Capítulo 7

1.9K 162 22
                                    

Dos días después del concilio de Elrond, los nueve compañeros estaban preparados para partir a su aventura. Todavía era temprano, pero había muchos elfos en el patio para despedirlos.

Gandalf y Elrond se acercaron, charlando entre ellos. Los hobbits conducían un pony llamado Bill, al que habían cargado con sus paquetes. Gimli se despedía de su padre y sus amigos, con las manos apoyadas sobre el mango de su hacha. Boromir revisaba los paquetes por si se dejaban algo y Aragorn se acercó con Arwen, cogidos de la mano. Solo faltaba un miembro de la comunidad.

Legolas seguía en su habitación, sentado en el suelo con Narasene sentada en la cama tras él. Le estaba haciendo una trenza detrás de la oreja, mezclando su pelo dorado con un mechón negro suyo. Mientras tanto, cantaba en voz baja una de las canciones que cantaban las doncellas cuando sus amados guerreros iban a la batalla.

Legolas cerró los ojos cuando Narasene se inclinó y le besó la cabeza. Al final, Nara acarició la trenza negra y dorada, deseando que le diera suerte en su viaje.

"Que los Valar te protejan, mi amado."

Legolas se puso en pie con agilidad y la ayudó a levantarse. Mirándola a los ojos, susurró.

"Espera a que vuelva, mi señora. Construiremos una nueva vida juntos, te lo prometo."

Y entonces se besaron apasionadamente. Cuando se separaron, estaban sin aliento y a punto de llorar.

Tras coger el carcaj y los cuchillos gemelos que habían sido de Keldarion, Legolas recogió su arco y sujetó a Narasene de la mano. Juntos, bajaron en silencio las escaleras y se dirigieron al patio en el que los demás esperaban.

Todos los miraron cuando el príncipe del Bosque Negro apareció. Legolas le apretó ligeramente la mano a Narasene y la soltó a regañadientes. Ella se fue con su tío y Glorfindel se fijó en su expresión llena de tristeza, así que la rodeó con un brazo. La doncella se acercó más a él, aceptando el apoyo.

Legolas se adelantó hasta ponerse al lado de Gimli, que le sonreía mirando de él a Narasene. El príncipe puso los ojos en blanco. ¡Maldito enano! ¡Desde que se enteró de lo de Nara no deja de molestarme! Sacudiendo la cabeza, Legolas le sonrió también.

Jaden asintió cuando su mirada se cruzó con la suya. En su bolsillo llevaba una carta de Legolas para su padre y el comandante le había prometido que se la daría lo antes posible. Jaden también prometió cuidar de Thranduil y el reino durante su ausencia, a pesar de que no quería dejar ir a Legolas. Sin embargo, sabía que el elfo era un gran guerrero, un mortal arquero y la persona con más ganas de sobrevivir que conocía. Puede cuidarse solo, pensó Jaden. Nunca se rinde.

El señor Elrond dijo unas palabras de despedida y les deseó suerte y que fueran rápidos.

"Que los Valar los protejan. Rezaré para que tengan éxito y vuelvan a salvo."

Poco después llegó la hora de partir. Gandalf echó a andar primero, seguido de los hobbits, de Gimli y luego Boromir con el poni. Aragorn se tomó un momento para mirar a Arwen y sus hermanos, que estaban de pie a cada lado de ella. Arwen aparentaba estar en calma a pesar de su tristeza y las expresiones de Elladan y Elrohir eran indescifrables, pero el montaraz sabía que les resultaba difícil dejarlo ir, pues a él mismo le costaba marcharse. Entonces, haciendo de tripas corazón, Aragorn se dio la vuelta y corrió tras el grupo que ya había cruzado el puente de Rivendel.

Legolas fue el último en marcharse. Se inclinó ante Elrond y Glorfindel, y luego le sonrió a Narasene, Arwen y los gemelos.

"Hasta la próxima."

ConfianzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora