9

1.3K 99 12
                                    

Las horas pasaron rápidamente, la ausencia de claridad proveniente del exterior de la habitación impedía saber con exactitud el momento del día en que nos encontrábamos. La última nota del piano aún resonaba en el ambiente cuando su voz interrumpió mis pensamientos:

- Es... maravilloso. Esto... ¿esto tiene algún nombre? – La ojiáurea me miraba, impactada, con una triste sonrisa en sus pálidos labios.

- Es la Gymnopédie número 1 de Satie, juraría que tiene más en el álbum, pero esta siempre me ha parecido la mejor.

- ¿Puedes hacer más música?

- Supongo que podría tocar algo de Chopin, la verdad. ¿Tanto te ha gustado?

- Sí. – La chica-zorro que estaba sentada a mi lado me miró con cierta melancolía y con una tierna sonrisa a la que no me pude resistir.

Mis manos se deslizaron, de nuevo, sobre las blancas teclas de aquel imponente piano de cola. En mi mente, prácticamente, empezaban a sonar todas y cada una de las notas del Nocturno número 1 de Chopin en Si bemol menor (Op. 9). Los dedos se colocaron automáticamente en su posición y las primeras notas empezaron a llenar el ambiente. Inmediatamente el acompañamiento entró como si de una pequeña sábana que abraza dulcemente a la melodía se tratase, en mi mente casi podía sentir los pasos de los nobles que bailaron la melodía hace ya tanto tiempo; cómo se movían por las amplias salas blancas, como sonreían a su pareja de baile, y como algunas parejas fundían sus labios en un dulce beso.

La visión de aquel panorama mental se vio interrumpida al notar cierta presión sobre mi hombro derecho. Sin dejar de tocar miré de qué se trataba; la cabeza de la azabache que me acompañaba se había posado sobre mi hombro. Sus ojos permanecían cerrados, sus orejas se encontraban relajadas, y su respiración se había tornado más lenta y pausada.

Los últimos acordes de la canción llegaron a su fin y, cómo un suave movimiento, Ahri se incorporó y me tendió la mano. Sin dejar de mirarla, cerré la tapa del piano y acepté, gustoso, su mano. Me levanté, con su mano aún entre las mías. Y sus áureos ojos, llenos de un sentimiento que no pude descifrar, se clavaron en los míos.

- Es precioso – dijo ella – ¿Hay mucha más música de esta en este mundo?

- El mundo está lleno de música, y no tiene ni que ser cómo esta. Hay muchísima música. Déjame que te enseñe.

Me dirigí al ordenador que tenía a mi lado; me senté en la cómoda silla y moví el ratón. La chica-zorro, que me miraba atentamente y en silencio, se acercó a mí por la espalda.

Sin pensármelo, hice clic en un programa llamado Winamp, un viejo reproductor de música que conservaba por los recuerdos que me traía. Busqué en mi extensa librería de música una vieja lista titulada "Música para el coche puta madre", en la pantalla indicó que llevaba sin usarse desde 2018. Seleccioné una de las canciones y Get Lucky, de Daft Punk, empezó a sonar por los auriculares. Tras eso, me giré a observar a la chica, que me miraba, emocionada.

Con una sonrisa, me levanté de la silla y me puse a "bailar" de la forma más exagerada y absurda que pude. No es que bailar se me diera bien ni muchísimo menos, pero mi intención nunca fue emocionarla; más bien trataba de hacerle reír.

Ella, sin dudarlo y entre risas, empezó a imitarme.

Los minutos pasaban, la canción empezaba a llegar a su final, y entonces ocurrió: me tropecé con uno de los muchos libros que tenía por el suelo. Caí, de cara, sobre la cama ante la atenta mirada de Ahri, que no dudó en echarse a reír.

- Deberías ordenar esto un poco más – dijo secándose las lágrimas de risa – Algún día te vas a matar y no va a haber nadie que se ría de ti.

- ¿Qué clase de persona haría eso? ¡Reírse de alguien que se acaba de matar! Aunque... supongo que... tienes razón.

A pesar de llevar tan poco tiempo a su lado, la idea de que en algún momento Ahri se marchara y volviera a mi aburrida vida se me antojó lejana y desagradable, como si de la mirada de una parca se tratase. Era consciente de que en algún momento pasaría, después de todo había sido un error el traerla a este mundo, pero prefería mantener lejos de mi mente esa idea.

La ojiáurea se tumbó a mi lado, mirándome de nuevo a los ojos. Sus grandes ojos me parecían curiosos, llenos de vida, como los de un niño que está delante de un museo sobre la materia que le interesa. Si te adentrabas en el oro, podías notar que, de ellos, también emanaba una tristeza lejana, y que aparentaban ser mucho más viejos de lo que ella lo parecía. Esos ojos habían visto demasiado, quizá alguna que otra guerra, mucha sangre, mucho sufrimiento... y, aún así, ella era capaz de sonreír como si nada hubiese pasado, como si todo ese sufrimiento jamás hubiese existido. Mientras mi escrutinio se intensificaba, inconscientemente me fui acercando a ella, lentamente. Nuestras narices estaban a escasos centímetros, nuestros ojos clavados en los del otro y, cuando menos lo esperé, el ordenador sonó.

El software del Prototipo de Transferencia de Materia había logrado localizar exactamente dónde me había enviado. Para mi sorpresa, se trataba de uno de los muchos universos paralelos apilados uno encima del otro; uno de los universos de un multiverso de Branas. Me acerqué al ordenador y comprobé que los cálculos fueran correctos: y así era.

Me giré hacia la chica, que me miraba.

- Deberíamos ir a comprar algo para mantenernos con vida hasta que logre averiguar un poco más sobre como hacer del transporte entre mundos algo un poco más seguro. Además, debería comprarte algo de ropa, por si quieres ir a algún sitio de excursión... ¿No decías que querías saber más sobre mi mundo? Pues creo que debería llevarte al Museo de la Ciencia, a que veas el planetario.

- Supongo que el planetario tendrá que ver con las esferas enormes en las que vivimos ¿no? Pues definitivamente ¡Tienes que llevarme!

Ahri me sonrió y me abrazó mientras susurraba unas palabras que no pude entender. Su calor corporal era tan agradable, que me planteé, por un momento, el no ir a comprar y quedarme así un par de horas; pero la idea se desvaneció en cuanto ella dejó ir el abrazo y, con una sonrisa, me dijo que fuésemos a comprar cuanto antes para poder ir pronto al planetario.

En el próximo capítulo...

"Es... precioso"

"¿Tienes miedo de perder, chico listo?"

"¡Corre!"

¡Y mucho más!

Perdido en RuneterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora