ¿Qué vas a hacer? Primero tienes que esperar a que el agua hierva -me detiene con las verduras en mano.

- ¿No pones las verduras y ya?

- Para eso tienes que estar cortarlas. En pedazos largos y cuadrados.

- Ugh, está bien -digo, pero en la práctica es diferente. Recuerdo que en casa todas las verduras están picadas y solo las arrojo, junto a los demás ingredientes, a una olla. De ahí, mágicamente un plato de sopa humeante aparece en mi habitación ¿Acaso eso no es cocinar?

- Empieza pelándolas -toma una zanahoria entre sus manos y la gira lentamente-. Como si la desvistieras poco a poco ¿Entiendes?

- Sí -me sonrojo. Creo que mi mente entendió otra cosa.

Transcurren unos minutos y nuevamente me encuentro sin saber qué hacer. En medio de mi confusión, su voz acude en mi ayuda.

- Ahora divídelo en dos y haz cortes horizontales

Unos segundos más y él vuelve a indicarme.

- Ahora córtalos en líneas verticales y horizontales.

Solo se escuchan los sonidos del cuchillo contra la tabla. Algo empieza a sonar como un burbujeo. Él va y agrega una cucharadita de quién sabe qué. Seguidamente echa todas las verduras y las revuelve poco a poco. Yo ya no sé qué más hacer y me siento a contemplarlo. Se mueve con cuidado y no deja las cosas fuera de lugar. Conmigo, la cocina termina hecha un desastre. Veo como cubre un poco la olla con una tapa y se sienta frente a mí.

- Al final terminaste haciéndolo todo tú -bromeo.

- Tú también aprendiste -sonríe-. Ahora podrás cocinarme.

Otra vez no logro entenderlo ¿Está bromeando? ¿Acaso es una invitación a venir otra vez? Creo que ni él mismo lo sabe, porque empieza a mirar por todas partes.

- Bueno, creo que es hora de irme...

- Creo que estoy un poco mareado -menciona y trata de levantarse. Sin embargo, se tambalea un poco y, a duras penas, logro sujetarlo de los brazos. Su frente se apoya en mi cuello y siento un calor intenso.

- ¡Taeyong! ¡Por Dios! ¡Estás ardiendo en fiebre!

Con las pocas fuerzas que tengo, logro arrastrarlo hasta el camarote y lo acuesto. Cojo todo tipo de mantas y cobijas que están a mi alcance. Su rostro está sudando. Sé que hay un antigripal en la cocina y voy a por él. También preparo agua caliente y lo ubico cerca. Cubro su frente con la toalla húmeda y me siento a observarlo si hay algún cambio. No pasan más tres minutos cuando empieza a moverse inquieto.

- ¿Te duele algo? ¿Tienes frío? ¿Quieres más cobijas?

No pronuncia palabra alguna. Sus manos empiezan a tantear lo que encuentran a su paso, entre ello, se topa con mis dedos. Los sujeta con fuerza. Me duele un poco, pero no replico. En ese trance, lo escucho hablar en voz baja.

- Quédate.

dark eyes ➳ l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora