CAPÍTULO 9 : DESCUBRIENDO LA VERDAD

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A la mañana siguiente, Anna, Kristoff, el rey Mieszko y Elsa se encontraban desayunando juntos.

- ¿Ha reconsiderado mi oferta Majestad? - Preguntó el rey a Elsa.

- Así es Alteza.

- Y dime, cuando comenzaremos con las exportaciones. - Preguntó con seguridad Mieszko, Anna y Kristoff escuchaban con atención.

- Sintiéndolo mucho, declino su oferta Majestad. - Dijo Elsa con serenidad.

- Parece que no se ha dado cuenta de que clase de oferta es, debes reconsiderarla. - Dijo el rey.

- Majestad esta decidido. - Dijo con rotundidad la reina.

El rey asintió y los cuatro comensales terminaron de desayunar. Como todas las mañanas Elsa regresó a su despacho, el papeleo parecía no parar, aunque Elsa llevaba los asuntos del país con buena letra, el rey Mieszko entró sin llamar.

- Reina Elsa tenemos que hablar. - Dijo conforme entró.

- No puede entrar sin llamar. - Dijo levantándose de su silla.

- Parece que no eres consciente,  de que no estás en posición de decir que no a mi oferta. Es una oferta buenísima. - Dijo el rey, caminando por el despacho.

- Mi decisión es firme rey Mieszko y no hay nada más que hablar. - Dijo Elsa.

- De acuerdo, tengo otra propuesta reina Elsa. - Informó el rey.

- Escucho... - Dijo Elsa mientras le miraba.

- Casate conmigo. - Dijo el rey, Elsa le miró sorprendida.

- ¿Qué? - Preguntó atónita, igual se quedó Hans que escuchaba lo que se hablaba en el despacho.

- Piénsalo Reina, los dos tenemos grandes reinos, tu eres casadera y yo viudo. Si nos unimos, podemos ser muy grandes. Además tarde o temprano tendrás que escoger un marido por el bien de tu reino, un reino sin herederos, te convierte en el blanco de muchos asesinos. -  Dijo el rey frente a la mesa de Elsa.

- Creo que...

- Además teniendo en cuenta tu pequeña mal formación, te va a costar encontrar un hombre que quiera contraer matrimonio con un fenómeno. - Dijo con crueldad, cortando las palabras de Elsa. Cuando Hans escuchó eso, sintió ganas de partirle la cara al monarca.

- Váyase de mi despacho rey Mieszko. - Dijo con frialdad.

- Majestad sabe que...

- Gaspar. - Gritó Elsa, el guardia entró con rapidez.

- Sí señora. - Dijo el gran militar.

- Eché a este hombre y a sus lacayos de mi castillo, ahora.  - Ordenó Elsa.

Gaspar lobagarró de la ropa y sacó al rey a tirones, quien amenazaba con su presencia y decía que no sabía con quien se metía, etc...
Elsa respiró profundo cuando cerró la puerta de su despacho, se sentó en la silla y llevo sus manos a la cara, comenzó a llorar. La situación del reino era difícil de llevar y estaba sometida a presión, las crueles palabras del rey fue la gota que colmo el vaso. Hans escuchó como comenzó a sollozar, el joven príncipe dio varios golpes en la pared. Elsa levantó su vista

- ¿Qué quieres Hans? - La reina alzó la voz desde su despacho.

- Es un capullo con título, no le hagas caso. - Él también alzó la voz, pegando sus labios al conducto por el cual se escuchaba.

- Un capullo que tiene razón, quien querrá estar con alguien como yo... - Susurró de forma leve, para que Hans no se percata.

- A mi no me importaría. - Dijo Hans en tono relajado, Elsa quedó perpleja ante aquella declaración. La reina caminó por el pasadizo secreto hasta el dormitorio de Hans, evitando entrar por la puerta donde estaban los guardias, la reina Elsa entró por una pared. Esto a Hans no le sorprendió del todo.
Hans la miró, habían lágrimas en el rostro de la albina.

- No deberías dejar que todo esto te afecte. - Dijo mirándola a los ojos, el príncipe estaba sentado en el suelo, con su espalda apoyada en la pared, justo al lado del orificio. La reina caminó hacía él y se sentó a su lado.

- Estoy pérdida Hans... No se que hacer, esto es muy difícil. - Dijo Elsa descorazonada. El brazo de Hans pasó por encima de los hombros de Elsa, ella se incorporó apoyándose sobre él.

- Arendelle es un reino grande, no debe ser fácil, tienes endereza. - Dijo Hans.

- ¿Por qué me salvaste la vida en el palacio de hielo? ¿Y por qué intentase matarme después en el lago congelado? - Preguntó Elsa apoyada sobre Hans.

- No recuerdo lo que sucedió en el hielo mi reina. - Dijo Hans.

- Porque no dejas de mentir por un momento príncipe Hans.

- No tendría sentido mentirte ahora. - Dijo Hans sin mostrar alteración ninguna.

- Entonces... ¿Por qué has mentido cuando me dijiste que sabías lo de mis poderes cuando eras un niño? - Preguntó Elsa.

- No te he mentido sobre eso, Elsa yo lo sabía. - Volvió a decir Hans.

- No te creo. - Dijo ella.

- Tus instintos, tu poder, tu frialdad llegaron hacer que atentaras contra tu propia hermana, congelando su corazón sin querer. - Dijo Hans, Elsa agachó la cabeza.

- Lo mismo sucedió conmigo. - Dijo el joven príncipe agachando la cabeza.

- Es algo muy distinto ¿Crees que el fácil controlar mis poderes? - Dijo a la defensiva.

- Claro que no, se que no es tarea fácil. - Dijo Hans.

- Yo a mi hermana la lastime por error, tú me dañaste a conciencia. - Dijo frunciendo el ceño.

- No Elsa, tú y yo somos contrarios, mis manos cogieron la espada, pero mi cuerpo iba por libre, como tú con la congelación del cuerpo de Anna.

- ¡Cómo puedes decir eso! ¡Ni si quiera eres capaz de asumir tu culpa! ¡Solo te interesaba la corona de Arendelle! - Dijo Enfadada acelerando sus palabras.

- Me trae y me traía sin cuidado la corona, mis instintos fueron lo que hicieron aquello, ni si quiera fui consciente hasta que el poder del hielo me desplazó varios metros. - Dijo Hans contundente.

- ¿Cómo pretendes que te crea toda esta salta de mentiras? - Dijo Elsa negando con la cabeza.

- ¡¡Porque soy como tú!! - Dijo Hans encendiendo sus manos en fuego. La cara de Elsa era de completa sorpresa. Ahora Elsa entendía porque no se congeló cuando le lanzó el hielo hacía unos días.

- Mis padres siempre me han enseñado a ocultar mis poderes, somos completamente contrarios, mis instintos también se apoderaban de mi antes de aprender a controlarlos y tú pagaste lo peor de mi. Tu hielo puede destruirme con un chasquido, hay momentos en mi vida, que no he podido controlarme, el día del ataque a tu persona ni si quiera lo recuerdo. - Hans apartó la mirada a Elsa. Ambos continuaban sentados en el suelo, Elsa frente a él.

- Hans... - Elsa puso con suavidad su mano sobre el rostro de Hans y lo miró a los ojos. El príncipe levantó su vista.

- Perdoname mi reina. - Dijo Hans, Elsa sonrió dulcemente, las yemas de los dedos de Elsa pasaron por la ceja del príncipe. Hans le devolvió la sonrisa, agarró con suavidad la mano de la reina.

- Olvídate lo que ha dicho ese idiota. - Hans apartó un mechón de pelo de la cara de Elsa. - Eres la envidia de la realeza, tu belleza no se compara a ninguna otra, habrán muchos más reyes que te pedirán matrimonio y morirán por rendirse a tus pies.

Elsa se sonrojo ante aquellas palabras del príncipe, fue incapaz de seguir enfadada con él, además al fin se sentía de igual a igual con alguien, Hans se acercó poco a poco a ella y la besó en los labios con ternura, ella respondió y los dos jóvenes fueron entrelazando beso con beso, después de unos cuantos besuqueos, los dos se miraron a los ojos.

- ¡Eres libre! - Elsa se levantó del suelo volviendo a mostrar la frialdad que le caracterizaba.

- Elsa espera...

- No puede ser Hans... Eres libre. - Cortó las palabras del príncipe, salió por la puerta y mandó a los guardias que se retiraran y cesarán la orden contra el príncipe Hans.

El príncipe se quedó sentado sobre el suelo con las manos en la cabeza...

EL ENEMIGO EN CASA. (Helsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora