Keith observó el intercambio con recelo.
Ahí estaba Lance, parado frente a todos y hablando de cosas que realmente no tenían ni pie ni cabeza, al menos no para Keith. Había descubierto que leer y entender Galra le venía como segunda naturaleza, pero ¿otros idiomas? No tenía idea, los únicos que podían conversar con poblaciones extranjeras eran Allura, Coran y Lance. De los primeros dos no le sorprendía tanto, ya que tenían un gene mutante que básicamente los hacía lo que quisieran ¿pero Lance? Vaya sorpresa encontrarse con que tenía fluencia para los idiomas.
—Español, Inglés, Coreano, Japonés, Italiano, Portugués, Francés y Ruso—, había dicho esta tarde, sonriendo con las estrellas dentro de la boca.
—Si sabe hablar más de tres idiomas es probable que aprenda el Alteano y Olkari rápido, no me sorprendería verlo hablando Galra algún día. — Había argumentado Pidge, tecleando desinteresadamente en alguno de sus libros interactivos para aprender Alteano.
—Vrepit sá—había dicho Hunk, sin aguantarse la risa, y parecía que sus dos mejores amigos no podían no seguirle el juego.
Keith se quedó parado en silencio, escuchando un par de horas mientras que Coran y Lance iban una y otra y otra vez sobre pronunciaciones y gramática y verbos y un montón de cosas que el latino no tardó en asimilar y repetir a la perfección.
¿Se podía tener celos y estar orgulloso al mismo tiempo?
Probablemente, en especial cuando un alien bien parecido y extrañamente similar al ser humano no podía quitarle las manos de encima a Lance. Keith supuso que era el líder, o algo así, por los colores y la ropa que vestía, pero de todos modos eso no le daba ningún derecho de tomar a su Lance de la mano y jugar con los dedos morenos que tanto amaba, de pasar sus asquerosos dedos por los preciosos mechones castaños que tanto quería acariciar, de sostener al paladín negro tan cerca y de una manera tan íntima que parecían pareja.
No, no le daba ningún derecho.
Y Lance tampoco tenía derecho de sonrojarse y hacer esa cosa con los ojos en donde se le expandían las pupilas y sonreía y alzaba las manos y abrazaba al chico-alien-cosa que claramente quería algo más que una alianza.
Putos, putos todos. ¿Por qué Lance tenía que ver así al líder y no a él?
—Quita esa mueca de celos o no van a querer la paz sino la guerra—murmuró Pidge entre dientes cerrados, parándose a su lado con el casco verde a un lado y una cosa muy parecida a una especie de barra de granola alienígena en la otra, Keith recordó a Allura mencionar que además de ser estrategas poderosos y unos muy buenos escapistas, los Gelosia eran los mejores cocineros de la galaxia.
Hunk parecía estático de aprender nuevas técnicas para cocinar con lo poco de comida alienígena que se tenía, Pidge se moría por comer cualquier otra cosa que no fuera la papilla de comida del castillo, Lance, Allura y Coran se dieron a la misión de mezclarse con el pueblo tan pronto descendieron del Castillo ¿y Keith? Keith solo quería volver a estar en los brazos del latino.
Sin embargo, con un precioso alien de piel como la miel, ojos cafés y un corto cabello violeta, parecía que eso no pasaría pronto.
—Es que no entiendo, ¿por qué se le está restregando tanto? Tch, espacio personal, amigo.
La chica soltó algo entre una risa y un suspiro.
—Ten, mejor cómete un Snickers—se burló, extendiéndole la barra—, no eres tú cuando tienes hambre.
—Mierda, hace dos años que no como un Snickers. Dame eso, niña, creo que lo necesito.
Pidge ni se inmutó cuando el pelinegro le arrebató la barra y empezó a morderla como si su vida dependiera de ello, soltando un pequeño gemido porque, okay, esto estaba delicioso.
—Hey, tranquilo, hombre. No le hagas el amor a la barrita, solo cómela, ¿si?—la castaña estaba sonriendo con la boca abierta.
—Uh-uh, al único que le haría el amor es a Lance, con esta barrita estoy teniendo un muy necesitado orgasmo, muchas gracias.
—Ew, ahí se van mis ganas de estudiar gastronomía—susurró el paladín amarillo, quien llevaba una caja multiniveles muy parecida a los bentos que Shiro le daba de vez en cuando cuando estaban todavía en el Garrison.
—No, tú dejas de cocinarnos y yo me aviento al espacio. ¿Qué traes ahí?—indagó Pidge, intentando sacar la caja metálica de las manos de su amigo.
—Oh, son ingredientes y especias, todavía tengo otras seis o siete cajas, pero están en el Castillo ya, se me ocurrió usar estas para crear un mini-banquete a modo de celebración por la alianza y el... um, ¿compromiso de Lance?
—¡¿Qué?!—y Hunk estaba en lo cierto, tan pronto el pelinegro alzó la vista logró ver que el lindo alien-líder que había pasado las últimas quince horas coqueteando con Lance estaba deslizando un anillo hecho de minerales azules en el dedo anular del Cubano.
—Qué pedo—espetó Pidge, quien pasaba mucho tiempo en internet a pesar de estar a millones de años luz de la tierra—. No, neta, ¿qué pedo? ¿De dónde sacó esa madre? ¿La traía metida en el culo o...?
—¡Pidge, lenguaje!
—Lo siento, mam... digo, Hunk.
—Tch.
Keith se quedó ahí, petrificado, mientras que algunos aliens pasaban corriéndole al lado. Se escuchaban gritos de júbilo. Lance seguía junto al alien, mejillas rojas y cabello despeinado.
Todos sonreían.
Todos excepto él.
Bajo la mirada y, con el corazón hecho añicos, volvió al castillo.
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ɱɛʀcy || k ɭ a ŋ c ҽ ||
Fanfic¿En qué momento se le había olvidado como el fuego y el hielo no podían coexistir en armonía?