Debería de haberle llevado al hospital, pero la misma sensación que provocó que fuera en ayuda de aquel chico, le hizo decidir no hacerlo. Ahora el desconocido descansaba en la habitación de invitados, tumbado en la cama, una toalla bajo la cabeza y una fina manta cubriéndole el cuerpo. A su lado, sentada en el borde de la cama, la madre de Yifan le limpiaba la cara con un paño húmedo, una palangana con agua sobre el regazo. Sobre la mesilla de noche, había una botella de agua oxigenada y unas gasas de algodón.
Yifan observaba a ambos desde donde estaba, sentado en un sillón que adornaba una de las esquinas de la habitación, cercano a la puerta junto un armario empotrado en la pared de detrás. Con los brazos apoyados sobre las piernas, notaba el pulso en la mano dolorida. Se pasaba los dedos por los nudillos sin darse apenas cuenta, en el único gesto de inquietud que mostraba su cuerpo. Fuera, la lluvia había parado por fin.
Su madre empezó a tararear en voz baja mientras dejaba el paño y la palangana en el suelo y empapaba una de las gasas en agua oxigenada, inclinándose de nuevo sobre el muchacho para desinfectarle la herida de la ceja y del labio.
La melodía era suave, una canción típica que se le solía canturrear a los niños. Yifan se preguntó si su madre se la hubiera tarareado cuando en tercer curso se cayó y se desgarró la rodilla durante una carrera. O cuando, sin darse cuenta, acabó en su primera pelea con un corte en una mano por un cristal traicionero. No podía saberlo, apenas sabía de ella en realidad. Casi era una completa desconocida para él. La distancia y el paso de los años habían hecho perecer la relación madre-hijo.
En sus recuerdos, su madre era un rostro borroso que se alejaba de él. Una carta en sobre marrón enviada mensualmente con palabras dulces y que Zitao le daba en mano. Un colgante que llevó alrededor del cuello durante años pero cuyo cierre se rompió y nunca llegó a arreglar. Era muchas cosas pero a la vez nada, y cada vez que la veía, le resultaba una extraña a pesar de llevar conviviendo meses en la misma casa.
No era fácil acostumbrarse a tener una madre en tu vida cuando habías crecido prácticamente sin ella.
El silencio se impuso de nuevo en la habitación sin que Yifan se diera cuenta, inmerso en sus pensamientos, el tarareo habiendo terminado.
-Deberías cambiarte de ropa Yifan, no querrás resfriarte -dijo de repente la voz dulce de su madre, quien recogió la palangana y los algodones sucios. Se levantó de la cama, y le miró a la cara-. Estaré aquí con él. No te preocupes.
Yifan asintió. Su madre esbozó un pequeña sonrisa y se dirigió al pequeño baño adjunto a la habitación de invitados. El sonido del grifo fue lo último que escuchó tras levantarse y mirar una vez más hacia la cama, cerrando la puerta tras él.
Subió las escaleras, llegó a su habitación y se dejó caer sobre el colchón. Se frotó la cara con las manos e intentó vaciar la mente por un momento, pero una vibración en su chaqueta se lo impidió. Estiró una mano hacia un bolsillo y sacó el móvil. Canceló la llamada y dejó caer el aparato sobre la mesa. No estaba para hablar en ese momento.
El móvil volvió a vibrar al minuto siguiente, pero no le hizo caso. El reloj de la mesilla marcaba las diez y cuarto pero, por una vez, Yifan no miró hacia él. El dolor de cabeza le asaltaba de nuevo, la ropa húmeda se le pegaba a la piel de manera incómoda y notaba que tenía el pelo hecho un desastre. La ducha resultaba ser una opción apetecible.
Salió veinte minutos después con la mente más despejada y el vapor del agua caliente inundando el baño. Se puso ropa limpia dejando su traje apartado, y se secó el pelo con dedicación con una toalla. Cuando hubo terminado, salió de nuevo al pasillo. El silencio inundaba la casa. Se preguntó si su padre habría vuelto a casa, pero recordó entonces que estaba ocupado en un viaje de dos días en Pekin. Estaban solo su madre, él y el joven desconocido que seguía durmiendo, como pudo comprobar al entrar en la habitación de la planta baja de nuevo.
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[kray] Like a Typhoon in Mid-Summer
FanfictionA veces, al destino le gustaba jugar sus cartas de manera caprichosa. Uniendo dos vidas a partir de un suceso. Alterándolas de manera inimaginable. Creando algo inesperado. mafia!au