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La visita al supermercado, que estaba a dos calles de la mía, resultó infructuosa debido a la tardía hora a la que acudíamos; la cual era una suerte y una desgracia de forma simultánea, cómo si de un concepto cuántico se tratase: podíamos caminar por las calles de mi ciudad sin llamar la atención en demasía, pero nos impedía acceder a las clásicas tiendas y supermercados, que cerraban mucho antes.

Ahri caminaba a mi lado, enfundada en una vieja y gastada sudadera azul oscuro, que tenía el logo de un videojuego de disparos impreso en la parte delantera; unos pantalones negros, que le quedaban ligeramente grandes; y unas viejas Converse rojas de caña alta que le quedaban sorprendentemente bien, aunque a ella no le gustasen. Yo, en cambio, vestía de una forma completamente diferente (nótese la ironía): llevaba puesta una sudadera negra con un dibujo blanco, unos tejanos, y unas bambas de un color estridente.

Nuestros pasos resonaban por la vacía, y pobremente iluminada, calle. Caminábamos en silencio a paso lento mientras nos dirigíamos hacia una pequeña tienda que estaba abierta las 24 horas del día. Teníamos que comprar algo para cenar y algo de ropa para ella, ya que yo no disponía de una gran cantidad de ropa que prestarle.

Al llegar, el hombre que estaba en el mostrador me echó una agria mirada en cuánto le pregunté por la sección de ropa femenina; mirada que cambió en cuanto comprendió que mi acompañante se trataba de una mujer. El adulto nos indicó que esa sección se encontraba al fondo a la izquierda, tras eso comenzó a leer el periódico que tenía doblado encima de la mesa.

La sección de ropa femenina era más bien escueta: consistía en un par de estantes con camisetas, uno lleno de pantalones de chándal y tejanos, y otro lleno de ropa interior, que intenté obviar lo máximo posible. Elegí cinco camisetas, todas fácilmente aprobadas por la ojiáurea, que miraba todo con asombro, un tejano, un pantalón de chándal negro, y cuándo el momento de escoger ropa interior llegó en mi mente se forjó una gran duda: ¿cómo escoges ropa interior para una persona de la que desconoces sus medidas? Escoger bragas no debería ser un problema: si unos pantalones de mi armario le quedaban ligeramente grandes, asumiendo que había una traducción directa entre mi talla de ropa interior y su talla de ropa interior, no me debía ser difícil dar con algo que le quedase moderadamente bien, pero... ¿cómo escoges la talla de sostén? El hecho de tener dos hermanas me había hecho saber que las tallas iban en función de un número y una letra, pero más allá de eso, desconocía el sistema de tallas y cómo escoger una.

Ahri debió percatarse de mis divagaciones mentales en el momento que comencé a repetir una secuencia con cara de especulación: miraba fijamente sus pechos y, tras eso, echaba una mirada intensa a los sujetadores que allí se encontraban expuestos. Con usa sonrisa un tanto socarrona interrumpió mis pensamientos:

- Por mucho que me alague que los mires tan intensamente, la ropa no va a desaparecer – bromeó – No te preocupes, creo saber para qué sirve esa pieza de ropa y dudo necesitarla, normalmente estoy bien con unas vendas.

Mi cara pasó por un amplio abanico de colores rápidamente: de una tonalidad más bien saludable al más intenso de los rojos. Por suerte, la chica había entendido mis intenciones y no se había tomado aquella acción como una ofensa.

Sin dudarlo, cogí siete bragas de color negro de una talla que supuse que le quedaría bien. Tras eso, nos dirigimos hacia la sección de farmacia, dónde cogí un par de paquetes de las mejores vendas que tenían, y, por último, pasamos por la sección de precocinados, dónde cogí un par de pizzas.

El hombre del mostrador nos miró algo extrañados por la ingente cantidad de ropa que traía entre manos, pero no hizo ninguna pregunta. Nos tendió un par de bolsas y me encargué de meter todo lo comprado en ellas; antes de irnos cogí un par de gafas de sol y pagué todo con el móvil.

Volvíamos a caminar lentamente por la calle, el ambiente entre nosotros no se había enrarecido, sin embargo, no sentíamos la necesidad de hablar para sentirnos cómodos el uno con el otro. Hacía frío para ser la época del año en la que nos encontrábamos, aunque no estaba seguro de la fecha en la que estaba.

El camino a casa fue lento y relajante para ambos.

Entré en aquella vieja casa seguido de Ahri, quién miraba atentamente la fachada de la casa, maravillada. Dejé las pizzas en el horno, y tendí la bolsa con la ropa a Ahri.

- Cámbiate y, si quieres, puedes usar algo de mi ropa de estar por casa para estar más cómoda. Cuando acabes, deja la ropa en la cesta que está a los pies de la cama. – Con una sonrisa en sus labios obedeció. Mientras se cambiaba, revisé mi ordenador.

En la esquina inferior derecha de una de las pantallas, un icono destacaba respecto al resto debido a un gran +99 rojo, era el del cliente de una red social llamada Caos. Caos te permitía tener tu propio servidor con tus amigos para mantener multiconferencias de voz, tener canales de texto en común... Era una herramienta ideal para mantener unida una comunidad de amigos. Con un suspiro la abrí.

Tenía 130 notificaciones de la misma persona, con mensajes que empezaron con "Oye, jugamos a algo??" y acabaron en un sinfín de cortos mensajes sin sentido. Cerré la conversación y abrí la otra, que parecía tener más coherencia. En ella, mi amigo Poru, se preocupaba por mí, así que sin dudarlo decidí meterme en llamada con él. Noté la presencia de la chica detrás de mí, por lo que configuré el sonido para que saliese por los altavoces. Sin embargo, la chica no me miraba a mí, sino a mi fondo de escritorio.

- Es... precioso – dijo ella.

Yo simplemente sonreí mientras miraba aquel paisaje portuario que capturé en aquella vieja cámara analógica que me regalaron mis abuelos.

Con un simple gesto hice entender a Ahri que quería silencio y entré en el canal de voz en el que estaba.

- ¡Hey! – dije sin mucha emoción.

- Tú siempre tan animado como siempre... Tío, ¿dónde has estado? Llevas día y medio en ausente y empezaba a estar preocupado por ti.

- No te preocupes, he estado liado con un trabajillo...

- Bueno, me alegro de que no haya sido nada grave. Por cierto, ¿te has enterado de lo que ha pasado en Riot Games?

- No, la verdad... ¿Qué ha pasado?

- Han desactivado a Ahri de todo tipo de partidas, ni los del PBE pueden usarla. Dicen que están planeando un rework masivo de personajes empezando por ella, toca la comunidad está muy emocionada.

Una sonora risa se escapó de mi boca.

- Ya sé que no te gusta el LoL, pero supuse que te interesaría saber de esto. Los game designers del mundo se están tirando de los pelos por semejante acción, no tiene ningún sentido. ¿No te emociona? – Dijo él, con un tono de voz cada vez más animado. – Por cierto, aún no has confirmado para la sesión de Dungeons and Dragons de dentro de dos días.

- Oh, eh... Dame un par de horas y digo algo.

Ahri tiró de mi manga, con la intención de llamar mi atención, por lo que silencié mi micrófono.

- ¿Qué es Dungeons and Dragons?

- Es un juego – contesté sin darle mucha importancia.

- ¿Puedo jugar?

- ¿Qué? ¿Por qué quieres...?

- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de perder, chico listo?

- No es eso, pero ni siquiera conoces el juego... ¿Cómo sabes que quieres jugar?

- Entonces deja de dar la tabarra con esas pequeñeces y ¡Corre! ¡Date prisa y enséñame a jugar!

Un suspiro se escapó de entre mis labios y volví a conectar el micrófono.

- Poru, confirmo para el próximo sábado. En mi casa, como siempre.

En el próximo capítulo...

"¿Es una broma? Porque si lo es... Es malditamente buena."

"¡Es como si hubiera nacido para esto!"

"¡Vas a morder el polvo!"

¡Y mucho más!

Perdido en RuneterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora