Capítulo cuatro

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Abrí mis ojos lentamente intentando acostumbrarme a la luz, pronto oí un par de voces cercanas.

–¿Dónde estoy? –intente sentarme en mi lugar.

–No, no. Tu acuéstate, no hagas ningún esfuerzo –el chico de ojos bonitos está parado frente a mi con su mano en mi pecho.

–Que me ha pasado?

–Pues estas en el hospital, la enfermera de la escuela no pudo hacer nada y tuvimos que llamar a una ambulancia. Tuviste un accidente, un chico provoco tu caída y creo te golpeaste fuertemente.

–Y mi hermano? –puse ambas manos en mi cabeza, soltando un suspiro.

–No lo se, creo que aún no sabe nada.

–¿porqué? –se encogió de hombros y se sentó junto a mi. Me sonrió y negó con la cabeza.

–Santo padre, me has dado tremendo susto mujer –Se le veía algo preocupado, aunque no recuerdo que fue lo que pasó.

–¿Lo siento? –no tenía ni la mínima idea de que decir y aún así me sentía incómoda, estar tan de cerca con un chico guapo no siempre es bueno.

–¿Quieres que llame a tu hermano? Faltan diez minutos para que sea salida –mis ojos se abrieron más de lo normal, había estado aquí desde hace casi siete horas.

–Si, por favor. Pero ten cuidado con lo que dices, no quiero que se preocupe de más –el asintió y salió de la habitación, mire a mi al rededor y cerré los ojos queriendo ya no estar aquí, de verdad odiaba los hospitales. Estaba esperando al ojos bonitos pensando en que dirá mi hermano o como actuaría, pues nadie le había informado de lo sucedido.

–Listo –entro y cerró la puerta con cuidado. Lo mire a los ojos y espere unos segundos para poder hablar.

–Aun no me has dicho tu nombre –alzó una ceja y elevo sus hombros.

–Creo lo has olvidado, te lo he dicho hace rato. Me llamo Erick y tu Oneida por lo que me has contado –comencé a reír y podía ver en sus ojos la confusión, aún que no recuerdo el haberle dicho mi nombre.

–Olivia, me llamo Olivia pero puedes decirme Liv –el entendió el motivo de mi risa y ahora fue el quien soltó una.

–Lo siento, juro que me has dicho que tu nombre es Oneida. Pues bien, Liv será –me tendió su mano y con gusto la estreche.

Pronto la puerta rechino y alguien más entro a la habitación, me levanté un poco logrando ver a Joel, camino hacia mi a pasó rápido y me tomo de la mano acercándose a mi.

–Dios mío, como ha podido pasar esto, me asuste muchísimo. ¿Porqué no me lo han dicho antes? –de giro hacia Erick algo enojado, tome a Joel de las mejillas y lo acerque para darle un abrazo.

–No ha sido su culpa, fue el quien me ayudo.

–Pero... ¿estas bien? –asentí, esta feliz pues mi hermano está aquí.

–Será mejor que me valla, nos vemos después –se despidió Erick, no quería que se fuera aún, pero no me atrevía a decirle que se quedará.

–No quiero que le cuentes a nuestros padres –exigí, el me miro sin entender el porque.

–¿Uhm? Cómo esta eso, tenemos que contarles –aveces odiaba que Joel fuera tan responsable y preocupon, no quería que mis padres se enteraran, si lo hicieran harían un problema enorme en la escuela y posiblemente o expulsarían al chico o me cambiarían de escuela cosa que no quería.

–Joel por favor, no quiero preocuparlos, contigo es suficiente –negó con la cabeza mientras se acomodaba bien. De pronto algo vino a mi mente, como lo pude olvidar.

–Oye, sabes cuando me iré de aquí?

–No, llegue directo aquí, no pregunte nada –se levanto de la camilla y a pasó lento fue hacia la puerta–. Iré a preguntar, ahora vuelvo, peque.

Junto a mi camilla había un plato con comida, había una sopa creo de fideos, dos galletas y una gelatina morada así que supongo que es de uva. Con cuidado tome el plato/bandeja y la puse encima mío, no me apetecía la sopa, así que tome una de las galletas y por primera vez en mi vida me había gustado una comida del "hospital".

–Buenas noticias hermanita –llego a la habitación con una sonrisa en su rostro y detrás de el venía una enfermera–. Ya podemos irnos.

Saltaba de emoción internamente, la enfermera le pidió a mi hermano que saliera de la habitación, me ayudo a cambiar mi ropa y desconecto las pocas agujas que tenía en mi cuerpo, sintiéndome libre. La enfermera me ofreció su brazo por sí me sentía mareada al caminar, la tome del brazo y salimos de la habitación.

–¿Lista? –asentí y ahora me colgué del brazo de mi hermano. Caminamos hacia la salida, no sabía si había llamado a mis padres o no.

–Estas bien baby? –levanté la mirada encontrándome con Richard. Subimos a su auto, yo de copiloto y Joel atrás.

–Si, ya estoy mejor –encendió el auto y tomo marcha hacia la casa.

–Mañana será hombre muerto –en la forma en que hablo Richard me dio un escalofrío.

–Con cuerdo contigo, nadie le hace daño a mi pequeña hermana –rodé lo ojos, solía ser muy exagerado, creo y noto lo que hice porque al instante soltó un regaño hacia mi.

–Creo que no iré mañana –mire hacia afuera, las personas caminando, autos pasando.

–Sólo por esta vez, se que te encuentras mal y comprendo eso –cerré los ojos y agradecí el que me dejara faltar.

No entiendo |Erick Colón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora