CAPÍTULO 29 : EN CASA

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- Kristoff, atacar el castillo del Rey Mieszko, ahora es el momento, Mieszko esta muerto y su reina esta descabezado. Ahora Kristoff, atacar ya. Es una orden. - Dijo Hans mientras presionaba con fuerza su herida. Kristoff asintió y salió de la tienda del Príncipe Hans.

Habían pasado cuatro meses desde que partieron y en Arendelle no tenían noticias de ellos, solo sabían que El Rey Mieszko había muerto. Elsa se encontraba dormida en su habitación, el embarazado le dio por tener grandes ganas de dormir, los golpes en la puerta la despertaron. Gerda reclamó su atención para informale de que un barco procedente de Las Islas Del Sur había atracado en su puerto y que los ocupantes se encontraba en el castillo real. Elsa pidió a Gerda que atendiera a los invitados, La Reina escogió un vestido color crema, holgado en el vientre, que ya lo tenía bastante crecido y recogió su pelo, haciéndose una trenza espiga, con un poco de maquillaje en su rostro, se presentó ante los visitantes.

- Hola caballeros. - Dijo Elsa con seriedad al ver a dos hombres sentado sobre los confortables sillones.

- Reina Elsa. - Ambos se levantaron haciendo una reverencia, mientras uno de ellos hablaba.

- Permitame que nos presente, somos El Príncipe Rechtaid y El Príncipe Cormac de Las Islas del Sur. - Dijo respetuosamente Rechtaid.

- Hermanos de Hans... - Dijo Ella.

- Así es Majestad, fuimos enterados de que él murió aquí en Arendelle y hemos pensado que después de todo, sería un buen momento para ofrecerles nuestras disculpas en nombre de Las Islas del Sur. - Prosiguió Rechtaid, mientras Cormac guardaba silencio.

- Disculpas aceptadas. - Dijo Elsa, para no entretenerse demasiado con ellos.

- No sabíamos que se hubiera casado. Enhorabuena Alteza. - Dijo Cormac.

- Gracias. - Dijo Elsa.

- ¿Quién es El Rey de Arendelle? - Preguntó con curiosidad Rechtaid.

- Aún no existe Rey, el padre de mi hijo se encuentra protegiendo a Arendelle y no habido tiempo para optimizar el compromiso. - Dijo con serenidad Elsa.

- Entonces será un buen Rey Majestad. - Dijo Cormac.

- El mejor. - Afirmó Elsa. Los príncipes y Elsa desviaron sus miradas al escuchar como se abría la puerta del salón.

Ante sus ojos apareció Hans con un aspecto distinto, su peinado había cambiado, su pelo rojo se acentuaba más debido a su pelo rasurado por los costados de su cabeza, sus patillas habían desaparecido y sus ropajes se constituían de cuero y correajes en su mayor parte, aunque su figura era aún más definida y tenía una cicatriz muy visible en su cuello.

- Hans... - Barbucearon sus hermanos con gesto sorprendido, mientras que Elsa dijo lo mismo con gran entusiasmo.

- Mi reina... - Susurró Hans, mientras corría para estrechar entre sus brazos a Elsa. Hans y La Reina se besaron apasionadamente, ante las atónitas miradas de Los Príncipes de Las Islas del Sur. Hans pegó su frente a la de Elsa y acarició su vientre con suavidad, el príncipe sonrió ilusionado.

- ¿Por qué no me lo dijiste? - Susurró Hans mirando a los ojos a Elsa, sin dejar de acariciar su vientre.

- Lo supe después de tu partida. - Sonrió Elsa, los dos enamorados volvieron a besarse con ansia.

- ¡Estás vivo! - Exclamó su hermano Rechtaid.

- Ahora no. - Dijo Hans, mientras hacía un gesto con su manos, más tarde hablaremos, ahora tengo cosas que hacer. Sin decir nada más, agarró de la mano con suavidad a Elsa y los dos abandonaron la sala. Gerda atendió a los príncipes y les ofreció lujosos aposentos.

Elsa y Hans llegaron a la habitación de Elsa.

- ¿Qué ha pasado en tu viaje amor mío? - Preguntó Elsa, ya vez a solas.

- Eso mismo me preguntó yo. - Dijo Hans con una sonrisa en los labios, mientras se arrodillaba frente a Elsa y acariciaba su barriga, mientras le daba besos.

- Qué nuestro hijo a crecido. - Dijo sonriendo Elsa, mientras acariciaba la cabeza a Hans.

- Polonia es vuestra mi reina. Ha sido una guerra difícil, pero al final lo hemos conseguido, todas las fronteras del norte son tuyas. - Dijo Hans aun de rodillas frente a Elsa.

- Mi mayor tesoro esta aquí. - La Reina se inclinó para besarlo en los labios, Hans correspondió.

- Tengo algo para ti. - Sonrió Hans, mientras sacaba de su bolsillo un anillo con una gran gema. - Casate conmigo mi reina. - Elsa comenzó a llorar emocionada.

- Sí quiero. - Elsa abrazo a Hans, dejándose caer sobre él, Hans la sostuvo y la besó en los labios, una sensación de júbilo invadió por completo a Hans.

EL ENEMIGO EN CASA. (Helsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora