v. salvada

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Habían pasado semanas desde aquel episodio vergonzoso. Pensándolo bien, no tenía ni idea de cómo llegué a decirle tales cosas. Tampoco me arrepentía. Aun así, no podía evitar mirarlo a escondidas. Me encanta verlo... pero seguía con miedo.

Aunque no tanto como en estos momentos.

— A las bancas.

El profesor se dio por vencido. Había implorado, gritado e incluso amenazado con expulsarme, aunque ambos sabíamos que era imposible botar del instituto a alguien por no trepar una ridícula cuerda. Hubiese aceptado de buena gana, después de todo así podía faltar a las siguientes clases, pero tenía pánico. Detestaba los lugares altos.

A pesar de que los últimos copos de nieve se descongelaban al paso del día, se podía sentir una gélida ventisca que te sacudía de los pies a la cabeza; y las reglas del colegio nos obligaban a usar diminutos shorts en el horario de deportes, como si nos les importase que cogiéramos una neumonía o algún calambre.

Unos gritos me sacaron de mis pensamientos y entonces lo vi. Ahí estaba él, tan campante y lleno de sudor, corriendo tras una estúpida pelota como si la vida dependiese de ello. Era la primera vez que lo veo disfrutar algo que implique una actividad grupal. Se integraba bastante bien al parecer, si por eso se entiende gritar que le pase el balón y ¡Gol! Él marcó un punto y los demás lo vitorean. Sus músculos se relajan y él ríe ¿Acaso está feliz? ¿No que odiaba a todo el mundo? Suspiré y no fui la única. Las chicas también lo veían y eso empezaba a irritarme.

— ¡Cuidado!

Escuché un golpe seco.

Alguien me estaba cubriendo.

— Mierda ¡¿Estás bien Lee?!

— ¡Profesor!

¿Qué pasó? ¿Por qué se cubre el brazo y frunce el rostro? Le dolía y no podía ni acercarme.

— ¡¿Estúpida, acaso no viste el balón?!

— ¿Qué balón?

— Estoy bien. Volvamos al juego.

Todos se callaron al escucharlo.

Luego de que el profesor viniese, Taeyonf fue a la enfermería, pero eso no quitó el hecho que la gente siguiese lanzándome miradas llenas de odio. A estas alturas solo me importaba lo que pudiese pasarle.

Y ni siquiera pude darle las gracias. 

Más tarde

Introduzco una moneda en la dispensadora. Es la última cajita de leche de mocca y será mía. Lo necesito luego de lo que pasó esta mañana. Cae el producto y me agacho a recogerlo rápidamente, con intención de volver y pasar el resto del receso en el nuevo escondite que encontré hace unas horas.

Me deslizo hacia un lado y dejo pasar a la persona detrás de mí ¡Tenía que ser él nuevamente! Aún no me recupero de las emociones vividas y él aparece como si nada. Es el momento perfecto para agradecerle, pero mi boca se siente pesada como el cemento y se me forma un nudo en la garganta.

— Rayos.

Lo veo fijar su mirada en el sitio vacío donde antes estaba la cajita de mocca que ahora sostengo entre mis manos. También veo una venda cubriéndole el brazo derecho y me embarga enteramente la culpa y remordimiento.

— Ten.

No me atrevo a siquiera mirarlo. No sé si está molesto o muy enfadado conmigo.

— No... no es necesario.

Me sorprendo por el tono de su voz. No es de alguien quien obtuvo un fuerte golpe por salvar a alguien que ni sabe dónde está parada. Está triste.

dark eyes ➳ l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora