Capítulo 13

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Gandalf...

A Legolas se le llenaron los ojos de lágrimas, pero las mantuvo a raya. Ahora no, Legolas. No te desmorones, no hasta llegar a la seguridad de Lothlorien. Todavía no...

Mientras transcurría el tiempo, el corazón cada vez le dolía más. Tenía un nudo en la garganta por el esfuerzo de contener las lágrimas y casi no era capaz de evitar empezar a sollozar. ¡Detente de una vez! ¡Enfócate! ¡Todavía no estamos fuera de peligro! ¡¡No es el momento de ser un bebé llorón!!

Aragorn llevaba todo el tiempo observando al elfo con preocupación y, tras caminar durante casi una hora, el montaraz no pudo soportarlo más. Dejó su puesto al final de la comunidad y los adelantó a todos para llegar a Legolas.

"Tenemos que tomar un breve descanso" –anunció.

Legolas lo miró, confundido.

"¿Por qué? Solo quedan unas pocas leguas para llegar a Lothlorien. Allí podremos descansar más..."

"Vamos a descansar ahora" –Aragorn fue inflexible. Veía claramente que Legolas estaba sufriendo. Cojeaba un poco más que antes y se sujetaba el costado izquierdo de vez en cuando.

Legolas miró al montaraz y se rindió.

"De acuerdo."

"Siéntate antes de que te caigas de bruces" –ordenó Aragorn.

"¿Disculpa?"

"¡Solo haz lo que digo, elfo!" –gritó el hombre, para luego arrepentirse de inmediato.

El rostro de Legolas estaba mortalmente pálido y tenía la frente húmeda de sudor. Era obvio que el elfo estaba gravemente herido, pero que, como siempre, y gracias a su cabezonería, no había dicho nada. Aragorn temía averiguar qué heridas tenía. Legolas era conocido por su tozudez, que lo había mantenido con vida en muchas ocasiones, pero esta vez solo estaba empeorando la situación.

Cuando el resto de la comunidad se dejó caer al suelo para estirar las piernas, Legolas se acercó hasta un tronco caído que estaba a varias yardas y se sentó. Entonces alzó las cejas al ver que Aragorn se arrodillaba a su lado.

"Quítate la túnica" –ordenó el hombre.

Legolas lo observó.

"¿Para qué?"

"¡Solo quítate la maldita túnica o llamaré a Gimli y a Boromir para que te sujeten mientras te la quito a la fuerza!"

El elfo lo taladró con la mirada.

"No te atreverías."

"¿Quieres averiguarlo? –dijo Aragorn, amenazador, pero entonces habló con más suavidad-. Legolas, sé que estás herido. No lo niegues."

Legolas suspiró.

"¡Pero estoy bien! No es nada, de verdad."

Aun así se desabrochó la túnica y la camisa. Cuando se las quitó, no pudo evitar un gemido de dolor.

Aragorn se quedó sin aliento al ver el costado de su amigo cuando se quitó las vendas. La piel de Legolas estaba amoratada y el montaraz pudo ver también un pequeño bulto debajo de sus costillas.

"¿Y dices que esto no es nada?" –dijo, sacudiendo la cabeza.

"¿Cuánto tiempo pensabas ocultárnoslo? –gruñó Gimli, que acababa de acercarse a los dos amigos. Miró la herida de Legolas y volvió a gruñir-. ¡De todas las cosas estúpidas que he visto, esta es la peor! ¡Elfo estúpido!"

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