3

2.2K 145 43
                                    

—¿Recuerdas la nación de la que te hablé? Se llamaba Prusia y, en un principio, era solo un pequeño ducado de un imperio. Poco a poco se ganaron la amistad del emperador hasta que éste reconoció su independencia y nombró rey a Federico I a cambio de enemistarse con Francia, otro país. Pasaron los años y los reyes se sucedieron, y el reino de Prusia quiso unificar todos los territorios que hablaban un mismo idioma y compartían una cultura e historia comunes. Para eso empezó a hacer tratados con muchas provincias alemanas y en tiempos de Otto Von Bismark lo consiguió, creando así Alemania. Pero por desgracia las enemistades con los países vecinos y un atentado hacia uno de los aliados de Alemania, provocó una gran guerra en la que Alemania, y por ende Prusia y sus aliados, perdió. Tras ésta guerra y debido a los rencores existentes entre Francia y Prusia, Francia exigió reparaciones impagables a Alemania, que se ahogaba económicamente hablando para poder pagarlas. En esos momentos de incertidumbre y de pobreza en Alemania surgió el Nacionalsocialismo, los nazis. Ellos eran un partido político, cuyo líder era Adolf Hitler, que se hizo con el control de Alemania y empezó a invadir toda Europa. Cuando toda esperanza parecía perdida para los aliados y los rusos, la guerra dio un giro inesperado y Alemania perdió. Al acabar la guerra, se descubrieron un montón de descubrimientos hechos por los alemanes y también la cantidad de barbaridades que hacían a los que consideraban inferiores o a los prisioneros de guerra.

—¿Qué tienen que ver los nazis en todo esto? ¿Y qué es Agartha?

—Déjame acabar la historia... Muchas de las cosas que los nazis investigaron en grupos de máxima discreción y seguridad se han ido encontrando en diversas localizaciones y en documentos perdidos por el mundo. En uno de ellos, se hablaba de un prototipo de transferencia de materia y, además, adjuntaba unos planos comentados por un doctor en física experimental. En ellos también se indicaba la potencia usada y el éxito al transportar un sujeto a Agartha. Yo me basé en éstos viejos planos para construir mi máquina, aunque su función es muy diferente...

—¿Agartha?

—Agartha... Ahora mismo creo que es esto, aunque dudo mucho que sea el Agartha que los nazis buscaban. Supuestamente, bajo nuestros pies, debería existir una civilización muy avanzada que vive en el interior del planeta. Digo supuestamente porque éste no es mi planeta, si es que es un planeta, y porque no existe.

—Espera, por favor, ¿Qué es un planeta?

—¡Claro, vosotros no sabéis qué es un planeta, ni qué es la física, ni cómo funciona el universo!

—¿El universo? Pues es esto, nuestra tierra, ¿no?

—No, el universo es maravillosamente grande y tiene infinidad de planetas como éste y cosas aún más asombrosas que ésta. Ojalá pudieras verlo y comprender como funciona todo. Es, simplemente, precioso.

—¿No puedes explicarme ni qué es un planeta?

—El lugar donde vives, ¿acaba en algún sitio? ¿Hay un borde dónde nunca nadie haya ido?

—Sí, de hecho dice la leyenda que el mundo se acaba allí, que no hay nada más. Es una gran extensión de agua que sigue adelante, y sigue, y sigue...

—Entonces... ¿Vives en un mundo plano?

—Claro, si no ¿Qué forma debería tener?

—Tu mundo es esférico, como el mío, es un planeta. Mira... —Le pedí que me acompañara al exterior. Allí cogí una rama de un árbol, que estaba tirada en el suelo, y me dispuse a dibujar un círculo.—Imagina que el mundo es una esfera, y que hay algo en el centro que te atrae hacia éste. Pues más o menos, tu mundo es así. No me pidas que te explique cómo funciona eso, porque es algo muy complicado, pero te puedo asegurar que funciona así.

—Entonces ¿Cómo es posible que no veamos la curvatura?

—Buena pregunta. Te explico. Imagina que el mundo es enorme, y el observador es muy muy muy pequeño. ¿No le parecería al observador que la superficie es aparentemente plana?

—Es probable, de hecho creo que sí...

—Felicidades, ya entiendes más física que mucha gente de mi mundo.

—Oye... ¿Podrías contarme más del sitio donde vives? Parece ser muy interesante... —me dijo, mirándome con una gran sonrisa que denotaba curiosidad y felicidad a partes iguales.

—Bueno, no hay mucho que pueda contar... Vivo en Cataluña. Mi planeta se llama Tierra, estamos en el año 2025... Y no sé qué más quieres que te cuente...

—¿Es un lugar bonito? —Preguntó, curiosa.

—Depende de lo que entiendas por bonito, quiero decir, allí está todo más urbanizado y tal...

—¿Podría ir algún día?

—No estoy seguro de ello, pero podemos intentarlo. —Dije esbozando una sonrisa. Ella solo me miró, ilusionada, y se lanzó a mis brazos que aceptaron, sin dudar, aquel abrazo.

Al separarnos nos dirigimos a la vivienda de la chica, con un paso lento y relajado. Su cálido abrazo me había adormecido en cierto modo. El calor de su cuerpo, la humedad, la pureza del aire y el dulce aroma de Ahri había conseguido provocarme la misma sensación que provocaba la primavera en mí, la morriña primaveral. Volví a entrar por segunda vez en aquel salón, me senté en una de las duras sillas de madera y maldije que en aquel mundo no existieran los sofás. De golpe caí en algo muy elemental: ¿Dónde iba a dormir aquella noche? Quiero decir, según la distribución de la casa, no había otra cama, ni sofá, ni ningún sitio que fuera mínimamente cómodo 'para echar una cabezada. Supuse que me tocaría dormir en el suelo de nuevo. La chica, que me vio perdido en mis pensamientos, se acercó a mí y me preguntó si tenía hambre. Le contesté que no, a pesar de que llevaba desde que caí sin comer. Y abrí la boca:

—Oye, ¿Dónde se supone que voy a dormir? —La chica-zorro me miró ligeramente sonrojada, yo intenté disimular el hecho de que había visto eso.

—Yo... No lo había pensado... Pero supongo que puedes dormir en mi cama, yo ya dormiré en cualquier otro sitio, a no ser que quieras dormir conmigo—dijo con una voz pícara.

—No hace falta, ya me las apañaré yo, de verdad. —Dije con una sonrisa en mi rostro— Si me duermo en cualquier sitio.

—Me sabe mal...—Dijo, apenada, quizá decepcionada.

—No te preocupes, de verdad, estaré bien. —comenté, algo inseguro.

—Entonces... ¿Te dejo alguna manta o algo?

—Sí, por favor. Cualquier cosa está bien.

Ahri se metió en su habitación y salió portando una gran manta de apariencia bastante acolchada.

—Toma, es la mejor manta que tengo. ¿Dónde te la pongo?

Me acerqué a ella y cargué en mis brazos la manta. La coloqué en una esquina, y aprovechando la gran extensión de ésta pude usarla como colchón.

—Muchísimas gracias por tu hospitalidad—sonreí—No sé que me habría pasado si tú no me hubieras encontrado.

—De nada, supongo.

La chica zorro abandonó por segunda vez la sala. Yo decidí quitarme la ropa innecesaria y meterme dentro de mi cama improvisada. Me quedé un buen rato mirando al techo hasta que me dormí.



Perdido en RuneterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora